HAITI: Revive ejército disuelto por abusos

Una decena de soldados del antiguo ejército de Haití, disuelto hace 10 años por violaciones a los derechos humanos, desfilan por las calles de esta empobrecida ciudad portuaria al grito improbable de ”¡Larga vida al ejército haitiano!”.

El despliegue de fuerza fue precedido por una serie de desfiles y tomas de edificios al menos en seis ciudades de este país caribeño, desde la semana pasada.

Grupos de ex soldados fuertemente armados ocupan ahora estaciones de policía y otros edificios públicos en Petit-Goave, Cap-Haitien, St. Marc, Hinche y varias localidades en la meseta central de Haití. En algunos casos, expulsaron a la policía, y al menos en una localidad tomaron el cuartel policial y pintaron sus paredes azules y blancas de amarillo, el color tradicional de los edificios del ejército.

Así, Haití es una vez más un polvorín. Además de las bandas criminales, existen en el país tres cuerpos armados desplegados: los ex soldados, la desmoralizada y debilitada Policía Nacional Haitiana, y unos 2.750 cascos azules de la Organización de las Naciones Unidas.

Aunque todavía no ha habido enfrentamientos armados directos, se ha estado muy cerca.
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El gobierno interino instalado tras el abrupto fin del gobierno de Jean Bertrand Aristide, el pasado febrero, condenó las acciones de los ex soldados, pero emitió mensajes contradictorios.

El ministro de Justicia, Bernard Gousse, declaró la semana pasada que las tomas de edificios eran ”sospechosas” y que los ex soldados trataban de ”dañar el prestigio y la dignidad del gobierno”, pero también dijo que serían bienvenidos en la policía.

El gobierno estableció esta semana una nueva comisión para ”negociar” con los ex soldados, pero anunció que la policía y la misión de paz de la ONU retomarían ”en cualquier momento” el control de los edificios gubernamentales.

La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) no confirmó ese anuncio.

”No tenemos ningún comentario que hacer sobre este asunto porque es un problema del gobierno. No es problema de la Minustah”, declaró a IPS el portavoz de la misión, Toussaint Kongo-Doudou. ”Este es un problema de Haití”, agregó.

Hace sólo una década, los soldados vestidos de caqui eran temidos y despreciados, pero hoy la actitud de la población parece ser diferente.

El miércoles, la mayoría de los habitantes de St. Marc se limitaban a observar a los hombres fuertemente armados desde sus pórticos, pero varios cientos bailaban y cantaban alrededor de ellos, bajo las narices de la policía.

”¡Ese es mi ejército! ¡Esos son los hombres en quienes confiamos!”, gritaba una mujer de unos 70 años que acompañaba el desfile.

”Si llamamos a la policía, nos dicen que no pueden venir”, cantaba un grupo de jóvenes.

Los haitianos sienten escaso respeto y aun desdén por la joven fuerza policial, fundada en 1994, que fue criticada por violaciones a los derechos humanos y ha estado implicada en negocios del narcotráfico.

”Estamos aquí porque la población nos lo pidió. Estamos aquí para dar seguridad al pueblo. Queremos que nos devuelvan nuestro salario de 10 años y que reconstituyan el ejército”, declaró a IPS el ex teniente primero Wilfrid Corisma.

Los jóvenes a su alrededor lo vivaban, mientras los ex soldados blandían rifles semiautomáticos M-14, M-16, AK-47 y granadas de mano.

Aristide disolvió las Fuerzas Armadas de más de 7.200 miembros hace casi 10 años, cuando fue reinstaurado en el poder con la ayuda de Estados Unidos después de haber sido desplazado de la presidencia durante tres años, entre 1991 y 1994, por un golpe militar que dejó entre 3.000 y 5.000 muertos.

La desintegración del cuerpo fue posible por la presencia militar de 22.000 soldados estadounidenses y respondió a décadas de torturas, asesinatos y golpes de Estado de los militares.

Infantes de marina de Estados Unidos formaron las Fuerzas Armadas durante la primera ocupación estadounidense de Haití (1915-1934). El ejército y 515 ”jefes de sección” rurales controlaron durante décadas una maquinaria de represión, integrada por espías y matones, que aterrorizaba a la población con su propio sistema fiscal y penal.

Luego de la disolución, el parlamento debía modificar la Constitución para eliminar el ejército, pero una combinación de enfrentamientos internos e incompetencia postergó la medida en forma indefinida.

A fines de 2002, un grupo de ex soldados lanzaron ataques contra la policía y otras instituciones desde la frontera con República Dominicana. En febrero de 2004, esos mismos hombres integraban los grupos ”rebeldes” que iban de una ciudad a otra atacando a la policía y a los partidarios de Aristide e incendiando edificios públicos.

Mientras los rebeldes avanzaban sobre la capital Puerto Príncipe, Aristide fue transportado el 29 de febrero a República Centroafricana en un vuelo especial de Estados Unidos. Desde entonces, el ex mandatario se radicó primero en Jamaica y luego en Sudáfrica.

Aristide afirma que fue secuestrado por infantes de Marina estadounidenses y que no renunció por su propia voluntad, como aseguran funcionarios de Washington, sino que fue obligado a firmar el documento de renuncia.

El gobierno provisional rápidamente instalado tras la caída de Aristide nunca arrestó a ninguno de los ex soldados ni a otros rebeldes. El primer ministro Gerard Latortue los llegó a llamar ”combatientes por la libertad”, un comentario que causó polémica en Haití y en el exterior.

Desde la caída de Aristide, los ex soldados controlan puestos de vigilancia, patrullan calles, a veces en vehículos del Estado, y algunos han cometido delitos menores.

El ex teniente y ex rebelde Ramissainthe Ravix, líder autodesignado del movimiento de los antiguos soldados, se ha trasladado de una ciudad a otra a voluntad.

”El gobierno no necesita reconstituirnos”, dijo Ravix a IPS después de que sus hombres tomaran la estación de policía de Petit-Goave la semana pasada. ”Ya estamos aquí, y siempre hemos estado. Lo único que el gobierno debe hacer es pagarnos los 10 años atrasados más siete meses que nos deben y dejarnos hacer nuestro trabajo”, declaró.

Ravix también advirtió que ni él ni sus soldados tienen intención de entregar las armas antes del plazo del 15 de septiembre anunciado por el primer ministro en agosto.

”Ese plazo no es aplicable, porque nuestra existencia está de acuerdo con la Constitución”, dijo.

Mientras, grupos de derechos humanos se oponen al retorno de las Fuerzas Armadas.

”Durante toda la historia de Haití, han sido un medio de represión, un instrumento contrario al pueblo”, manifestó Eliphaite St. Pierre, secretario general de la Plataforma de Organizaciones Haitianas por los Derechos Humanos, que reúne a nueve grupos.

St. Pierre se quejó de la ambigüedad de los políticos que antes lucharon por la disolución del ejército. ”Van para donde sopla el viento. No tienen principios”, lamentó.

El ex legislador Samuel Madistin afirmó que el problema del ejército forma parte de una crisis más amplia en Haití y es un síntoma ”de la insatisfacción general de la población con el manejo de la transición”..

Los secuestros y asesinatos continúan, y el ex soldado y líder paramilitar Jodel Chamblain, acusado de graves violaciones a los derechos humanos durante la dictadura de 1991-1994, fue hallado ”inocente” en un juicio que la mayoría de los observadores consideraron fraguado, señaló Madistin.

”Todo esto demuestra que se debe reevaluar la transición. Necesitamos un grupo de gobernantes que pueda tomar decisiones fuertes y solucionar realmente los problemas de Haití. Estos tecnócratas no cuentan con un mínimo apoyo popular”, dijo a IPS.

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