JAPON: Contra la tradición, más mujeres optan por el divorcio

Keiko Suwa, una japonesa de 39 años madre de dos hijos, solicitó el divorcio en mayo del año pasado para poner fin a un matrimonio de 14 años que describió como "sofocante".

"El trabajaba duro para sostener el hogar. No tomaba demasiado y tampoco tenía otras mujeres, pero yo no era feliz con él, por eso decidí empezar una nueva vida", explicó.

Tras años de reclusión en su casa, Suwa comenzó a trabajar repartiendo pan para una exclusiva panadería. Conduce una pequeña camioneta por todo Tokio durante el día y a veces de noche, y espera poder abrir su propio negocio algún día.

La nueva vida de Suwa es difícil. Debió pedir a su madre que viva con ella para que la ayude en el cuidado de los niños, pero, según sus propias declaraciones, nunca ha sido más feliz. "No sé cómo soporté aquella vida durante tanto tiempo", manifestó.

Suwa fue criticada por familiares y amigos, quienes opinan que fue insensato abandonar a un marido que le ofrecía estabilidad económica por una vida difícil e incierta.

Sin embargo, los sociólogos señalan que la decisión de Suwa representa una tendencia creciente en la sociedad japonesa, que apunta a una transformación radical del papel tradicional de la mujer.

"Suwa está afirmando su derecho a ser respetada como individuo al rechazar el papel tradicional de madre y esposa dedicada", explicó el sociólogo Yulo Ogasawara.

Un estudio publicado por el Ministerio de Salud y Bienestar el 31 de diciembre reveló que el número de divorcios más que se duplicó entre 1970 y 1996 al pasar de 95.000 a 225.000.

La cifra significa que uno de cada tres matrimonios, o 0,14 por ciento de la población, se divorcia.

En comparación con Estados Unidos, que tiene una tasa de divorcio de 4,57 por ciento, el matrimonio continúa siendo una institución bastante respetada en Japón, pero esta situación podría durar poco.

Grupos de mujeres destacan que las japonesas ahora se animan a divorciarse en lugar de soportar una situación que no desean, y son capaces de articular sus necesidades y deseos.

Mujeres como Sowa, cuyo problema con el esposo tenía que ver con la falta de compañía y satisfacción emocional, son un símbolo de lo que podría ser una nueva tendencia.

Otra señal de los tiempos cambiantes es la creciente popularidad de Liz, la primera revista japonesa dedicada al divorcio, que publica historias de madres y padres solos y distintas experiencias de separación matrimonial.

Más de la mitad de las 5.000 mujeres encuestadas por el Ministerio de Salud y Bienestar opinaron que el divorcio constituye una opción aceptable si uno de los cónyuges está insatisfecho con el matrimonio.

Para muchas mujeres, el solo hecho de admitir el divorcio como opción marca un distanciamiento de la tradición.

"Mi madre se pasó toda la vida con sus hijos y no con mi padre, quien trabajaba día y noche. Yo no estoy dispuesta a terminar mi vida como ella", declaró Suwa.

Uno de los principales motivos de queja de las mujeres casadas es la falta de colaboración de sus esposos en las tareas domésticas y la crianza de los niños, según el informe del Ministerio.

Tomoko Kojitani, de 52 años, miembro del Movimiento Kanagawa, un grupo político de ciudadanos, afirmó que los hombres a menudo dependen completamente de sus esposas en la casa y sólo hacen tareas relativamente fáciles como jugar con los niños.

"Las mujeres sufren estrés. Necesitan tiempo para sí mismas y cierta solidaridad de sus esposos, y cuando no la obtienen, el divorcio es una alternativa", señaló Tomoko.

No obstante, la nueva opción constituye toda una transgresión para una sociedad que tradicionalmente coloca el trabajo y el deber por encima de los sentimientos.

"Los hombres trabajamos todo el día para mantener a nuestras familias, y terminamos agotados al final de la semana. ¿Cómo puede esperarse que nos dediquemos entonces a atender a nuestras esposas?", preguntó Osamu Maekawa, un empleado de 43 años.

Cerca de 75 por ciento de los divorcios de Japón son iniciados por mujeres, señaló Goro Murano, consultor matrimonial.

Además, las mujeres posponen el casamiento cada vez más. La edad promedio al contraer matrimonio aumentó de 26 años en 1970 a 28,7 en 1996.

Los estudios indican que hay muchos matrimonios infelices aunque no terminen en divorcio. Muchas parejas viven bajo el mismo techo pero llevan vidas separadas, y sólo no se divorcian por los hijos.

"El divorcio implica aún un estigma social, especialmente si uno quiere que sus hijos concurran a colegios prestigiosos o arreglarles un casamiento, y por eso muchos matrimonios llevan una vida artificial", explicó Murano.

La manutención de los hijos también es un problema para las mujeres que se divorcian. Aunque las leyes nacionales prevén tal apoyo, no establecen penas para los esposos que no cumplen con sus obligaciones.

Suwa recibe mensualmente 763 dólares de su ex esposo para mantener a sus dos hijos. La pensión es "una gota en el mar" en comparación con sus gastos, según dijo, pero ella está determinada a preservar su nueva libertad.

"Sí, financieramente tengo problemas, pero no son nada frente a la satisfacción de mi nueva vida", manifestó. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/ml/pr-cr/98

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