COLOMBIA: La bahía de las palabras

«Cuidan a su hijos y alejan a los maridos», se oye a las «cantaoras» negras. Estrofa por estrofa describen el ritual de las ballenas jorobadas o yubarta, que entre junio y este mes visitan Bahía Málaga, en la costa colombiana sobre el océano Pacífico, para parir y aparearse.

A las nueve, bajo las estrellas y en torno a una fogata, en el patio de la escuela de Ladrilleros, a menos de 10 minutos de Juanchaco, comienza la Noche de las Palabras.

Por la carretera de 2,5 kilómetros, la gente ha viajado entre los dos poblados en un "tren" de vagones azules tirado por un tractor. Ambos forman parte del municipio de Buenaventura, en el occidental departamento del Valle del Cauca, por cuyo puerto se mueve 53 por ciento del comercio exterior de Colombia.

Las mujeres, de distintas edades, cantan al son del guasá, sonajeros tubulares que tocan ellas mismas. Cinco hombres las acompañan, tres a golpe de tununo (tambor), y otros dos, la legendaria marimba del Pacífico, de láminas afinadas de madera de chonta y resonadores de bambú.

"El sabor que me dejaste/ fue de pura mejorana/ y aunque me juague la boca/ me dura toda la semana", recita después un hombre joven, quien también pone al público a resolver el acertijo: "¿A dónde van las estrellas que caen al mar?"
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En la Noche de las Palabras se cuentan historias de la tradición oral de las comunidades negras llegadas a esta zona selvática en busca de libertad, aún antes de la abolición de la esclavitud, que en Colombia se concretó en 1851.

Los esclavos libertarios se conocen como Cimarrones. Huían a lugares inaccesibles para los esclavistas y geográficamente estratégicos para la defensa armada, donde combatían fieramente para no dejarse dominar.

Ya libres, muchos descendientes de africanos traídos a la fuerza, probablemente de Guinea, el Congo y Costa de Marfil, se instalaron aquí con sus familias, contó a IPS Jarling Santiesteban, profesor de la escuela de La Plata, la "capital" del lago interior de la bahía, de 200 pobladores y un total de 900 en sus cinco veredas (vecindarios rurales).

Aún se conservan palabras de lenguas africanas, como ñangla (raíz) o "bamba", una "forma tabloide de raíz superficial", según Santiesteban.

Datos oficiales indican que 4,5 millones de los 42 millones de colombianos son descendientes de africanos. En este país viven, además, cerca de un millón de indígenas.

Pero las comunidades afro que viven según sus ancestros están conformadas por 1,5 millones de personas, dispersos en los litorales del Pacífico y del mar Caribe, según el sociólogo Jimmy Viera, asesor de la senadora mulata del partido liberal Piedad Córdoba.

Desde 1993, la Ley de Negritudes reconoce derechos políticos, sociales y culturales a las comunidades negras, que viven en asentamientos dispersos, practican una economía de subsistencia, se ayudan mutuamente en los procesos productivos y conciben el territorio como patrimonio colectivo.

"Es una de las legislaciones más avanzadas a nivel latinomericano", dijo Viera a IPS. "Las comunidades negras, pero sobre todo de la cuenca del Pacífico, tienen derecho y propiedad colectiva sobre la tierra", que "está en manos de Consejos Comunitarios (asambleas) afro descendientes".

Sin embargo, éstos no pueden administrar justicia, como sí se les reconoce a las autoridades tradicionales indígenas. "Tienen la posibilidad de administrar internamente el territorio. El gobierno tiene que hacer consulta previa" sobre todo proyecto que les afecte sus territorios, que "son inalienables, imprescriptibles e inembargables", dijo Viera.

Los Consejos "adjudican tierras a los miembros de la comunidad, preservan la identidad cultural, definen el aprovechamiento y conservación de los recursos naturales (y) escogen al representante legal" comunitario, explicó.

Juanchaco, Ladrilleros, La Plata y La Barra, el otro caserío, suman unos 3.500 habitantes. Otras 2.000 viven en torno a la Base Naval del Pacífico, construida a principios de los años 80 en el costado norte de la bahía.

Estas comunidades del Pacífico son reconocidas, además, por su poesía, su música, su danza y sus manjares. "Sazoneras", se llaman a sí mismas con orgullo las cocineras de Bahía Málaga.

Antes de las cantaoras, abrió la noche en Ladrilleros el baile del currulao, tan antiguo y sagrado como sensual.

Con largas y anchas faldas de algodón que sugieren sus cuerpos perfectos, las mujeres se lanzan al ruedo en competencia por la que mejor baile, en una actitud de conquista que los hombres corresponden.

La Noche de las Palabras es un encuentro popular en el que las comunidades de Bahía Málaga reflexionan sobre su herencia cultural y ambiental.

Forma parte del VIII Festival de Especies Migratorias del Pacífico Colombiano, que celebra anualmente la visita de las "viajeras sin maleta". No sólo ballenas sino tortugas marinas y multitud de aves descansan y se alimentan en esta área.

Las aves son tantas que, vistas a lo lejos desde el mar, cambian el color de las copas de los árboles donde se posan.

El homenaje a las sin equipaje es una iniciativa educativa del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), y las colombianas Fundación Yubarta y Asociación Calidris, que se especializa en aves migratorias.

Las tres organizaciones científicas hacen parte del Colectivo Institucional y Comunitario por la Conservación de los Valores Naturales y Culturales de Bahía Málaga, creado en 2005 y que reúne también a las comunidades negras e indígenas presentes en la zona, y a la Fundación Cenipacífico, de biólogos y ecologistas dedicados a la educación ambiental.

Asimismo a los estatales regionales Instituto para la Investigación y Preservación del Patrimonio Cultural y Natural del Valle del Cauca y Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), y el nacional Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar).

"El objetivo del festival es crear una base social fuerte" para preservar el medio natural, dijo a IPS la bióloga Patricia Falk, de la Fundación Yubarta.

Bahía Málaga tiene 136 kilómetros cuadrados de espejo de agua. Forma parte del Chocó Biogeográfico, la franja occidental del Sur de Panamá, Colombia y el Norte de Ecuador, desde el mar hasta la cumbre de la cordillera occidental de Los Andes, que alberga la mayor concentración de especies de fauna y flora del planeta.

Casi 90 por ciento de las 60 especies de anfibios registradas en Bahía Málaga son endémicas, así como 44,5 por ciento de las 114 especies de reptiles. Hay cuatro de mangle y 400 de árboles. La larga lista sigue. Las yubarta son sólo una de las 12 especies de mamíferos marinos observadas en la región.

Bahía Málaga es descrita como estuario por las muchas quebradas y riachuelos que desembocan en ella, conformando paisajes de belleza silente como el estero de La Sierpe, donde la angosta cascada parece deslizarse en cámara lenta, sobre una gran roca curva, a una piscina tibia rodeada de bosque.

También está en el lugar del planeta con mayor pluviosidad. Los aguaceros y sólo sus cinco principales corrientes internas le aportan a la bahía 4,1 millones de metros cúbicos diarios de agua dulce, según el Colectivo.

En Bahía Málaga "nace la mayor cantidad de ballenatos del mundo", según Falk. Por esta época del año, las cálidas aguas en esta zona recuerdan la temperatura de una amable piscina termal.

Las yubarta (Megaptera novaengliae) prefieren también este lugar para aparearse. Su ruta migratoria, desde la Antártida hasta Colombia, cubre unos 8.500 kilómetros.

Pero en unos años, si todo sale bien para el gobierno nacional, las costumbres de las ballenas yubarta en Bahía Málaga sólo serán una canción de los ancestros.

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