ARTHUR C. DANTO: La alegría de vivir después del fin del arte /Entrevistas de fin de siglo/

Quienes declararon un siglo atrás que cualquier cosa podía ser una obra de arte, y que cualquiera podía producirla, se proponían quebrar el mito romántico del artista como un ser único, un elegido. Pero no imaginaron que serían tomados al pie de la letra.

El pluralismo y la democratización del mundo actual del arte son la concreción de esa propuesta, que en su momento fue revulsiva y contraria al sistema y hoy se traduce en una discusión acerca del límite entre lo que es arte y lo que no lo es.

Arthur C. Danto (1924), profesor emérito de filosofía de la Universidad de Columbia, Nueva York, y también crítico de arte, es uno de los protagonistas de esa discusión. Su primer artículo sobre teoría del arte fue publicado en la década del 60.

Pero el gran estallido se produjo a principios de los 80, cuando publicó "El fin del arte", un artículo muy polémico sobre la situación y el destino de producción artística de la segunda mitad del siglo XX.

Danto se ha ocupado en los últimos 20 años del problema de fronteras entre el mundo "real" y el del arte, que no sólo sigue candente sino que además se complicó, porque proliferaron las líneas de trabajo que juegan a confundir, borrar, correr y volver a establecer ese límite, dejando al descubierto muchas arbitrariedades que se daban por sentadas.

Los aportes de artistas, críticos y teóricos del arte se nutren unos a otros, y en el cruce de su producción aparecen nuevas ideas para seguir profundizando en ese tema, central desde que se amplió el universo del arte. En ese punto de convergencia se centra el pensamiento de Danto.

¿En qué se diferencian los objetos que encuentra cualquiera en la calle o en el supermercado de cosas parecidas que presentan los artistas con el nombre de "ready made" u "objet trouvé"? La pregunta está vigente quizá desde que Marcel Duchamp mostró una pala, un urinario o un escurridor de botellas en un museo.

El arte pop, surgido en el taller del estadounidense Andy Warhol en la década del 60, cuando decidió pintar latas de sopas Campbell iguales a las reales o cajas de pomada Brillo casi idénticas a las del supermercado, terminó de consagrar la confusión.

Desde entonces, los límites son cada vez más difusos y podemos encontrar, en los museos más serios, y al lado de una pintura tradicional, varias ollas donde se cocinan diversos guisos, y algún cartel que garantiza que esa "obra" es de algún artista de renombre.

La práctica teórica y crítica de Danto es una herramienta esencial para desentrañar esa curiosa costumbre de confundirlo todo que se instaló en el arte del fin de siglo.

IPS: Usted es un caso raro, un filósofo que se convirtió en comunicador de masas. Lo más extraño es que eso ocurrió cuando se publicó su artículo "El fin del arte", a comienzos de los 80, y entonces la revista neoyorkina The Nation lo invitó a colaborar como crítico de arte. ¿Cómo explica usted esa paradoja?

DANTO: Siempre estuve cerca de los artistas y los sucesos del mundo del arte, pero hasta 1964 no había encontrado nada, entre los filósofos que escribieron sobre arte o estética, que sirviera para entender lo que estaba sucediendo en el arte contemporáneo.

En 1964, el arte pop, que me estremeció, resultó que le señaló un camino a la filosofía. Ese año escribí un ensayo, "El mundo del arte", que suele citarse como un punto de inflexión en el terreno de la investigación estética.

La pregunta básica era: ¿Cómo es posible que dos cosas se perciban como iguales y que una de ellas sea arte y la otra no? Tengo la sensación de que ese es un tipo de pregunta filosófica básica, y creo que uno puede manejarse con el arte igual que con el conocimiento y la ética.

IPS: Pero después de ese primer artículo, pasaron más de 10 años antes de que volviera a escribir algo sobre el tema.

DANTO: No volví a escribir sobre arte hasta fines de la década del 70, cuando publiqué un libro sobre filosofía del arte titulado "La transfiguración de lo banal", que no estaba escrito en el estilo filosófico requerido. Aspiraba a ser una comedia.

Y fue analizado fuera del mundo de la filosofía. En realidad, no me importaba lo que pensaran los filósofos sobre ese libro. Iba dirigido al mundo del arte.

Los filósofos seguían hurgando en los bosques de Kant y Hegel, Croce y Santayana. Y yo hablaba del arte de verdad. Así que ya era un comunicador de masas, para utilizar su expresión.

El éxito de "La transfiguración…" se tradujo en invitaciones de la prensa a escribir sobre arte. Soho News, por ejemplo, me pidió que participara en un simposio sobre el futuro del arte.

Yo estaba pensando en eso en aquel momento porque no creía que el arte que se estaba haciendo a comienzos de los 80, el neoexpresionismo, fuera el futuro en relación con las décadas del 60 y del 70.

Eso me llevó a preguntarme como debería haber sido el futuro, lo cual, a su vez, me hizo cuestionarme acerca del tipo de estructura que caracterizaba a la historia del arte. Finalmente, todo me llevó a pensar que el arte no tenía un futuro como el que uno creía.

IPS: Entonces se le ocurrió aquel título que causó conmoción y, sobre todo, mucho enojo entre los artistas.

DANTO: Escribí "El fin del arte", que fue publicado como el artículo central del libro, y los demás se convirtieron en comentarios y críticas. Eso ocurrió en 1984, el mismo año en el cual The Nation me invitó a trabajar como crítico de arte.

La paradoja que usted plantea debe ser: ¿cómo se puede escribir crítica de arte cuando se piensa que el arte llegó a su fin?

El "final" que yo tenía en mente era el de una narrativa interna a la historia del arte. Era como el relato hubiera llegado a su fin, como cualquier otro. Pero, al igual que los protagonisas de los relatos, la vida continúa aunque el cuento se termina. Llegar al final no quiere decir detenerse.

El hecho de que haya una cantidad de obras de arte sobre las cuales escribir como crítico es coherente con el advenimiento del fin del arte. Lo único que se descarta es la crítica basada en una ideología que conocemos, y que estipula la dirección que debe tomar el arte.

El fin del arte significa un pluralismo radical, que no permite la existencia de una sola dirección posible. No existe esa dirección. Todo es posible. Y eso permite desarrollar un tipo de crítica que toma y analiza cada cosa a medida que surge. (sigue-2/E

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