EEUU: El negocio ya no es Iraq, sino Nueva Orleans

El día en que el huracán Katrina impactó en el sudoriental estado de Louisiana, Robert Boh vio las imágenes del desastre en la casa de sus familiares en el cercano estado de Arkansas, donde se había trasladado buscando refugio.

Como presidente de la mayor compañía de construcción en Nueva Orleans, estaba confiado en que cientos de miles de diques que él y sus competidores habían edificado en la ciudad durante décadas controlarían las inundaciones.

"Nunca se me ocurrió" que el canal de la calle 17 cedería, dijo Boh. "Me quedé impactado".

Al otro día, los teléfonos comenzaron a sonar. Una de las llamadas era del Cuerpo de Ingenieros del Ejército para solicitar la reparación de los diques y el sistema de alcantarillado de la ciudad.

Imposibilitado de acceder a su oficina en Nueva Orleans, ya que el agua cubría hasta el primer piso del edificio, Boh se trasladó a la cercana localidad de Baton Rouge para tratar de ayudar a salvar a la ciudad donde su padre se inició en el negocio de la construcción hace 96 años.
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Helicópteros militares Blackhawk y Chinook lanzaron sacos de arena sobre las brechas en los diques, mientras los empleados de la empresa Boh Brothers trababan contrarreloj.

El desastre provocado por Katrina supuso un gran impulso financiero para las empresas constructoras de Nueva Orleans. Los contratos y el dinero federal llegó a raudales y Boh Brothers fue una de las mayores beneficiadas.

Luego de hacer las reparaciones de emergencia, Boh Brothers fue subcontratada para expulsar el agua estancada en la ciudad por el Grupo Shaw, firma con muchos vínculos con el gobierno y que había trabajado en la reconstrucción de Iraq.

Luego, el estado de Louisiana firmó un contrato por 30,9 millones de dólares con Boh Brothers para reparar un puente interestatal dañado por el huracán.

Sin embargo, este contrato es muy pequeño si se lo compara con los miles de millones de dólares destinados a los gigantes de la industria: Halliburton, Bechtel y Flour.

La Agencia Federal para la Administración de Emergencias (FEMA) y el Ejército destinaron en total unos 62.500 millones de dólares en asistencia a los sureños estados de Alabama, Louisiana y Mississippi, sin incluir los gastos en la reconstrucción de diques. Esto significó una gran atracción para las firmas constructoras.

"Hay una gran similitud entre las ganancias por una guerra y las ganancias por un desastre" natural, dijo Danielle Brian, directora del grupo Proyecto para Supervisar el Gobierno.

Brian subrayó que Joseph Allbaugh, ex jefe de campaña del presidente George W. Bush y ex director de la FEMA, es ahora asesor tanto del Grupo Shaw como de Halliburton, empresa de la que fue gerente general el actual vicepresidente Dick Cheney.

Sin embargo, la portavoz de Halliburton, Melissa Norcross, aseguró que Allbaugh no ha sido "consultado sobre ningún contrato específico que esté considerando la compañía".

"Estamos preocupados porque hemos escuchado de muchos contratos en las áreas afectadas por Katrina con las mismas compañías que fueron a Iraq, sin el tipo de transparencia que siempre demandamos", afirmó el senador Richard Durbin, del opositor Partido Demócrata.

La entrega de contratos para la reconstrucción de Iraq estuvo caracterizada por falta de transparencia, corrupción e ineficacia. Sin embargo, los contratos más importantes para reparar Nueva Orleans fueron ganados por las mismas compañías, que gozan de fuertes vínculos con el gobierno.

Y tampoco parece coincidencia que sean las mismas personas dentro del Cuerpo de Ingenieros del Ejército las que otorgan estos contratos y de la misma manera: por tiempo ilimitado, en forma rápida y con pocas exigencias.

El comandante del Cuerpo, Carl Strock, y el brigadier Robert Crear, trabajaron en 2003 en el Proyecto para Restaurar el Petróleo Iraquí, el tristemente célebre contrato de Halliburton.

Strock fue una de las cinco personas que el 1 de septiembre de 2003, en una reunión secreta en Bagdad, votó a favor de pagarle a Halliburton 500 millones de dólares de las propias arcas de Iraq para ese proyecto. Ningún iraquí pudo participar de ese encuentro.

Al presidir el 26 de febrero de 2003 una reunión en el Pentágono (sede del Departamento de Defensa) para estudiar la viabilidad de ese proyecto, Strock ganó cierta notoriedad. Menos de tres semanas después de que fue firmado el contrato con Halliburton, él y Crear posaron para fotos con representantes de la empresa en los campos petroleros de Al Zubair, al sur de Iraq.

Cuando Bunnatine Greenhouse, una funcionaria del Ejército, reveló los detalles detrás de los contratos que Halliburton había ganado en Iraq, Strock se encargó de que fuera degradada a pesar de su excelente historial en 23 años de servicio.

Greenhouse fue privada de su posición dentro de la elite del Servicio Ejecutivo Senior (SES), grupo de funcionarios elegidos rigurosamente para asumir cargos técnicos y gerenciales estratégicos.

"La expulsión de Greenhouse del SES está basado en su desempeño, y no se trata de una represalia por ninguna revelación de supuestas irregularidades", dijo Strock a la prensa entonces.

Halliburton obtuvo ganancias en Iraq por más de 12.000 millones de dólares. Una serie de auditorías divulgadas por el Partido Demócrata en junio mostraron que la empresa hizo gastos "cuestionables" por 1.003 millones de dólares.

Hoy, Strock y Crear están de regreso en el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, supervisando contratos de emergencia tras el huracán Katrina en colaboración con la FEMA y la Armada.

El 15 de septiembre se dio un paso importante para solucionar el problema de los contratos con la creación de un inspector general del Departamento de Seguridad Interna para investigar supuestos casos de corrupción y fraude en los proyectos lanzados después de Katrina.

El mismo día, los senadores demócratas Joseph Lieberman y Susan Collins presentaron un proyecto de ley en el Congreso que le concede poderes al inspector general de la reconstrucción de Iraq para supervisar los gastos en los proyectos en infraestructura en ese país.

*Pratap Chatterjee es el editor jefe de la organización no gubernamental CorpWatch.

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