TRABAJO-BRASIL: Esclavitud es un mal difícil de extirpar

José Alves, de 30 años y tres hijos, conserva como recuerdo la vieja bicicleta, hoy una estructura sin ruedas, con la que viajó centenares de kilómetros en la Amazonia oriental brasileña, «cazando trabajo para mejorar la vida», pero cayendo en la trampa de la esclavitud.

Mujeres trabajando en la fábrica de juguetes. Crédito: Centro deDefensa de la Vida y los Derechos Humanos de Açailandia
Mujeres trabajando en la fábrica de juguetes. Crédito: Centro deDefensa de la Vida y los Derechos Humanos de Açailandia
Alves es un ejemplo de que la necesidad muchas veces es más fuerte que el escarmiento. Huérfano de padre en una familia de 10 hijos, tenía que ayudar a la madre y a tres hermanos menores. Sufrió la violencia de la esclavitud moderna tanto en su estado natal, Maranhão, como en el de Pará.

Taló bosques y malezas "a fuerza de brazos" y excavó pozos, tuvo un patrón que pagaba sólo la mitad del sueldo y abandonaba a los empleados en medio de la selva, comiendo pescado de los ríos "para no morir de hambre", y a otro que los mantenía de rehenes con guardias armados.

"Ni me gusta recordar", interrumpe para señalar que ahora vive en el paraíso. Coordina la producción de carbón reciclado en una de las dos unidades de la Cooperativa para la Dignidad de Maranhão (Codigma), un proyecto del Centro de Defensa de la Vida y los Derechos Humanos de Açailandia (CDVDH) iniciado hace un año.

COMO SUBIR AL CIELO
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El carbón reciclado, ideal para uso doméstico o en restaurantes de carnes porque no produce humo ni cenizas, se hace mezclando residuos de carbón vegetal botados por la industria siderúrgica local con arcilla y fécula de mandioca en pequeñas proporciones, pasando el material por varios equipos y secándolo al sol después de cortarlo en trocitos.

La producción de 4.000 kilogramos al mes sólo permite ingresos de 150 reales (77 dólares) mensuales para los 10 trabajadores de la unidad, pero Alves espera doblarla a partir de agosto, con la construcción de una nueva área de secado. "Materia prima hay de sobra", porque la Codigma, instalada en Vila Ildemar, un barrio pobre de Açailandia, queda cerca de cinco plantas siderúrgicas.

"El comienzo es difícil, pero ahora podemos subir al cielo sin necesidad de escalera", afirma. De los 20 asociados en su unidad sólo quedan 10, porque los demás no pudieron aguantar más ganando sólo una "beca" de 150 reales y una canasta básica de alimentos ofrecidos por el proyecto, y tuvieron que buscar otras ocupaciones.

Pero esa deserción es temporal, cree Alves, así como los participantes en la unidad que hace juguetes educativos a partir de restos de madera desechados por los aserraderos, que empezó con 28 personas y ahora sólo tiene 16.

La Codigma busca evitar la recaída en el trabajo esclavo. Sus socios son todos ex esclavos o familiares de trabajadores que ya estuvieron sometidos en sitios salvajes, impedidos de salir bajo pretexto de una falsa deuda con los patrones, sumando costos de transporte, de instrumentos de trabajo, comida y alojamiento, en general insalubres.

La iniciativa responde a la constatación de que la represión y las campañas de información son insuficientes para erradicar el trabajo esclavo, que persiste especialmente en la Amazonia oriental y el nordeste del país, áreas de población muy pobre.

El Grupo Móvil de Inspección del Ministerio del Trabajo ya liberó a más de 24.000 esclavizados desde su creación en 1995, inspeccionando casi 2.000 haciendas y empresas, imponiéndoles el pago de todos los derechos laborales violados, indemnizaciones y multas. Algunos empleadores enfrentan acciones judiciales, que podrían costarles de cuatro a ocho años de prisión.

Pese a la represión intensificada en esta década, la católica Comisión Pastoral de la Tierra, que se destacó en denunciar la existencia del problema, mantiene su estimación del decenio anterior, de 25.000 brasileños sometidos al trabajo degradante y forzado, principalmente en haciendas ganaderas y carbonerías alejadas de ciudades.

La extrema pobreza y el desempleo empujan a los trabajadores a los "gatos", reclutadores informales de mano de obra para empresarios sin compromiso con la legalidad.

EN VIAS DE REGENERACIÓN

Las 14 empresas siderúrgicas que producen arrabio del mineral de hierro de la Sierra de Carajás, 380 kilómetros al oeste de Açailandia, crearon en 2004 el Instituto Carbón Ciudadano (ICC) para erradicar el trabajo esclavo de sus proveedores de carbón vegetal. Algunas siderúrgicas habían sido directamente acusadas de ese delito.

Esas empresas, que antes echaban toda la culpa a los carboneros, "cambiaron, asumieron la corresponsabilidad" en los hechos ocurridos en la cadena productiva y buscan mejorar su imagen dañada, reconoce Ornedson Carneiro, presidente del Instituto, con sede en Imperatriz, la mayor ciudad del área de influencia de Carajás.

Además de monitorear el cumplimiento de las leyes laborales de las carbonerías, que ya resultó en la exclusión de 312 proveedores, el ICC empezó en marzo a ofrecer empleos formales a los trabajadores rescatados de la esclavitud. "Ya empleamos a 56 y la meta es llegar a 300 este año", señala Carneiro.

Las empleadoras son las propias siderúrgicas y carbonerías.

Luego de liberados, esos trabajadores reciben los sueldos no pagados y otros derechos, como vacaciones y aguinaldos, además de tres meses de seguro de desempleo por un salario mínimo (380 reales o 200 dólares), pero después de gastarse ese dinero, les quedan "sólo dos alternativas, robar o volver al trabajo esclavo", razonó Carneiro.

El proyecto trata de contactar a trabajadores de una lista de rescatados y de capacitarlos, alfabetizando en muchos casos, antes de colocarlos en una empresa. Para este trabajo se contrató como consultora a Telci Teod'Oro, maestra en educación para el desarrollo sustentable.

Es difícil descubrir dónde viven los posibles beneficiados del proyecto, de muchos sólo se conoce el apodo o direcciones incompletas o no existentes, observó la consultora en su primera expedición por municipios cercanos a Marabá, ciudad que concentra siete siderúrgicas, algunas de las cuales ofrecen empleos a ex esclavos. Uno dio como dirección el "Cabaret Corazón de Madre", ejemplificó.

Además, algunos rechazan un empleo formal, alegando que desean "trabajar sólo para sí mismos" o sospechan de que la oferta sea otra invitación al trabajo esclavo. Otras dificultades son capacitarlos para un trabajo regular, con disciplina y horarios a cumplir. Un grupo de 17 recién contratados de una siderúrgica, por ejemplo, decidieron por su cuenta salir de vacaciones, porque "echaban de menos a su familia".

Como son analfabetos absolutos o funcionales, sus posibilidades de ocupación en la industria se limitan a limpieza o jardinería. Pero hay casos de éxito, como el de un joven que se alfabetizó y se convirtió en un ejemplar conductor de vehículos, destaca Teod'Oro.

TRABAJO ENTRE IGUALES

Son distintos los problemas de Codigma, donde los mismos trabajadores, en conjunto y como iguales, tratan de hacer rentable su negocio. Mientras el carbón reciclado tiene mercado asegurado, pero depende de inversiones para aumentar la producción, vender juguetes es mucho más difícil, por la fuerte competencia.

La unidad eligió siete juguetes de diseños conocidos, como el tren y el camión, con colores vivos y movimientos en algunos casos, como el de la "montaña rusa". Un esfuerzo de venta se hace en tiendas de Açailandia y en ciudades vecinas, y también por Internet con apoyo de Reporter Brasil, una organización no gubernamental nacida en 2001 para divulgar situaciones de injusticia, especialmente el trabajo esclavo.

Sus socios sueñan alcanzar el ingreso de un salario mínimo (200 dólares), repartiendo el producto de las ventas. "Alcanzaría para sobrevivir", cree Lenilde Fernandes, que sostiene a un hijo de 17 años epiléptico, que ya no necesita medicamentos pero está rezagado en la escuela.

Por ahora ella complementa lo que gana en la cooperativa lavando ropas. Pero "nunca más cocinaré para otros", afirma, recordando el trabajo forzado al que fue sometida durante cinco años en una hacienda de Pará.

Otras mujeres, como Roseni Lima, con seis hijos pequeños, y Francisca Souza, de 21 años y un hijo, tuvieron a sus maridos sometidos a condiciones análogas a la esclavitud. Ellas permanecen en la cooperativa mientras ellos la dejaron en busca de ingresos adicionales en trabajos esporádicos.

Orleilson Ribeiro, de 30 años y dos hijos, sigue en la unidad de juguetes desde el inicio, en mayo de 2006. "Aquí tenemos futuro", sostuvo tras recordar las humillaciones, las amenazas y la fuga de una carbonería donde estuvo esclavizado cinco años atrás.

La cooperativa es una gota, pero también un nuevo camino en un lugar donde las grandes inversiones, concentradas en ganadería, minería y siderurgia, generan escasos empleos y desarrollo local. Codigma está creando tras dos unidades, para productos de limpieza y útiles domésticos, anunció Carmen Bascarán, presidenta del CDVDH, que confía además en las actividades culturales.

De los más de 600 jóvenes de Açailandia participantes en grupos de danza, teatro y capoeira (danza y lucha corporal desarrolladas por los esclavos africanos), muchos ya son profesionales, actúan en espectáculos y como instructores de varios núcleos creados por el Centro.

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