PAKISTAN: Preocupación por miles de desaparecidos en Afganistán

Unos 10.000 pakistaníes fueron a Afganistán en los últimos meses para combatir junto con el movimiento Talibán. Algunos murieron o han regresado a sus hogares, pero el paradero de miles es ignorado por sus familias.

Shamsur Rehman, de casi 60 años de edad, vive en la aldea montañesa de Talash, en la región pakistaní de Malakand, de la Provincia de la Frontera Noroccidental, y perdió en Afganistán a su hijo Mohammad, de 23 años y estudiante universitario.

Mohammad y otros miles de voluntarios de la pakistaní Provincia de la Frontera Noroccidental se trasladaron a Afganistán en noviembre para apoyar al Talibán, fundamentalista islámico, que controlaba la mayor parte del territorio afgano.

Desde el 7 de octubre Estados Unidos y sus aliados bombardearon posiciones del Talibán, luego de que ese movimiento se negara a entregar al saudita Osama bin Laden, a quien el gobierno estadounidense considera responsable de los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.

Los bombardeos permitieron el avance de la afgana Alianza del Norte, y el Talibán comenzó en noviembre una serie de retiradas y capitulaciones que terminaron con su rendición total la semana pasada.

Unos 10.000 voluntarios pakistaníes, muchos de ellos de tribus vinculadas con el Talibán por motivos étnicos o religiosos, decidieron convertirse en «mujaidines» (combatientes sagrado) e ingresaron a territorio afgano el mes pasado, en respuesta a una convocatoria a la «jihad» (guerra santa) contra Estados Unidos.

Esa convocatoria fue lanzada por el maulana (clérigo musulmán) Sufi Mohammad, líder del movimiento fundamentalista Tehrik-Nifaz-e- Shariat-e-Mohammadi (TNSM), que aboga por la aplicación de la ley islámica en Malakand y practicó la lucha armada en los años 90 con ese objetivo.

Líderes religiosos locales apoyaron el llamado del TNSM y se dirigieron hacia Afganistán armados y encabezados por Sufi Mohammad, quien proclamó antes de entrar al país vecino que la «jihad» contra Estados Unidos era obligatoria para todos los musulmanes.

El clérigo regresó a Pakistán antes de que terminara noviembre, fue arrestado por introducir armas pesadas al país, y se le condenó a tres años de prisión, al igual que a 30 de sus seguidores, en un juicio que duró pocas horas.

Combatientes de la Alianza del Norte mataron al hijo de Shamsur Rehman cerca de la nororiental ciudad afgana de Sarobi, cuando el joven, herido en Kabul, se dirigía a Jalalabad, unos 70 kilómetros al este de Sarobi, para recibir tratamiento médico, dijo a su padre un testigo ocular de esa muerte.

«Mi hijo había ido a Afganistán a luchar contra soldados de Estados Unidos, no contra afganos. La gente de la Alianza del Norte debería a los combatientes que captura como a prisionerros de guerra», dijo a IPS Shamsur Rehman.

Otros «mujaidines» regresaron a Pakistán con amargas experiencias.

Haji Dawa Noor, activista del TNSM, contó a IPS que condujo hacia Afganistán a un grupo de 450 pakistaníes, y que el Talibán envió a Jalalabad a 200 de ellos, por considerarlos físicamente ineptos para combatir.

Los restantes 250 llegaron a Kabul, y 35 de ellos fueron seleccionados para luchar contra la Alianza del Norte en la septentrional ciudad de Mazar-e-Sharif, pero acababan de llegar allí cuando se les ordenó regresar sin entrar en combate, poco antes de que esa ciudad se rindiera el 9 de noviembre.

Dawa expresó su rabia contra comandantes del Talibán por no haber confiado en absoluto en los combatientes congregados por el TNSM.

«En todos los lugares a los que fuimos, el Talibán se rindió sin combatir», enfatizó.

El descontento llevó a Dawa a deshacerse de sus armas, hacerse pasar por refugiado afgano y regresar a Pakistán.

Las familias de muchos pakistaníes que decidieron convertirse en «mujaidines» ignoran qué les sucedió en Afganistán.

Faizul Hassan, propietario de un pequeño comercio en Talash, busca con desesperación noticias de su padre, activista del TNSM y ex soldado, quien se comunicó con él por última vez por teléfono, desde Mazar-e-Sharif, un día antes de la capitulación de esa ciudad.

La preocupación de los familiares de «mujaidines» aumentó desde que comenzaron a llegar al país noticias sobre asesinatos masivos de combatientes no afganos cometidos por integrantes de la Alianza del Norte.

El maulana Qiyammudin, portavoz del TNSM, ha dicho que esa organización ignora el paradero de unos 2.500 o 3.000 activistas de la misma que ingresaron a Afganistán el mes pasado.

Es posible que cientos de pakistaníes sean prisioneros de la Alianza del Norte. Informes provenientes del distrito afgano de Khewa, al norte de Jalalabad indicaron que unos 100 pakistaníes están detenidos allí, en condiciones miserables.

La llegada al país de los primeros cadáveres de «mujaidines» se acompañó de informes no confirmados sobre pedidos de rescate por otros de algunos comandantes de la Alianza del Norte.

La Alianza del Norte está integrada por grupos étnicos minoritarios y enemistados con la mayoritaria etnia afgana de los pashtun o patanes, predominante en el Talibán y a la cual pertenecen muchos de los pakistaníes que fueron a combatir en territorio afgano.

Además, muchos integrantes de la Alianza del Norte odian a los combatientes de otros países que apoyaron al Talibán, y en especial a los pakistaníes, debido al apoyo brindado al Talibán durante años por Islamabad.

En los últimos días, líderes afganos residentes en Pakistán enviaron a Kabul una delegación encargada de averiguar el paradero de los «mujaidines» pakistaníes desaparecidos y procurar la liberación de quienes sean prisioneros, a pedido de las familias de esos combatientes.

Las gestiones de los líderes afganos lograron la liberación de 12 personas que regresaron al país el domingo.

Habitantes de Malakand formaron el Movimiento por la Protección de Musulmanes y Patanes, que busca la liberación de los prisioneros pakistaníes en Afganistán, y algunos de ellos han declarado que están dispuestos a tomar represalias contra refugiados afganos en Pakistán si no logran su propósito.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refuguiados instó la semana pasada «a todas las partes en Pakistán y Afganistán a respetar los derechos y la dignidad de quienes están en situación minoritaria por causas étnicas, tribales o políticas», mediante una portavoz en Islamabad.

El gobierno pakistanía ha aprovechado la coyuntura para adoptar medidas contra los extremistas islámicos, que incluyen las condenas a prisión de Sufi Mohammad y de otrios líderes religiosos, así como la decisión de arrestar y someter a juicio a todas las personas que hayan ido a combatir a Afganistán.

El gobernante militar Pervez Musharraf prepara además un proyecto de ley para controlar e integrar al sistema educativo común a unas 6.500 escuelas religiosas musulmanas en las cuales se imparten doctrinas fundamentalistas. (FIN/IPS/tra-eng/ny/js/mp/ip hd/01

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