INFANCIA-GUATEMALA: Devorados por la desnutrición

La ambulancia se detiene al borde de la carretera, justo donde parte el camino empinado y pedregoso que conduce a la aldea Shumpá, perdida en el interior de Guatemala. Sus ocupantes intentan salvar la vida de una niña de apenas dos años con desnutrición severa.

Celi Aldana es parte de la mitad de las niñas y niños guatemaltecos menores de cinco años que padecen desnutrición crónica, lo cual pone en peligro su desarrollo físico e intelectual y, por tanto, compromete el futuro de este país, que es el peor alimentado de América Latina pese a no ser el más pobre.

El vehículo sanitario que va en su socorro, una donación japonesa, proviene del municipio de Camotán, de mayoría indígena chorti’, en el oriental departamento de Chiquimula.

María Santos, vecina de la aldea capacitada como supervisora por la Oficina Nacional de la Mujer en Camotán, baja de la ambulancia y marcha hacia la última de las casas, situada en la cima de una colina. Sabía que Celi, una de las 11 hijas e hijos de Cornelia Gutiérrez, de 42 años, muestra síntomas de desnutrición.

Celi se encuentra inexpresiva al cuidado de su hermana Elisa, de siete años. Con ellos también está Bibiano, de tres años, cubierto de barro. Dentro de la casa de adobe y sin servicio de energía eléctrica, Cornelia se ocupa de su undécimo hijo, nacido nueve días atrás.
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Dos vacas, pollos y una cerda con sus crías, que la familia produce para vender, se mezclan con los niños y con perros famélicos en el patio de la vivienda.

Preocupada por el estado de Celi, su madre afirmó que era la primera vez que "un patojito (niño) se le ponía así". "Ya tiene tres meses de estar mal, pero la última vez que fui al centro de salud de Camotán, la doctora sólo me dijo que teníamos muchos hijos y que por eso estaban desnutridos".

Santos explica a la madre que la ambulancia está esperando y la insta a dejar trasladar a Celi hasta el centro de recuperación nutricional de Jocotán, un municipio anejo a Camotán. Pero Cornelia le responde que debe esperar el permiso de su marido, quien está afuera recolectando maíz.

Pasadas las cinco de la tarde de ese día, el miércoles pasado, ante la tardanza del esposo, Santos tuvo que retirarse para atender a sus seis hijos, prometiendo regresar a la mañana siguiente.

La ambulancia volvió así a la municipalidad de Camotán sin poder cumplir con la misión. Al día siguiente tampoco se logró, porque el padre de Celi no permitió que la llevaran al centro de salud.

No se trata de un caso único. Juan Manuel Mejía, único médico del centro de recuperación nutricional del Ministerio de Salud en Jocotán, dijo a IPS que la mayoría de las madres no podían dejar su casa, su marido y al resto de sus hijos para ocuparse de uno de ellos enfermo.

Además, el machismo imperante no permite que la mujer tome decisiones autónomas como en el caso de Cornelia y su hija desnutrida.

Según Mejía, el machismo se observa también a la hora de comer: "primero lo hace el padre, que vuelve cansado de trabajar, luego los niños y por último las niñas y la madre".

No obstante, el centro estatal no está vacío. Hasta agosto había atendido 159 casos de desnutrición aguda, una cantidad que hace presumir se supere los 197 ingresos de 2005.

En el hospital infantil Belén, que administra la parroquia de Jocotán, se atendieron también 214 personas en esta situación extrema el año pasado, pero al menos tres de ellas murieron, explicaron a IPS en el lugar.

Aunque las estadísticas todavía están en proceso de elaboración, se sabe que cada año fallecen silenciosamente varios niños por culpa de una nutrición insuficiente.

La situación de desnutrición que afrontan muchos habitantes de Chiquimula se catapultó en 2002, cuando se desató una grave crisis alimentaria que agudizó el drama. En localidades de los municipios de Camotán y Jocotán se llegó a contar hasta 25 por ciento de los niños y niñas con este padecimiento, cuando el parámetro internacional pone el límite de alto riesgo en 10 por ciento.

La depresión de los precios internacionales del café, que hicieron caer las exportaciones guatemaltecas en 2001, la sequía, la baja calidad de los suelos y la ya frágil economía campesina, fueron las causas de la emergencia, según el informe titulado Florecer en la Adversidad, elaborado en 2002 por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

La severa sequía que afectó la zona oriental del país y la merma en la producción de café hicieron que se perdieran casi 190.000 empleos respecto de 2000, según el departamento de comercialización de Anacafe, la principal firma exportadora de Guatemala.

El informe de Unicef indica que las exportaciones de café en 2001 sumaron 304,5 millones de dólares, 46,7 por ciento menos que un año atrás, debido a que los precios del grano bajaron de 90,60 dólares por quintal a 56,80 dólares en el lapso estudiado.

De ese modo, la crisis del café, la principal fuente laboral en el campo de Guatemala, trajo consigo no sólo la reducción del empleo sino bajas de salarios.

El Banco de Guatemala ubicó el valor de las exportaciones el año pasado en 3.242 millones de dólares, mientras que las ventas de café totalizaron 354 millones de dólares. Guatemala tenía en 2004 una población activa de casi cinco millones de personas, 1,9 millones de ellas son indígenas y 834,486 son niños y adolescentes.

La agricultura concentra al mayor número de población activa, con 38,3 por ciento, seguido del comercio, con 23 por ciento, y la industria con 13,6 por ciento en este país que tiene al menos 1,2 millones de nacionales residiendo en el exterior.

La debacle económica y productiva llevó a la disminución en el consumo de alimentos y en consecuencia a un aumento en la mortalidad por desnutrición, sobre todo en los menores de cinco años.

En 2002, se comprobó que 49,3 por ciento de los niños menores de cinco años padecían desnutrición crónica (retardo en el crecimiento por edad), según el Índice de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

La desnutrición alcanza a 69,5 por ciento de los niños y niñas entre la población indígena, que representa 40 por ciento de los 12 millones de guatemaltecos, según censos oficiales.

Unicef no duda en afirmar que Guatemala muestra los peores indicadores de desnutrición de América, pese a no ser el país más empobrecido. Supera incluso el promedio de África, de 35,2 por ciento de su población, y de Asia, de 29,6 por ciento.

A ello debemos sumar la desnutrición de las mujeres que repercute en el bajo peso de los bebés al nacer. La agencia especializada de la Organización de las Naciones Unidas señala que más de 25 por ciento de las madres han padecido este mal de modo crónico y 22,1 por ciento de las gestantes sufren de anemia.

Es que 56 por ciento de la población guatemalteca vive en la pobreza, 15,7 por ciento de la cual es indigente, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística.

Manuel Manrique, representante de Unicef en Guatemala, calificó los efectos de esta situación para el desarrollo de los niños como de "una condena a cadena perpetua", ya que "compromete su salud, la capacidad de aprendizaje y el crecimiento".

Manrique apuntó como causas a que más de 60 por ciento de las familias no disponen de recursos suficientes para adquirir la canasta básica de alimentos, al limitado acceso de la población rural a los servicios de salud, agua potable y saneamiento, y a la escasa educación de los padres.

También esta situación se debe "a factores estructurales, como son la limitada inversión social, la pobreza extrema y la marginación social", explicó.

Además, Manrique señaló que algunos proyectos exitosos, como la fortificación del azúcar de producción nacional con vitamina A, están amenazados actualmente por el libre comercio, que introduce el producto no fortificado del exterior.

En el último año, el gobierno de la conservadora Gran Alianza Nacional ha comenzado a incluir en la agenda de políticas públicas el problema de la desnutrición.

En 2005 se creó la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesan), encargada de la planificación de las acciones de mejoras al respecto y de la coordinación entre las diversas instituciones, organizaciones no gubernamentales y la cooperación internacional

Andrés Botrán, responsable de la Sesan, expresó a IPS que la desnutrición es "un desafío de Estado" y que, "para que las políticas públicas tengan éxito, se debe involucrar a la sociedad". Para ello se formó el Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, que incluye a siete representantes de la sociedad civil.

La Sesan presentó en julio el Programa para la Reducción de la Desnutrición Crónica, que cubre 41 municipios y se enfoca en la cuestión de la sanidad y en la educación en salud reproductiva que, según Botrán, reducirá a la mitad la desnutrición en los próximos 15 años.

También se ha desarrollado un alimento complementario gratuito, el Vitacereal, que cubre actualmente a más de 40.000 niños de seis a 36 meses y a 13.000 madres gestantes y lactantes.

Sin embargo, Manrique indicó que para lograr un impacto importante sobre la actual tasa de desnutrición crónica, sería necesario que estos programas cubriesen a más de 170 municipios y a una población de más de un millón de niños y niñas, para lo cual hace falta mayor presupuesto.

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