SIDA: El Islam progresista es mejor que el Vaticano

Los musulmanes no son ni mejores ni peores que nadie para responder al sida, pero en su forma progresista, el Islam está mejor situado para hacerlo que el Vaticano, opina Farid Esack, académico sudafricano en estudios coránicos y militante contra el síndrome de inmunodeficiencia adquirida.

Farid Esack, profesor sudafricano, musulmán y activista contra el sida. Crédito: Juan Michel
Farid Esack, profesor sudafricano, musulmán y activista contra el sida. Crédito: Juan Michel
"El VIH (virus de inmunodeficiencia humana) y el sida son fundamentalmente un problema de injusticia y no simplemente una enfermedad", dijo Esack, entrevistado en una pausa de la conferencia internacional 2006 de la enfermedad, que se celebró en Toronto hasta el 18 de este mes.

"Si así no fuera, no se explicaría que los afectados sean en su mayoría africanos, negros, mujeres, pobres". La matriz de injusticia que moldea la pandemia es transparente también en las diferencias de acceso a tratamientos después que una persona ha contraído el virus. "Si eres estadounidense y blanco, todo está a tu disposición", dice.

En Toronto, Esack participó en una sesión sobre Religión y Nuevo Liderazgo organizada por la Alianza Ecuménica de Acción Mundial.

Autor de varios libros sobre el Islam, Esack enseña en la Universidad de Harvard y dirige la organización sudafricana Musulmanes Positivos (Positive Muslims), que apoya a personas que viven con sida. Se define a sí mismo como un académico y activista que, como musulmán, siempre ha tratado de vincular su fe con la causa de la justicia. "En el pasado mi fe me llevó a la lucha contra el apartheid en mi país, hoy el desafío es el VIH/sida", explica.
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IPS:—¿Por qué en términos globales el índice de prevalencia del VIH es menor en países musulmanes?

Farid Esack:—Hay diferentes factores que pueden estar contribuyendo a eso. La circuncisión masculina, que parece frenar la transmisión del virus, es el más inmediato. Además, consideradas en su conjunto, las sociedades musulmanas son más cohesionadas. Y probablemente también la prohibición de beber alcohol influya, al evitar las típicas consecuencias de la desinhibición de la conducta que éste provoca. Algunos musulmanes dirán que el Islam en cuanto religión es la causa, o que la moral sexual musulmana es más alta. Pero no hay pruebas científicas de que la conducta sexual de los musulmanes, por ejemplo en cuanto a sexo extramatrimonial, difiera de la de los creyentes de otras religiones.

—¿Cuál ha sido la respuesta a la pandemia en sociedades musulmanas?

—En los dos últimos años, desde la conferencia sobre sida en Bangkok, ha habido ciertos progresos. Se ha avanzado algo en el apoyo a los afectados. Hay ejemplos positivos en países como Marruecos, Egipto, Malasia. Sin embargo, se trata todavía del tradicional enfoque "ellos, los enfermos, versus nosotros, la sociedad normal". En el mundo musulmán predomina aún la lástima, la piedad, a veces la compasión. La persona que vive con VIH puede ser perdonada, pero aún se considera que ha caído, y el sida es el precio a pagar por ello.

—¿Qué pasa desde el punto de vista religioso?

—Los musulmanes estamos preparados para pasar de la lástima a la compasión, pero no estamos listos para facultar a las personas afectadas delegando poder en ellas. Sólo podemos hacerlas objeto de nuestra compasión, pero no estamos dispuestos a asociarnos en la transformación de sus vidas y, de ese modo, abrirnos a la transformación de nuestras comunidades religiosas. El mayor obstáculo es que hemos privilegiado nuestras estructuras, nuestro poder, por sobre la vida humana. Y digo esto consciente de que se espera que cuando los musulmanes somos invitados a hablar en foros internacionales digamos cosas agradables sobre nuestra religión y nuestros correligionarios.

—Usted ha escrito mucho sobre el Corán. ¿Qué recursos ofrece éste a la comunidad musulmana para enfrentar la pandemia de VIH/sida?

—El más relevante es uno frecuentemente ignorado, la pasión por la justicia. Si tuviera que sintetizar el cristianismo con una palabra, yo diría que esa palabra es amor. Para el Islam, esa palabra es justicia. El Corán exhorta a la justicia todo el tiempo. Esta obsesión por la justicia es el mayor recurso que puede ofrecer. Porque de lo que se trata es de crear un mundo donde pandemias como ésta simplemente no puedan ocurrir. Pero, por supuesto, quien busca recursos en el Corán va a encontrar también otras tendencias. Como el impulso a la compasión, a la generosidad. Y, claro, también la idea de un Dios de venganza, que castiga. Diferentes personas van a elegir centrarse en diferentes aspectos.

—¿Qué debería pasar para que ocurriera esa transformación de la comunidad religiosa musulmana de la que habló?

—La única forma es mediante el compromiso con personas que viven con VIH. Entrar en la vida de una persona seropositiva es entrar en un espacio sagrado. Se trata de escucharlas y, en ese proceso, permitirnos a nosotros mismos ser transformados. No es fácil, porque uno no sabe qué puede ocurrir, hay que estar dispuesto a abandonar nuestras certezas teológicas. Además, implica mirar de cerca cosas que normalmente nos atemorizan, como la sexualidad.

—¿La pandemia de sida, que afecta más a países no musulmanes, está reforzando los estereotipos dentro de la comunidad musulmana en cuanto al Occidente cristiano?

—Hay un estereotipo clásico que es ver a Occidente como moralmente decadente, sexualmente inmoral, promiscuo, etcétera. Como el sida fue considerado en sus comienzos una enfermedad de homosexuales, evidentemente reforzó ese estereotipo. Hoy la pandemia es mayormente un fenómeno africano y crecientemente asiático, pero muchos musulmanes todavía la piensan como una cosa occidental. De paso, el estereotipo occidental correspondiente retrata a los musulmanes como reprimidos, hipócritas, temerosos del sexo.

—¿Por qué la religión parece tenerle miedo al sexo?

—En realidad, no sé. ¿Se puede responder no sé en una entrevista? (Risas.) Debe de tener que ver con la obsesión por el control. En las comunidades religiosas estamos a veces obsesionados por controlar la vida de otros. Y la sexualidad desafía a la razón, es por definición lo que no se puede controlar. Tal vez tenga algo que ver con eso.

—¿El Islam es un caso especialmente agudo de este miedo?

—Es curioso cómo los estereotipos cambian a lo largo de la historia. En épocas coloniales, los musulmanes eran acusados de ser demasiado laxos en materia sexual, incluso promiscuos. Predominaba la imagen del harén. Se imaginaba al mundo musulmán como un orgasmo continuo. Ahora el estereotipo es exactamente el opuesto. La realidad es que en el Islam, a diferencia de gran parte del cristianismo que ha identificado el sexo con su aspecto reproductivo, el sexo ha sido siempre celebrado en sí mismo como algo natural, disfrutable. Y estoy hablando de la literatura religiosa. La actitud ha sido siempre positiva. Fue en la época del dominio colonial cuando nos volvimos más victorianos. Pero no quiero culpar al Occidente por todo…

—¿El Islam está mejor dispuesto que otras religiones, por ejemplo el cristianismo, para responder al VIH/sida?

—En conjunto, no está ni mejor ni peor que cualquier otra religión. Pero depende de cuál versión del Islam tomemos. El Islam progresista está, ciertamente, mejor situado que el Vaticano, pero no que otras expresiones progresistas del propio catolicismo. Ningún grupo religioso puede decir nosotros tenemos la respuesta. Sólo una religión profética puede responder adecuadamente a esta pandemia. Una religión que no esté preocupada en primer lugar por sus propias estructuras de poder y supervivencia, sino por el imperativo de vivir con justicia. Ningún fundador de religiones se preguntó cómo asegurar la supervivencia de la comunidad religiosa, sino cómo identificarse con los pobres y cómo aguijonear al poder cuando no sirve a la justicia.

* El autor es encargado de prensa del Consejo Mundial de Iglesias y cubrió la Conferencia Internacional sobre el SIDA 2006 para la Alianza Ecuménica de Acción Mundial.

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