COMUNICACION: El conocimiento es un arma de doble filo

Las nuevas tecnologías permiten movilizar millones de unidades de información por segundo, pero pocos cuestionan la calidad del mensaje difundido o si éste equivale a conocimiento.

Las escrituras tenían razón: "El conocimiento es una espada, la sabiduría es un escudo".

Quizá en ningún lado sea tan pertinente el poder del conocimiento como en los países del Sur en desarrollo, donde viven dos tercios de la población mundial.

Todos los días, en incontables hogares del mundo en desarrollo, el conocimiento significa la diferencia entre la vida y la muerte.

Un niño de Nepal, en una remota aldea de la cadena montañosa de los Himalayas, está deshidratado por la diarrea, pero a su madre se le enseñó que bajo ningún concepto deberá darle agua.

La información que desmiente esta creencia se encuentra en carteles disponibles en los centros rurales de atención médica y se transmite por Radio Nepal todos los días, pero el conocimiento no le llegó a la mujer.

En este país, donde 80 por ciento de los niños mueren por enfermedades relacionadas con la falta de agua potable, esta brecha del conocimiento puede ser fatal.

En toda Asia meridional, cinco millones de niños mueren anualmente antes de cumplir los cinco años por la deshidratación causada por la diarrea, infecciones menores y sarampión.

La mayoría de esas muertes se evitaría fácilmente si el conocimiento preventivo estuviera a la mano.

El desafío reside en llevar la información adonde sea necesaria, al menor costo posible. La información sólo se convierte en conocimiento cuando facilita la comunicación y la participación del pueblo, y permite a los habitantes y sus gobernantes tomar decisiones informadas.

Las nuevas tecnologías hacen posible movilizar la información cada vez más rápido y nos maravillamos ante los millones de unidades de información que se desplazan por el mundo en centésimas de segundo. Nos deslumbran la televisión digital, los aparatos y aparatejos.

Pero apenas nos cuestionamos la calidad de esa información. ¿Qué es lo que estamos comunicando? ¿Es pertinente? ¿Hará del mundo un lugar mejor? ¿Toda esa información equivale a conocimiento?

Al menos 50 satélites de comunicación pasan sobre Asia meridional, hogar de un quinto de la población mundial. Sólo en India, Pakistán y Bangladesh existen más de 70 millones de hogares con televisores, lo que representa un total de 300 millones de espectadores.

Para el 2007 habrá 550 millones de teleespectadores en estos países. La mitad estarán abonados a los 350 canales de cable que estarán disponibles para entonces.

Se supone que el avance en la tecnología de la información debe achicar las distancias, pero no siempre es un factor de unión entre la gente. Las comunicaciones satelitales proporcionan un espectro más amplio de programación, pero no garantizan la mayor tolerancia ante la diversidad.

A corto plazo, la mejoría en las comunicaciones parece destacar las diferencias entre los pueblos.

En India y Pakistán, la gente sintoniza los programas de televisión del otro país, pero lo que miran profundiza sus odios, haciendo más difícil difundir la causa de la paz en esta región, que en mayo comprobó su capacidad nuclear.

Cuando los prejuicios sobre el "otro" se alimentan desde la infancia a través de textos escolares que retratan al país vecino como al enemigo, uno se pregunta si los gobiernos toman demasiado al pie de la letra la frase bíblica que sostiene que el conocimiento es una espada.

El gran potencial que tienen las transmisiones satelitales para difundir el conocimiento volátil se confirmó con la velocidad con que los disturbios sectarios se extendieron por India y Pakistán en diciembre de 1992, tras la destrucción de una mezquita por fundamentalistas hindúes en la localidad india de Ayodhya, difundida casi simultáneamente por satélite.

El conocimiento quizá sea una espada, pero de doble filo. Los mecanismos productores del conocimiento se encuentran en manos de cada vez menos personas. En todo el mundo, la propiedad de los medios refleja la tendencia supranacional de la propiedad de otras compañías internacionales.

El mensaje difundido es el de una monocultura consumidora mundial que genera derroche, perpetúa la desigualdad económica y perjudica al ambiente.

También deja a más y más gente pobre fuera del ciclo del conocimiento. Perdieron el conocimiento que tenían, y lo que lo sustituyó no es ni relevante ni útil.

En muchos sentidos, la situación es similar a la pérdida de la diversidad genética. Semillas híbridas de alto rendimiento reemplazaron una rica variedad de cereales en todo el mundo, lo que mejoró las cosechas pero también hizo a los cultivos más vulnerables a las enfermedades y dependientes de costosos agroquímicos.

La globalización de los medios difunde subliminalmente información que socava las bases tradicionales del conocimiento y los procesos autóctonos que están mejor preparados para responder a las condiciones locales.

Las nuevas tecnologías de la información ofrecen la oportunidad para que Asia meridional dé un salto cualitativo, nivele las condiciones de competencia y democratice la información para ingresar a una época en que las comunicaciones mejoradas transmitan conocimientos útiles.

Pero si nos limitamos a la historia reciente, la posibilidad de que esto ocurra es remota, ya que los pobres serán los últimos en utilizar la tecnología o en recibir sus frutos.

La historia nos enseña que la tecnología por sí sola no es la respuesta. Los valores empresariales que impulsan la era de la información son los mismos valores que rigieron la era industrial.

Las cosas no serán distintas con la Internet o la televisión satelital. Todo depende de quién controla estas tecnologías, quien las utiliza y cómo las utiliza.

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(*) IPS pone a disposición de sus suscriptores este material por un acuerdo de distribución con la institución internacional de comunicación Panos Features, de Londres. (FIN/PANOS/tra-en/kd/dds/aq-ml/sc-dv/98

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