CHILE: Fin a discriminación de estudiantes embarazadas

A los 16 años, Ruth Muñoz fue expulsada del colegio en Santiago de Chile por estar embarazada, pero tuvo suerte y logró terminar su educación media en un centro especial para madres precoces creado con apoyo de las Naciones Unidas.

Unas 10.000 adolescentes que abandonan cada año la enseñanza media en Chile como consecuencia de embarazos, estarán protegidas desde ahora por una norma expedida por el gobierno, que prohíbe todo tipo de discriminación en su contra.

En abril entrará en vigencia una reglamentación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, que regula el estatuto de las alumnas embarazadas o madres lactantes, anunció el lunes el ministro de Educación, Sergio Bitar, en el Día Internacional de la Mujer.

La maternidad precoz ha sido un factor de conflicto en la educación chilena por la expulsión de alumnas embarazadas de colegios privados administrados por congregaciones religiosas, vinculadas fundamentalmente a la Iglesia Católica.

Cuando fue ministro de Educación, entre 1990 y 1994, el actual presidente Ricardo Lagos dispuso que los establecimientos públicos debían mantener en las aulas a las adolescentes encintas, pero la medida no pudo extenderse a la educación privada.

La inexistencia de una norma general y obligatoria para todo el sistema educacional impidió hasta ahora revertir las expulsiones, aun cuando los padres de las alumnas recurrieran a los tribunales.

Así ocurrió con Carolina Jara, de 16 años, y Nataly Catalán, de 15, a quienes el Instituto Comercial Blas Cañas de Santiago, vinculado a la Universidad Católica, canceló sus matrículas por estar embarazadas.

Las autoridades del colegio no revirtieron la medida, pese a que los progenitores de ambas entablaron una demanda legal con base en preceptos constitucionales que garantizan el derecho a la educación y prohíben prácticas discriminatorias.

Con la nueva norma se acaba la discrecionalidad.

El reglamento expedido por Bitar determina que a las jóvenes embarazadas o a las que hayan sido madres no se les podrá negar, condicionar ni cancelar su matrícula, aun cuando su asistencia no supere 85 por ciento de los días de clase.

Además, los colegios deben facilitar a las estudiantes madres la tarea de amamantar a sus hijas o hijos en los horarios correspondientes.

Las adolescentes embarazadas podrán adaptar el uniforme obligatorio de la enseñanza básica y media a su condición física, y no se las podrá excluir de graduaciones u otros actos públicos, a la vez que mantendrán el seguro escolar, según el nuevo reglamento.

”La tarea principal es la educación sexual para postergar el embarazo. Pero producido éste, nuestra responsabilidad es dar todas las facilidades para que la niña pueda seguir estudiando”, señaló el ministro de Educación.

Chile tiene un sistema educativo de ocho años de enseñanza básica y cuatro de media. En esta última, según encuestas de 2000, diez por ciento de la deserción se debe a embarazos adolescentes.

El último censo decenal de población, de 2002, estableció así mismo que 12 por ciento de las jóvenes chilenas entre 15 y 19 años de edad tienen hijos y que siete de cada 10 adolescentes embarazadas abandonan la enseñanza.

La deserción escolar se debe en parte a las expulsiones, pero también en buena medida al temor de las adolescentes a verse expuestas al castigo social de sus pares, ante lo cual optan por alejarse de su colegio.

”Cuando se me comenzó a notar la 'guatita' (vientre), mucha gente me miraba y me decían cosas. En vez de apoyarte en el problema, te lo agravan. Si te subes a la micro (autobús) te miran raro cuando pagas el pasaje escolar”, dijo Ruth Muñoz a IPS.

Muñoz pudo continuar sus estudios durante el embarazo en el Liceo Unidad Operativa de Educación y Capacitación, en el sector norte de Santiago, creado para dar educación a madres precoces a través de un proyecto apoyado por el FNUAP (Fondo de Población de la Organización de Naciones Unidas).

La mayoría de las jóvenes que desertan por un embarazo jamás vuelven a estudiar, absorbidas primero por la maternidad y luego por la necesidad de trabajar, ya que en un alto porcentaje se convierten en madres solteras.

Carolina Opazo, vendedora de una tienda de música, contó a IPS que cinco años atrás, con un embarazo de cuatro meses, abandonó sus estudios en el último curso de enseñanza media.

”Tuve que salirme del colegio para dar a luz a mi hijo Javier. Una vez que el niño nació, el adiós a los estudios fue definitivo. La única solución habría sido abortar, pero nunca consideré esa posibilidad”, dijo Opazo, de 21 años.

El reglamento que pone fin a la discriminación debería posibilitar una disminución de los abortos.

En Chile el aborto está prohibido incluso con fines terapéuticos, pero se estima que cada año se practican unos 200.000 en forma clandestina.

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