TAIWAN: La Isla de las Orquídeas agoniza por la basura nuclear

Las orquídeas silvestres que le dieron nombre a esta diminuta isla al sur de Taiwan son hoy una especie casi extinguida.

Los 5.000 habitantes nativos de la Isla de las Orquídeas, un trozo de tierra de 35 kilómetros por 45, ya elevaron su voz ante el envenenamiento del ambiente que los rodea.

Lo que hasta hace poco fue una silenciosa batalla por la preservación de la cultura indígena es ahora una estridente protesta contra el gobierno de Taiwan, que durante muchos años consideró a los integrantes de la tribu yami ciudadanos de segunda clase.

Taipei también convirtió esta pequeña isla, al igual que la de Lanyu, en basurero para desechos nucleares de sus tres plantas de generación de electricidad.

Los yami son hoy capaces de ejercer presión sobre el poder legislativo de Taiwan. Sus protestas obligaron al gobierno a sellar con Corea del Norte un controvertido acuerdo que le permitirá a Taipei desembarazarse de 200.000 barriles de residuos de baja radiactividad.

Pyongyang, apremiada por sus carencias económicas y seducida por la oferta de 227 millones de dólares, cedió el mes pasado un territorio en la isla Gurrop, a 60 kilómetros de la costa de Corea del Sur. El acuerdo enfureció a Seúl.

Taipei se vio obligada a buscar otro lugar para su basura radiactiva cuando un carguero fue bloqueado el año pasado por pequeñas embarcaciones de los yami. Fue la primera protesta después de decenios de represión cultural, iniciada tras el fin de la segunda guerra mundial.

Los japoneses, que ocuparon la Isla de las Orquídeas durante la conflagración bélica, la consideraron una especie de museo antropológico viviente. Por lo tanto, cortaron todos sus contactos con Taiwan y permitieron a los yami vivir como lo habían hecho durante centurias, de la caza y la granja.

Pero los derrotados nacionalistas chinos, que huyeron del continente e instalaron su gobierno en Taiwan en 1949, reprimieron la cultura yami e impusieron su idioma y sus hábitos. Además, arrasaron con las pocas riquezas naturales de la pequeña isla.

Los árboles fueron talados y llevados a Taiwan para elaborar muebles. Y las orquídeas fueron cosechadas insosteniblemente para ser vendidas en los comercios de Taipei.

Las autoridades prohibieron a los niños yami hablar su idioma en la escuela. Por eso, solo los viejos hablan el lenguaje en algunas zonas de la isla.

El gobierno construyó edificios modernos y destruyó las sólidas viviendas de madera, tradicionales en la Isla de las Orquídeas, sin consultar ni compensar a quienes vivían en ellas.

Taipei asumió la misión de conducir a los yami al siglo XX, dijo Syamen Ngairai, pastor presbiteriano del poblado de Dong Chin y dirigente del movimiento de derechos indígenas.

Para los nacionalistas, se trataba de una "cuestión de honor", pues el líder nacionalista Chiang Kai Shek visitó una vez la isla y se lamentó por el hecho de que "esos primitivos" vivieran en territorio taiwanés, explicó Ngarai.

"El pensó que vivíamos de forma vergonzosa, que éramos animales. No comprendió el valor de nuestra cultura", agregó el religioso.

Muchos de los edificios construidos por el gobierno eran inhabitables. Algunos ancianos prefieren arriesgarse a vivir en ellos, a pesar de los techos y dinteles que caen, a vivir en la calle.

Muchos yami viven en villorrios, mientras otros construyen nuevos edificios con compensaciones a las que el gobierno de Taiwan se vio obligado a conceder en los últimos años.

El fiasco de las viviendas generó gran desconfianza en el gobierno, que se convirtió en hostilidad abierta cuando los yami descubrieron el contenido de los barriles que arribaban a la Isla de las Orquídeas desde mediados de la década del 80.

Los contenedores, enterrados en fosas de cemento y techos de metal de 23 metros de profundidad, contenían desechos nucleares, lo cual había sido ocultado por Taipower, la empresa estatal de generación y distribución de electricidad.

Para ese entonces, algunas de las mejores tierras de cultivo habían sido tomadas por asalto y convertidas en depósito de 112.000 barriles de basura nuclear de baja radiactividad. Las autoridades no habían dicho una palabra a los yami sobre el contenido o los posibles riesgos.

Muchos yami se sienten estafados, pero Taipower asegura que no hay nada que temer.

La compañía difundió un vídeo publicitario en el que explica cómo fueron construidos los depósitos. En el aviso, el gerente del depósito, Paul Chen, afirma que todo fue hecho de modo de reducir al mínimo la posibilidad de que trabajadores de Taipower y habitantes de la isla resulten expuestos a la radiación.

"¿Cómo podremos creer una palabra de lo que dicen? Afirmarán cualquier cosa para engañar a la gente", sostuvo Ngarai.

Chen admitió más tarde que el basurero no es completamente impermeable. Las pequeñas cantidades de agua que penetran en el depósito deben ser drenadas a un foso donde supuestamente se la descontamina.

Análisis independientes realizados por expertos invitados por los yami no encontraron signos de contaminación en el agua que se drena desde el depósito rumbo al mar, pero no se les permitió inspeccionar el sitio para detectar posibles derrames en napas subterráneas.

Activistas yami aseguran que la incidencia del cáncer de estómago, leucemia y otros tumores aumentó entre los habitantes de la Isla de las Orquídeas. Taipower argumenta que eso se debe a la costumbre de los nativos de comer pescado desecado.

Ngarai replicó que su pesca puede estar contaminada por los derrames de radiactividad.

Pero los registros sanitarios son escasos en la Isla de las Orquídeas, al igual que los servicios de salud, lo que impide analizar la situación.

Taipower prometió limpiar el depósito y llevar los barriles hacia algún otro lado antes del 2001, pero pocos isleños le creen a la empresa.

Taipower podría trasladar el basurero hacia otra zona donde vivan pueblos aborígenes incapaces de resistir a los millones de dólares que se les ofrezca a cambio del favor, según los activistas yami.

Los habitantes de la Isla de las Orquídeas no desean "dinero envenenado", pero la falta de evidencias dificulta la tarea de evitar que otros pueblos lo reciban.

En cuanto a la isla de Lanyu, también al sur de Taiwan, Taipower ya arrojó 90.000 barriles de desechos radiactivos desde la década del 80.

El gobierno prometió que retirará los barriles de basura radiactiva de Lanyu antes del 2002, pero los dawu, residentes nativos de esta isla, también tienen poca confianza en la palabra de las autoridades.

Un cargamento de barriles con el cartel "altísima radiación" fue obligado a retornar a Taiwan en junio pasado, luego que los dawu rodearon la embarcación con sus canoas.

Eso decidió al gobierno a mirar hacia el exterior e iniciar conversaciones con representantes de Rusia, China, las islas Marshal (administradas por Estados Unidos), Corea del Norte e incluso Australia, con la finalidad de instalar otros basureros nucleares. (FIN/IPS/tra-en/ys/cpg/mj/en/97

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