(Arte y Cultura) MUSICA-CUBA: El sentimiento se quedó sin voz

Si algo le gustaba a Elena Burke era cantar y gozar la vida. Quizás por eso, cuando ya el sida ni siquiera la dejaba andar, aparecía en su silla de ruedas, con alguna vieja libreta de canciones y su voz de siempre.

Como hasta hace muy poco, sus admiradores la esperaban aún en el Gato Tuerto, un centro nocturno de La Habana que había hecho suyo, cuando el 10 de este mes se supo que había muerto Elena Burke, la Señora Sentimiento de la canción cubana.

”Estoy que me doy”, había dicho una vez a su público, en pleno concierto. Cantaba ”lo que me gusta y nada más”, ”el relajo me encanta, decir una palabra que no viene bien”, disfrutar de un buen tango, tomar un roncito, ver televisión, creer en todo.

Interrumpía un texto, hablaba más que cantaba una palabra, actuaba una melodía, acentuaba un sentimiento, cambiaba constantemente la manera de hacer una canción. Así cantó hasta su muerte, a los 74 años.

”Soy así”, solía decir a los periodistas, porque si algo no le gustaba era dar entrevistas o viajar por el mundo. Tampoco quiso nunca hablar del virus de inmunodeficiencia humana (VIH, causante del sida) que portaba desde principios de los años 90.

”No pudo más, aunque pudo demasiado con esa inmunodeficiencia fatal que le destrozó la sangre, no la canción, en estos últimos años”, escribió el periodista Pedro de la Hoz en el diario Granma, portavoz del gobernante Partido Comunista.

En un intento por seguirla, los cientos de personas que asistieron a su entierro dejaron a un lado las palabras tristes y entonaron ”Para vivir”, canción del cantautor cubano Pablo Milanés que ella popularizó a finales de los años 60.

Nacida el 28 de febrero de 1928 en La Habana, Ramona Elena Burguez González, como realmente le llamaron sus padres, era muy niña y ya jugaba cantando: imitaba a la argentina Libertad Lamarque, porque siempre amó el tango.

Le gustaba contar que un día, cuando apenas tenía nueve años, se olvidó de una medicina que debía comprar para un tío enfermo y se fue bailando al ritmo de los tambores de una comparsa que recorría las calles de La Habana.

Con ese mismo espíritu, Burke no hizo el menor caso a los jurados que le sonaron tres veces la campana de la desaprobación en concursos de aficionados en Cuba y ya en la década del 40 comenzaba a ser una voz imprescindible de la canción cubana.

Tras integrar numerosas agrupaciones de la época como Mulatas de Fuego y Las D'Aida, en 1958 empezó a cantar como solista. Para esa época ya se hablaba de ella como representante del movimiento del feeling (sentimiento) de la canción cubana.

El feeling fue el resultado de una fusión de la trova tradicional cubana y del bolero con otras manifestaciones de la música que se hacía entonces en Estados Unidos. Como decían sus cultores, lo esencial era ”cantar con fílin”.

Y ella era ”sentimiento a toda voz”, según Omara Portuondo, la voz femenina del disco ”Buena Vista Social Club”. Vibraba con las canciones de César Portillo de la Luz (”Contigo en la distancia”), José Antonio Méndez (”Novia mía”) e Isolina Carrillo (”Dos gardenias”).

La década del 60 fue quizás su momento de mayor auge. Viajó por medio mundo, cantó en el XII Festival de la Canción de Viña del Mar (1964), en la clausura del Festival Cinematográfico de Cannes (1964), en la Expo '67 de Japón y en el II Festival del Disco de México (1969).

En aquellos días, por primera vez incluyó en un concierto en La Habana ”Para vivir”, de Milanés, y ”Hay un grupo que dice”, de Silvio Rodríguez, dos cantautores que entonces se enfrentaban con no pocas incomprensiones por su afán de hacer ”una nueva canción”.

De su justeza también dio fe el compositor cubano Meme Solís, radicado en Nueva York. ”En mis tiempos difíciles (tras solicitar permiso para abandonar Cuba), nunca me cerró las puertas de su casa” y ”seguía cantando mis canciones”, afirmó Solís.

Eran los primeros años de la Revolución Cubana, cuando emigrar era visto como una traición a la patria. Si se trataba de un escritor o artista, entonces la sentencia alcanzaba también a su obra, que dejaba de divulgarse.

”Siempre fue categórica para todo, porque obró sin hipocresías, porque nada era fingido en ella, sino auténtico, porque vivió la vida como la sintió”, dijo Portillo. ”Nos ha dejado cantando aquello de que me quiten lo baila'o”, agregó.

De Cuba, Burke pensaba que era ”la vida misma”. ”Ve para afuera y estate un tiempo pa' que veas”, le aseguró a un reportero en 1997 cuando, tras una estancia en México y sintiéndose enferma, regresó a la isla.

Ese mismo año hizo su última gira internacional, por Japón. ”Cantaba ya como terapia”, dijo Malena Burke, su única hija que vive en la ciudad estadounidense de Miami y logró llegar a tiempo para el entierro en La Habana.

”Ha muerto Elena”, le dijeron al poeta Bladimir Zamora y fue suficiente para entender que había perdido definitivamente ”su gracioso genio para salir a cantar íntima a las multitudes o para compartir en un cruce de calles un chiste criollo”.

Para el poeta, el ”cuerpo gozador” de la Señora Sentimiento ”comienza a entrar en la leyenda”. Pero, para ”nuestra suerte”, lo más seguro es que ”Elena no nos deje de cantar, sensual y de pie en la sobrevida”. ”Ella es ahora la voz”, dijo Zamora. (FIN/IPS/da/mj/cr/02

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