HONDURAS: Paz entre clanes, un modelo de acuerdo para el país

Desoladas por casi una década, las polvorientas calles de la comunidad de San Estebán, al noroeste de Honduras, se vieron abarrotadas de humildes personas que llegaron a presenciar la firma de un acuerdo de paz que puso fin a la guerra desatada entre dos familias.

Originada por el machismo predominante en la zona y venganzas personales, esta guerra mantuvo durante 10 años sumergida en el miedo y la incertidumbre a los habitantes de San Estebán, una próspera región rica en recursos forestales, agricultura y ganadería.

La actividad productiva en esta zona ubicada a 273 kilómetros de Tegucigalpa y en el corazón de uno de los valles más fértiles del país, se estancó para dar paso a una violencia desenfrenada.

San Estebán, según sus habitantes, era "tierra de nadie" y se convirtió en el pueblo "símbolo de la violencia" en Honduras.

Este domingo, Ramiro Turcios y Francisco Nájera, clanes de la familia que desató la violencia, firmaron un acuerdo de paz que devolvió a sus 12.000 habitantes las esperanzas de vivir y trabajar.

Hasta ahora, nadie podía circundar ni entrar al pueblo en horas de la noche, porque las balaceras obligaban a la gente a esconderse bajo sus camas, rezar y agradecer si el día siguiente continuaban con vida.

Y es que para los Turcios o los Nájera la autoridad no existía. Los enfrentamientos entre ambos clanes causaron la muerte de unas 80 personas.

Al suscribir este domingo el histórico acuerdo de paz, ambas familias pidieron perdón por sus errores y aceptaron que la guerra los estaba llevando a acabar con sus descendientes y recursos económicos.

Promovido por la Iglesia Católica y el ejército, el acuerdo empezó a negociarse hace un año, y según el obispo a cargo de las pláticas, Oscar Muldoon, "no fue nada fácil".

"Fueron muchas noches de desvelo y sinsabores porque las heridas aún están frescas en las mentes de estas familias, pero logramos al fin que la razón se impusiera y hoy estamos presenciando el inicio de una paz en San Estebán", dijo el obispo a IPS.

La guerra privada entre las dos familias llevó incluso a que un sacerdote salvadoreño abandonara la capilla, cuando por equivocación y al llegar al pueblo de noche fue atacado a balazos.

La paz fue firmada por dos niños. Uno de ellos, Josué Nájera, de ocho años, dijo emocionado que estaba orgulloso porque "a partir de hoy y desde mañana la gente del pueblo tendrá libertad".

"Antes no podíamos salir ni jugar con otros niños. Pero ahora podré andar libre por las calles, visitar mis amigos y jugar fútbol, mi deporte favorito", dijo a IPS.

Las autoridades consideran que la suscripción del acuerdo es un ejemplo de lo que debería concretarse a nivel nacional.

Cada día en Honduras se informa de más de una docena de asaltos y robos, la credibilidad de la policía está en crisis y la población demanda medidas de protección. En manos de los delincuentes habría al menos 67.000 armas Ak-47.

El alcalde de San Estebán, Tulio Crosier, propuso incinerar todas las Ak-47 existentes, resabio de los conflictos bélicos vividos en Nicaragua y El Salvador cuyoss protagonistas contaron con bases de apoyo en Honduras. (FIN/IPS/tm/dg/ip-pr/96)

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