SALUD-COLOMBIA: La malaria canta victoria en el Chocó

«Esto está lleno de paludismo», dicen una docena de hombres en botas de goma y metidos en el agua que anega el poblado de Tanguí, sobre el río Atrato, en el selvático noroeste colombiano.

Las inundadas aldeas del río Atrato son caldo de cultivo para los mosquitos del paludismo. Crédito: Jesús Abad Colorado
Las inundadas aldeas del río Atrato son caldo de cultivo para los mosquitos del paludismo. Crédito: Jesús Abad Colorado
Es la quinta inundación de este año, y se pierde la cosecha de arroz. Los hombres, de brazos cruzados, hacen un semicírculo para hablar con Tierramérica. Las 120 familias de Tanguí viven a veces de a dos y tres en las casas palafíticas.

Por la calle se avanza en canoa. Los niños juegan dichosos en el agua estancada. No hay enfermeras, las brigadas de salud llegan "de vez en cuando" y porque las manda "el gobernador, que es amigo del alcalde", relatan los hombres.

A media hora en lancha está Quibdó, capital departamental de Chocó, corazón de esta selva tropical húmeda ideal para los mosquitos que propagan el paludismo o malaria. Llueve torrencialmente casi todos los días. La vida se desarrolla entera frente a los ríos.

En la guerra colombiana, muchos de quienes huyen de zonas infestadas llevan consigo la malaria.
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Según la no gubernamental Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, entre 1999 y 2006 casi 70.000 personas se desplazaron en Chocó, de unos 440.000 habitantes.

"La malaria no nos ha disminuido. Y estamos con problemas por pequeños brotes, incluso en sitios donde hace dos o tres años no se presentaban", dice a Tierramérica el técnico José Dolores Palacios, del Programa de Prevención y Control de Enfermedades Transmisibles por Vector de la Secretaría de Salud del Chocó.

Hay 58 casos en comunidades del río Bebará, municipio del Medio Atrato, más de 90 en Managrú, cabecera del Cantón de San Pablo, y más de 50 en Bellavista, 228 kilómetros al norte de Quibdó, donde estalló un brote "justamente cuando fue el presidente" Álvaro Uribe a inaugurar el nuevo poblado construido por el gobierno, el 13 de este mes.

Hasta septiembre de este año se reportaron 19.971 contagios en Chocó y en 2006 notificaron 12.441, pero el aumento obedece al anterior "subregistro". Las máximas anteriores se registraron en 1998, con 31.713 casos, y en 2002, con menos de 32.000, indica Palacios.

Ahora comenzó una recolección de datos en zonas rurales, a cargo de 13 funcionarios que detectan, suministran medicamentos y hacen control de calidad de los puestos de salud, explica.

El paludismo, causado por parásitos Plasmodium que pasan de una persona a otra por picaduras de mosquitos infectados, es prevenible y curable. Pero mata a más de un millón de personas anualmente en el mundo, la mayoría en África, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Fiebre, dolor de cabeza, vómitos y temblores se manifiestan entre 10 días y un mes después de contraída la infección. Si no es tratada rápidamente, se vuelve grave y puede ser mortal.

También incapacita, agravando la pobreza, dice a Tierramérica la epidemióloga María Victoria Valero, del Departamento de Medicina Interna de la Universidad Nacional. En Chocó, 78,3 por ciento de la población es pobre.

Un paciente con Plasmodium falciparum, el más virulento de los cuatro tipos de paludismo, sufre un episodio febril cada tres días y así no puede trabajar, apunta el médico Carlos Agudelo, director del Instituto de Salud Pública de la Universidad Nacional. "Mientras dure la enfermedad, la persona puede estar incapacitada 15 días por mes", agrega. Según la cepa, la infección puede durar años.

La gente se infecta una y otra vez en las zonas endémicas y muchos se acostumbran a trabajar con estados febriles más leves, añade.

Colombia tiene paludismo endémico en gran parte de su territorio. Más de 25 millones de personas viven en zonas maláricas, indican datos oficiales. En 2004 se registraron 25 muertes —según el Ministerio de Protección Social— y 123.177 casos, más de 47 por ciento de ellos en la región occidental-Pacífico, donde está Chocó.

Además "están apareciendo muchos casos complicados de P. vivax", advierte Valero.

La malaria "es una causa importante de anemia infantil y de mujeres embarazadas, bajo peso al nacer, partos prematuros y mortalidad infantil", según el Informe Mundial sobre el Paludismo 2005, publicado por la OMS.

Para Valero la malaria está desatada no sólo en Chocó, sino en toda Colombia. Agudelo opina que creció mucho hasta hace "cinco o seis años" y se estabilizó, con ocasionales brotes epidémicos.

Ambos expertos coinciden en que el desarrollo es el único remedio efectivo. "La malaria es un problema económico, social y cultural" que sólo desaparece en las zonas con industrialización y mejores condiciones socio-económicas, afirma Agudelo.

Colombia adhirió a la campaña mundial que busca "Hacer retroceder el paludismo" a la mitad para 2010, pero no parece en camino de lograrlo.

No han resultado ni las campañas nacionales aplicadas por el desaparecido Servicio Nacional de Erradicación de Malaria (SEM) ni los esquemas adoptados desde 1993, cuando el país se embarcó en una reforma que descentralizó el sistema de salud y pasó la carga a los municipios, opina Agudelo.

Creado por decreto en 1956, el SEM adoptó una estrategia antimalárica centralizada y vertical. Tenía autonomía técnica y administrativa, jurisdicción en todo el territorio y presupuesto propio.

Pero fue objeto de sucesivos recortes y no se adaptó a nuevas realidades que incitan el avance de la malaria, como la colonización de la selva, el narcotráfico y la violencia rural, según el libro "La Organización Panamericana de la Salud y el Estado colombiano – Cien años de historia 1902-2002".

La epidemióloga Valero cree que con la desaparición del SEM "se olvidó en el país la búsqueda activa de casos y de contactos de cada contagiado". Colombia se demora "hasta 15 días en diagnosticar y tratar un caso. En ese tiempo, un enfermo puede contagiar a muchas personas", apunta.

Los pobladores de Tanguí insisten con la falta de enfermeras y con la inundación. "La solución es buscar cómo rellenar el pueblo y canalizar las bocas del Atrato" en el mar Caribe. Doce de sus 14 desembocaduras están bloqueadas por los sedimentos que genera la deforestación. "Hay que canalizar abajo para que no se suba el agua", explican con impecable lógica.

Pero la lógica no asoma en algunos servicios del Estado. El único y paupérrimo hospital de Quibdó, donde algunos pacientes tienen que dormir en el suelo, no siempre atiende a quienes llegan de comunidades alejadas, denuncia el defensor del Pueblo de Chocó, Víctor Raúl Mosquera.

"Tienen que ir a otras clínicas que han ido montando aquí, y en las cuales también se les niega el servicio. Han muerto niños por ese tipo de negación de servicio. Les hacen como una especie de 'paseo de la muerte'", remitiendo a un enfermo de un centro a otro hasta que fallece, afirma.

"Este artículo es parte de una serie de reportajes sobre Objetivos de Desarrollo del Milenio en el Chocó. El proyecto que dio origen a este trabajo fue el ganador de las Becas AVINA de Investigación Periodística. Los abonados que lo reproduzcan deben incluir el logo correspondiente. La Fundación AVINA no asume responsabilidad por los conceptos, opiniones y otros aspectos de su contenido".

Publicado originalmente el 27 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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