DESARROLLO: Europeos olvidan el aporte de los voluntarios

El interés de los gobiernos europeos por los voluntarios en los países del Sur disminuye de la misma manera que los fondos para la cooperación internacional, afirmó Forum, la asociación que coordina al voluntariado de Europa.

Los gobiernos prestan cada vez menos atención al significado de los voluntarios para la sociedad, para la comprensión universal y para el desarrollo de las naciones pobres del mundo, observó Michel van Hutten, presidente de Forum.

De la misma manera, los aportes del mundo industrializado a la cooperación internacional siguen en declinación, dijo Van Hutten la semana pasada, durante una conferencia europea realizada en Suiza.

A pesar de que en los últimos años "nos volvimos más ricos, estamos menos dispuestos a ayudar a los demás", lamentó.

Los países industrializados, miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), destinaron en 1997 unos 47.600 millones de dólares para ayuda internacional, lo que equivalió a 0,22 por ciento de su producto interno bruto (PIB) combinado.

Solo cinco años antes, en 1992, la ayuda se elevaba a 0,33 por ciento del PIB, pero aun distante de la meta de 0,7 por ciento fijada por la OCDE y por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Van Hutten estimó que se necesitarían movilizar otros 30.000 o 40.000 millones de dólares por año para financiar el acceso universal a los servicios sociales básicos, incluido el abastecimiento de agua a bajo costo y el alcantarillado.

Esa suma adicional requerida representa solamente entre tres y cuatro por ciento de los gastos militares anuales en el mundo.

Las cifras demuestran que "hemos perdido la voluntad política de cambiar la vida de muchos de nuestros conciudadanos de este mundo", dedujo el dirigente de Forum.

Pero mientras los flujos destinados a la cooperación se reducen, el movimiento de personas hacia el Sur mantiene una tendencia opuesta.

Miles de europeos trabajan en países en desarrollo, la mayoría en funciones relacionadas con su carreras profesionales dedicadas a la producción y o al comercio.

Entre esos europeos, unos 12.000 voluntarios, enviados por organizaciones privadas, trabajan en proyectos de desarrollo y ocupan posiciones desechadas por la fuerza de trabajo móvil internacional.

Comparados con los ejecutivos profesionales destinados a los países del Sur, los voluntarios representan apenas uno por ciento, dijo Van Hutten en una estimación aproximada.

Esos voluntarios se trasladan movidos por el deber de ayudar al establecimiento en todas las sociedades de condiciones de vida y de trabajo humanas.

La motivación de los voluntarios contrasta con la tendencia de creciente libertad financiera orientada al beneficio, al interés de los accionistas, al enriquecimiento de unos pocos y al empobrecimiento de las masas, dijo el presidente de Forum.

Los voluntarios deben convertirse en agentes del cambio social con capacidad para influir en las políticas de Estado y en las acciones de los gobiernos, reclamó Silvio Caccia Bava, presidente de la Asociación Brasileña de Organizaciones No Gubernamentales (ABONG).

El dirigente brasileño dijo que, a diferencia del modelo neoliberal, las entidades de la sociedad civil reivindican hoy un nuevo tipo de Estado: fuerte, democrático, participativo y capaz de promover un nuevo pacto social redistributivo.

Al mismo tiempo, ese Estado debe garantizar los derechos universales negados en forma sistemática a la población por la acción de las fuerzas económicas orientadas por la lógica del mercado, opinó Caccia.

En Suiza, la comunidad de trabajo de organizaciones de desarrollo, Unite, que se ocupa de la coordinación de los voluntarios, mantiene 230 cooperantes, de los cuales 46 por ciento son mujeres, en proyectos administrados por sus socios de países del Sur.

Unite trabaja con un presupuesto de casi seis millones de dólares aportados por la Dirección de Desarrollo y de Cooperación (DDC) del Ministerio de Relaciones Exteriores de Suiza.

La DDC anunció la semana pasada la decisión del gobierno en Berna de reducir a partir de 1999, de 0,32 por ciento del PIB a 0,31 por ciento, el monto del total de la cooperación suiza con el exterior.

Luc Bigler, presidente de Unite, lamentó que la acción de los voluntarios en el mundo sea conocida por unos pocos casos, como el proceso de paz en Mozambique, la mediación entre pueblos indígenas de Chiapas y el gobierno, o por la actividad del obispo Desmond Tutu en Sudafrica.

Detrás de ese escaparate se ocultan numerosas acciones menos espectaculares, como la labor del médico suizo Marc Isler, que creó un programa de prevención de enfermedades de transimisión sexual en el puerto caribeño de Bluefields, en Nicaragua.

En otro proyecto, dos parejas de voluntarios suizos trabajan en Monasao, al sudoeste de la República centroafricana, en un programa para ayudar a los pueblos pigmeos a consolidar su autonomía y a desarrollar su economía mientras conservan su identidad.

El congreso de Unite recomendó la promoción de intercambios profesionales en el sentido Sur-Norte, y la profundización de los conceptos básicos relacionados con el intercambio de personas, como la interculturalidad.

A su regreso a Suiza, ejemplificó Bigler, los voluntarios levantan puentes entre culturas diferentes. Asimismo, "ellos ayudan a mantener la paz y la reducción de las tensiones y del racismo en Suiza". (FIN/IPS/pc/mj/dv/98

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