TRABAJO-ASIA: Mucho sudor y poco dinero para inmigrantes

Eric y su esposa Karen llegaron a Líbano hace cuatro meses en búsqueda de una mejor vida para su familia. En Filipinas, su país natal, mientras trabajaba como chofer de ómnibus, él se recibió de electricista para mejorar sus oportunidades de empleo en el exterior.

"El trabajo es duro pero necesito el dinero para mis hijos", afirmó Eric. "Hicimos un sacrificio, dejamos a un hijo en Filipinas a causa de la pobreza. A veces el salario de un mes no alcanza para pagar el alquiler", agregó.

Según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas, titulado "Enviando dinero a casa", Asia recibe casi 114.000 millones de dólares anuales girados por los emigrantes a sus familias. En 2006, los filipinos contribuyeron con 14.600 millones a ese total.

Los trabajadores filipinos en el exterior representan casi 23 por ciento de la fuerza laboral de ese país. Sus remesas constituyen 13 por ciento del producto interno bruto, según la Administración de Empleo en el Exterior de Filipinas.

Ese organismo estima que hay más de 30.000 filipinos trabajando en Líbano. El año pasado, informó que 8.000 ciudadanos habían emigrado. "Le estamos dando dinero a nuestro gobierno", comentó Eric.
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El 18 de noviembre, el Departamento de Trabajo y Empleo anunció que reanudaría el procesamiento de pedidos de trabajadores filipinos, luego de que Líbano suspendiera las restricciones que impuso el año pasado a causa de la tensión política en el país.

Las nuevas reglas establecen que los trabajadores filipinos serán autorizados a viajar a Líbano sólo si tienen garantizado un salario de al menos 400 dólares por mes. Actualmente es de 200 dólares. A los inmigrantes africanos se les paga 100 y a las mujeres de Sri Lanka 150 dólares por mes.

La Oficina de Empleos en el Exterior de Sri Lanka estima que más de 86.000 mujeres de esa nacionalidad trabajan como empleadas domésticas en Líbano, donde constituyen la mayor comunidad de trabajadores inmigrantes.

Bernadette, madre soltera de 32 años, pensó que dejar Sri Lanka era una opción prometedora. Trabaja como empleada doméstica en Líbano desde hace tres años: se levanta diariamente a las 6 de la mañana para afrontar una agotadora jornada laboral de 18 horas.

"En Sri Lanka hay trabajo, pero pagan muy poco y yo necesitaba dinero para cuidar a mi hija. Ciento cincuenta dólares son casi 20.000 rupias de mi país. Es muy poco. Tengo tierra pero ahora quiero construir mi casa", señaló Bernadette.

El año pasado, Sri Lanka recibió 3.400 millones de dólares en remesas. El Banco Central de ese país informó que la economía creció 7,4 por ciento, impulsada por ese dinero que se canalizó hacia el sector de servicios tecnológicos, la construcción y la industria textil.

Este mes, la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW), con sede en Nueva York, difundió un estudio sobre los trabajadores emigrantes en el que criticó a varios países del área del Golfo Pérsico (o Arábigo), Líbano y Sri Lanka por su incapacidad o falta de interés en proteger a las mujeres de esta nación asiática.

"El gobierno de Sri Lanka recibe gustoso el dinero que envían esas mujeres, pero no hace casi nada para protegerlas de sus jefes explotadores o las agencias de empleo", dijo Jennifer Turner, investigadora en el área de derechos de la mujer de HRW.

Los empleadores libaneses pagan hasta 3.000 dólares a las agencias de empleo, que reemplazan los contratos firmados por los trabajadores en su país de origen por uno nuevo escrito en árabe.

"Estamos trabajando para crear un modelo unificado de contrato, que sea claro tanto para el empleador como para el empleado y firmado por ambas partes. Tendrá una copia en árabe y otra en el idioma del inmigrante", indicó el abogado Roland Tawk, quien lleva más de 10 años representando a empleadas domésticas.

Las leyes laborales libanesas están desactualizadas, agregó. Generalmente no protegen a los inmigrantes porque no los consideran trabajadores sino sirvientes. Los empleadores retienen el pasaporte y otros documentos de los empleados hasta la finalización del contrato.

Las agencias de empleo de Sri Lanka entrenan a las mujeres que van a trabajar en el exterior.

"En 12 días tienen que aprender árabe e inglés, el uso de electrodomésticos como la aspiradora y el lavarropas y cocina libanesa. Llegan aquí y están traumatizadas. Es un gran problema", afirmó la documentalista Carol Mansour, realizadora de la película "Doméstica en Líbano".

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