/BOLETIN-AMBIENTE/ CAMBIO CLIMATICO: Estados Unidos y Unión Europea divididos

Las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático comenzaron esta semana la tercera jornada de su sexta conferencia en medio de una disputa entre Estados Unidos y la Unión Europea sobre las medidas para detener el efecto invernadero.

Estados Unidos se aferra al propuesto mecanismo del intercambio de emisiones para poder cumplir con los objetivos de reducción de los llamados gases de invernadero fijados en el Protocolo de Kyoto, en la tercera conferencia de las partes (1997).

Los llamados gases de invernadero, generados principalmente por la quema de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo, causan el recalentamiento de la atmósfera terrestre, que provoca graves trastornos climáticos y catástrofes naturales.

La propuesta de Estados Unidos, el mayor emisor de dióxido de carbono, le permitiría producir grandes cantidades ese gas (el principal gas invernadero) y compensar esas emisiones con «sumideros» de carbono, es decir, plantaciones forestales y tierras agrícolas.

Por otra parte, la Unión Europea pretende que las naciones industrializadas asuman el liderazgo de la lucha contra el cambio climático y reduzcan sus emisiones mediante políticas domésticas.

Los 15 países miembros del bloque europeo acordaron la semana pasada presentar un frente unido en favor de los objetivos de reducción de emisiones establecidos en la Convención sobre Cambio Climático.

Jan Pronk, ministro de Ambiente de Holanda y presidente de la conferencia, destacó que los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas, la agricultura y la salud son irreversibles.

«No podemos demorarnos en este asunto, o ciertamente viviremos para lamentarlo», advirtió Pronk.

Además, «es paradójico que los países en desarrollo, los menos culpables por el efecto invernadero, sufran las consecuencias más devastadoras», agregó, en medio del aplauso de representantes de Africa, Asia y el Caribe.

El Protocolo de Kyoto prevé el intercambio internacional de toneladas de gases de invernadero como forma de reducir el costo de la reducción de las emisiones.

La idea es que los países industrializados que reduzcan sus emisiones más de lo requerido en el protocolo puedan vender ese «exceso» de reducción en forma de créditos a aquellos países que encuentren más dificultades para cumplir con las metas fijadas.

Pero esta posibilidad hace temer que ciertos países, en especial Rusia y Ucrania, puedan cumplir sus objetivos con un esfuerzo mínimo y vender enormes cantidades de créditos de emisiones, conocidas como «aire caliente», a otros.

Eso reduciría la presión sobre los países industrializados para realizar reducciones domésticas y modificar la tendencia a largo plazo en su propia producción de gases de invernadero. Se trata justamente de la posibilidad que Estados Unidos quiere aprovechar.

Pero el régimen de intercambio de emisiones no es la única causa de disputa en La Haya. También lo son los otros dos mecanismos de flexibilidad, es decir, el mecanismo de desarrollo limpio y la cooperación Norte-Sur.

Aunque sólo los países industrializados tienen cifras y plazos establecidos para la reducción de sus emisiones, las naciones en desarrollo tienen un papel importante a desempeñar en la promoción del desarrollo sustentable, que permitiría un crecimiento económico con baja producción de gases de invernadero.

Para fortalecer la capacidad de desarrollo sustentable del Sur, es necesario un acuerdo sobre cooperación técnica y financiera.

Michael Zammit Cutajar, secretario ejecutivo de la Convención sobre Cambio Climático, destacó que la conferencia de La Haya será un éxito si otorga a las naciones en desarrollo «apoyo a sus esfuerzos para detener el cambio climático».

Otro resultado positivo sería «que los países industrializados, de cuya ratificación depende la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto, declararan que el resultado de la sexta conferencia vuelve 'ratificable' el protocolo», dijo.

Para entrar en vigencia, el Protocolo de Kyoto requiere la ratificación de 55 partes de la Convención sobre Cambio Climático, entre ellas naciones industrializadas que representen al menos 55 por ciento del total de emisiones de dióxido de carbono en 1990.

La ratificación obligaría a los países industrializados a reducir sus emisiones en un promedio de cinco por ciento respecto de los niveles de 1990 entre los años 2008 y 2012.

Hasta ahora, sólo 30 países, todos en desarrollo, han ratificado el protocolo.

El daño causado por el cambio climático agrava las desigualdades socioeconómicas, porque los más pobres viven en las zonas más secas, menos productivas y más vulnerables del planeta, que son las primeras afectadas y las menos capaces de defenderse.

Este hecho fue destacado en un informe de la organización ambientalista Amigos de la Tierra.

Aunque ningún fenómeno climático individual puede atribuirse directamente al efecto invernadero, los testimonios de sobrevivientes del huracán Mitch, que devastó América Central en 1998, y de las inundaciones del año pasado en Mozambique ofrecen una aterradora visión de lo que podría ser el futuro.

«La gente continuará expuesta a riesgos inaceptables mientras los gobiernos ignoren la inmediatez del peligro que presenta el cambio climático provocado por los seres humanos», advirtió Amigos de la Tierra. (FIN/IPS/tra-en/jrc/da/mlm/en/00

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