COMUNIDAD ANDINA: Educación deficiente ayuda a desempleo juvenil

El alto desempleo juvenil en la Comunidad Andina de Naciones (CAN) obedece principalmente a una educación deficiente e incompleta, que genera una oferta de mano de obra no calificada procedente en su mayoría de los hogares más pobres, afirman expertos.

Estos jóvenes se encuentran atrapados en el círculo vicioso de empleos precarios, mal remunerados e inestables que los empuja hacia actividades ilícitas, drogadicción y pandillas, señala un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La investigación realizada en Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela reveló que los jóvenes pobres conforman el sector mayoritario de desempleados.

Este sector juvenil no terminó la educación secundaria o concurrió a colegios públicos con mala calidad educativa, ingresó al mercado laboral a una temprana edad y no tuvo acceso a la formación profesional, agrega el trabajo del Equipo Técnico Multidisciplinario para los Países Andinos de la OIT.

El documento elaborado por el grupo dirigido por Philippe Egger sostiene que la tasa de desempleo entre los jóvenes de entre 15 y 24 años es dos veces mayor que la de los adultos. Las mujeres jóvenes tienen aún más desventaja en el mercado laboral, ya que sufren más desempleo que los varones de su misma edad.

En 1997, la desocupación entre los jóvenes en las áreas urbanas de Colombia llegó a 26,4 por ciento, en Ecuador a 18,9 por ciento, en Perú a 13,2 por ciento y en Venezuela a 18 por ciento.

El desempleo juvenil en los cuatro países de la CAN, que también integra Bolivia, fue ese año en promedio 2,6 veces más alto que el de los adultos, afirma el estudio.

Pese a ello, estas cifras no alarman demasiado a los expertos, dado que siguen la tendencia general observada en casi todos los países, tanto en los industrializados como aquello en desarrollo.

La preocupación mayor se centra en la cantidad de jóvenes de los países andinos que ingresan al mercado laboral preparados de manera insuficiente, lo cual los diferencia de los de otras partes del mundo.

"La diferencia fundamental entre América Latina y otras regiones proviene del porcentaje de la población que tiene acceso a la educación secundaria", puntualiza el estudio.

Señala que, mientras en América Latina menos de 17 por ciento de la población adulta llegó a ese nivel medio de educación, en el este de Asia lo hace 28 por ciento.

"Los jóvenes desertan de las escuelas secundarias por el alto costo directo, por la presión de sus familias para que ingresen al mercado laboral y por la mala calidad de la enseñanza, que no logra retener la atención de los jóvenes con contenidos y métodos idóneos a sus preocupaciones", subraya el informe.

En un período de baja actividad económica, los jóvenes no encuentran empleo y si lo hacen lo pierden rápidamente, mientras que en períodos de crecimiento son los últimos en conseguir trabajo y, por ende, son los que conforman el verdadero problema del desempleo, agrega.

"Yo dejé el colegio porque no me servía para nada", aseguró Aquilino Sotomayor, un peruano de 16 años que estudió hasta segundo año de secundaria, lo cual equivale a solo siete años de educación.

"En la casa se necesitaba plata, al viejo (padre) lo despidieron de la chamba (trabajo) y mis hermanos más chicos tenían que seguir estudiando, así que decidí que como soy el mayor tenía que velar por ellos", dijo Sotomayor mientras espera algún cliente que requiera de sus servicios para cargar bultos.

El joven agregó que no piensa seguir mucho tiempo en ese trabajo, ya que "apenas cumpla 18 años saco mi brevete (permiso de conducir) y me empleo en un taxi".

De esta manera pasará a engrosar la fila de los subempleados, que según las autoridades representa 42 por ciento de la fuerza laboral de Perú, o la de trabajadores a medio tiempo.

Sotomayor es consciente que jamás podrá aspirar a más. "Necesito ganar plata, no desperdiciarla en algo que ni siquiera sé si me a servir para manejar un carro (automóvil), (para lo cual) no necesito saber mucho", afirmó al consultarlo sobre la posibilidad de continuar sus estudios de secundaria.

Tampoco ha oído hablar de los programas de formación laboral juvenil ni muestra interés cuando alguien le explica que está demostrado que, a menos años de instrucción, menores posibilidades de salir de la pobreza.

"Yo nací en la pobreza, ese será mi destino pues", agregó este adolescente, sin el menor atisbo de rencor en sus palabras.

El sacerdote jesuita Juan Julio Wicht, director del Centro de Estudios de Población de la Universidad del Pacífico, informó que 230.000 personas cada año comienzan a buscar empleo por primera vez.

"La pirámide de edades impone una presión muy fuerte entre el número de personas con alguna educación y otras con grado universitario que compiten por un puesto de trabajo", dijo.

Por su parte, el economista Ricardo Haussman, jefe del equipo de estudios económicos del Banco Interamericano de Desarrollo, indicó que la falta de calificación del trabajador latinoamericano es una de las causas principales de la caída del ingreso y del desempleo en la región.

Esa falta de calificación es la consecuencia del incremento en el abandono de las aulas ante la necesidad de buscar el sustento familiar, explicó.

Haussman agregó que la presencia de ese contingente de desempleados ayuda a la disminución de ingresos, porque cada vez más jóvenes con necesidad de empleo trabajan por menos salario del establecido en el mercado.

Para hacer frente a la falta de calificación surgieron en América Latina los programas especiales de capacitación laboral para jóvenes de hogares pobres.

Los planes más exitosos han sido los desarrollados en Argentina y Chile, que en cuatro años lograron capacitar alrededor de 100.000 jóvenes. Sin embargo en los países de la CAN los resultados son mucho más modestos.

En los dos últimos años se capacitó en Colombia a unos 10.500 jóvenes, mientras en Perú lo hizo solo la mitad de esa cifra, señala el informe de la OIT.

En cambio, el Ministerio de Trabajo peruano afirma haber instruido a casi 50.000 jóvenes.

Pero en esa cantidad se incluye a los que realizan prácticas preprofesionales a pedido de las empresas que, si bien están comprendidos en la categoría de jóvenes (15 a 24 años), no provienen precisamente de los estratos más pobres de la sociedad ni son los menos calificados para el trabajo. (FIN/IPS/zp/dm/lb/99

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