AUSTRALIA: Indígenas rechazan depósito nuclear en sus tierras

Hasta que eligió su desértica tierra natal de Billa Kalina para convertirla en depósito de residuos nucleares, Rebecca Bear-Wingfield ni siquiera había oído hablar de la compañía que durante cinco años recorrió el mundo en busca de un sitio adecuado para esos desechos.

La empresa estadounidense Pangea Resources propuso al gobierno australiano usar Billa Kalina, al sur del país, como lugar para depositar residuos nucleares por valor de 8.000 millones de dólares.

Entre esos desechos habría material radiactivo de armas atómicas desmanteladas después de la Guerra Fría.

Los partidarios del plan, incluidos científicos y miembros del gobierno conservador australiano, dijeron que el país estaría haciendo un gran servicio al mundo y recibiendo importantes beneficios económicos.

Bear-Wingfield, miembro de los clanes aborígenes Arabuna y Kokatha y representante oficial de un grupo de mujeres nativas de Billa Kalina, consideró en cambio que el plan es profundamente negativo.

"El gobierno se apoderó de nuestras tierras y las minó para hallar uranio, también tomó a nuestros hijos y está tratando de quebrarnos como nación. Ahora nos quiere devolver los desperdicios del uranio, todo bien empaquetado, pero nosotros decimos basta", procmaó.

El proyecto también fue objeto de críticas por grupos ecologistas de Australia y otros países por su posible impacto ambiental.

La posibilidad de instalar un depósito central para los residuos nucleares del país figura en la agenda del gobierno desde principios de esta década.

Según documentos oficiales, Australia acumuló unos 3.500 metros cúbicos de residuos "de bajo nivel" durante los últimos 40 años, la mayor parte provenientes del único reactor nuclear que funciona en el país, una pequeña instalación con fines de estudio basada en Lucas Height, a 35 kilómetros de Sidney.

Esos residuos están almacenados en más de 50 lugares de todo el país, muchos de los cuales son considerados potencialmente peligrosos por el gobierno.

A comienzos de 1998 un equipo científico eligió a Billa Kalina, una región desértica de 67.000 kilómetros cuadrados en la parte norte de Australia meridional, como el lugar más apto para depositar estos desechos.

Los residuos serían depositados en urnas de cemento dentro de un edificio especial vigilado por un equipo de seguridad, en un área de 2,25 kilómetros cuadrados.

Pangea abordó al gobierno australiano y a potenciales inversores locales con planes para privatizar el proyecto.

El titular de la compañía, James Voss, declaró que Pangea sólo estaba interesada en ampliar la participación privada en el proyecto, y que la idea de traer residuos del exterior era "la más remota de las más remotas posibilidades".

Pangea se vio obligada a hacer pública su real participación en el plan a principios de diciembre, cuando un video promocional de la empresa elogiando las virtudes de Billa Kalina como lugar para almacenar residuos llegó a manos de la filial británica del grupo ecologista Amigos de la Tierra.

El video señalaba que tras años de búsqueda, la compañía había elegido a Australia porque posee "una combinación única de factores naturales, políticos e infraestructurales que la convierten en el lugar ideal para el proyecto".

La propuesta de Pangea requerirá un enorme depósito subterráneo cavado en el desierto de la región de Billa Kalina. Los residuos procedentes del exterior serían transportados por vía maritima y luego por ferrocarril hasta su lugar de almacenaje.

El hallazgo del video coincidió con comentarios de Robert Gallucci, asesor del presidente estadounidense Bill Clinton sobre armas de destrucción masiva, quien urgió a Canberra para que considere un plan internacional de construir un depósito de residuos nucleares en Australia.

Si bien Washington dijo que Gallucci habló por cuenta propia, un funcionario estadounidense confirmó que el plan de Pangea era una de las tres propuestas internacionales sobre residuos nucleares que circulaban en Washington.

Los otros dos contemplaban el almacenamiento de los deschos en la Isla Wake, en el Oéeano Pacífico, y en Rusia.

El proyecto de construir un depósito forma parte también de planes de expansión de la industria nuclear en Australia, que tomaron cuerpo tras la victoria de los conservadores en las elecciones de 1996.

El gobierno tiene el propósito de completar el almacenaje en el año 2000, y declaró que, si era necesario, usaría sus poderes para adquirir compulsivamente las tierras destinadas al proyecto.

"Básicamente, el gobierno nos dijo que seguirá adelante con el esquema sin importarle si nosotros damos o no permiso", declaró la portavoz indígena Bear-Wingfield.

"La población aborigen del área ha estado lidiando con la industria nuclear durante demasiado tiempo", dijo. "Los ancianos están cansados y sólo quieren que los dejen tranquilos", agregó.

Billa Kalina fue parte de las tierras cedidas por Australia al gobierno británico, que entre 1952 y 1963 realizo pruebas nucleares en el lugar.

También aloja un centro estadounidense de vigilancia de satélites, Nurrunger, y una base mixta de Australia y Estados Unidos para pruebas de misiles y de otras armas. Allí funciona igualmente la mayor mina de uranio del país, Roxby Downs.

Bear-Wingfield citó casos de niños aborígenes que jugaron en los lugares donde se realizaron las pruebas nucleares británicas, y de bebés deformes nacidos de mujeres aborígenes contaminadas.

"Antes que hicieran estallar las bombas, las autoridades colocaron un cartel que decía: 'Peligro, radiaciones, no pasar', recordó con rabia. "Los aborígenes de esa área no sabían inglés".

"La radiación no es una cuestión de blancos o negros, es un problema de salud que concierne a todos", dijo.

El gobierno no brindó tratamientos sanitarios a los indígenas afectados por las radiaciones ni los indemnizó, comentó.

La apertura de la campaña contra el depósito de residuos tuvo lugar en diciembre, cuando una carta escrita por un grupo de ancianas aborígenes de los clanes de Billa Kalina llegó a varios grupos ambientalistas.

"Queridos verdes, escribimos estas pocas líneas para hacerles saber que necesitamos ayuda", decía el mensaje.

Las mujeres expresaron su preocupación por las sustancias potencialmente radiactivas que pueden contaminar sus tierras, alimentos y agua, incluyendo el cercano lago Eyre, uno de los mayores estanques de agua fresca del país.

"Los residuos nucleares son distintos a cualquier otro desperdicio en la historia", señaló Dave Sweeney, un activista anti-uranio de la Fundación Conservacionista Australiana.

"Es un material que genera riesgos humanos y ambientales que pueden durar cientos o miles de años", agregó.

"Un depósito central absuelve de la responsabilidad de vigilar los residuos a aquellos que los producen. Es como la basura que uno puede arrojar fuera de su casa", destacó. (FIN/IPS/tra- en/awn/js/ego-dg/ip-en/99)

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