AGRICULTURA-CUBA: Innovación en manos campesinas

Familias campesinas cubanas han renovado sus tradicionales vínculos con la tierra a partir de un proyecto agrario que enlaza el conocimiento científico con los saberes ancestrales y estimula una mayor autonomía local en las decisiones sobre la producción de alimentos.

El Programa de Innovación Agraria Local (PIAL), en marcha desde 2000, podría ser una alternativa para ese sector de Cuba, donde alrededor de la mitad de la superficie agrícola permanece sin cultivar pese que se importa más de 1.500 millones de dólares anuales para suplir las necesidades de alimentación.

"El objetivo es que los agricultores tengan un espacio en el diseño de las políticas agropecuarias en la isla", explicó a IPS Humberto Ríos, director del PIAL. "Es un ejemplo que queremos dar de cómo cuando los agricultores tienen una voz más activa y son quienes trabajan directamente la innovación el país avanza más", dijo.

Para este investigador del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), el centro que impulsó la iniciativa desde sus inicios, "hace falta desarrollar un sistema más descentralizado de innovación, donde los actores principales no seamos los científicos, sino que sean los productores."

Según Ríos, la experimentación y sus aplicaciones en el campo han estado circunscritas a las instituciones científicas, por falta de recursos y de voluntad para generalizar los resultados. "Se asume que un 'extensionista' va a tomarlos y que el productor va a adoptarlos, pero eso no funciona, ni en Cuba ni afuera", apuntó.

La experiencia del PIAL, sostuvo el especialista, ha demostrado que, "cuando los que diseñan los experimentos procesan y diseminan la información científica son los productores", la tierra comienza a dar más frutos.

Pedro Felipe González, conocido como Coco, incrementó el rendimiento de frijoles de 270 a 324 quintales (unos 14.500 kilogramos) por caballería (43 hectáreas), luego de adoptar una mayor variedad de semillas. Este campesino de La Palma, 125 kilómetros al oeste de La Habana, fue uno de los pioneros del proyecto de Fitomejoramiento Participativo, la génesis del PIAL.

En sus cerca de tres caballerías (129 hectáreas) de tierra, González, de 78 años, cultiva 50 variedades de frijoles (llegó a mantener 200), que en ocasiones han socorrido a otras regiones de la isla afectadas por intensas lluvias. "Nos dedicamos mucho a repartir las semillas, porque esa es nuestra batalla, si un campesino las pierde, el otro las tiene", dijo a IPS.

Según Ania Yong, investigadora del INCA, "los campesinos transmiten los conocimientos en las comunidades, ganan reconocimiento social y elevan su autoestima". El escepticismo inicial y la idea de que las soluciones dependían de más insumos se han transformado en necesidad de recibir nuevas semillas e innovar.

El programa sólo demanda el compromiso de compartir las simientes y darlas gratuitamente en las llamadas "ferias de la diversidad", apuntó Yong. "Ellos tienen total libertad para ser experimentadores, adoptan y adaptan a sus condiciones lo que les da más resultados", afirmó.

En siete años el PIAL ha beneficiado, en nueve de las 14 provincias de Cuba, a unos 8.000 productores, lo cual representa dos por ciento del total de pequeños y medianos. El objetivo es elevar esa proporción a 10 por ciento en los próximos cinco años.

Para conseguir ese empeño, el INCA ha contado con el apoyo de universidades, institutos de investigación, organizaciones no gubernamentales cubanas e internacionales, agencias de cooperación y autoridades del sector agropecuario y ambiental.

Mario García, a quien llaman Mocho, no creía en la existencia de tantas variedades de viandas y granos, antes de viajar a una zona agrícola de la central provincia de Villa Clara, invitado por el INCA y por la Facultad Agropecuaria de Montaña de San Andrés. "Los campesinos somos muy desconfiados, tenemos que ver las cosas", admitió a IPS.

A su regreso a San Andrés, una zona rural perteneciente al municipio de La Palma, contó lo que había visto, pero lo tildaron de mentiroso. "Me decían el viejo loco, pero es mejor seguir a un loco que empujar a un bobo (tonto)", observó este campesino de 69 años, que trabaja la tierra desde los ocho.

Ahora no sólo se preocupa por conservar decenas de variedades de boniato, yuca y frijoles en su pequeña finca, también se ha hecho un promotor de la aplicación de las curvas de nivel y otras técnicas para cuidar el suelo. "Tenemos los proyectos de semillas, pero si no conservas el terreno no puedes hacer nada", aseveró.

En Cuba, según estadísticas del Instituto de Suelos, cerca de la mitad de la tierra es muy poco productiva. El área agrícola está afectada por factores como la erosión, el drenaje deficiente, la baja retención de humedad y el escaso contenido de materia orgánica.

"Lo más importante es que estamos trabajando con actores locales", sostuvo Ríos. "La lógica tiene que ser empoderar a la gente localmente para que después pueda trabajar sin los investigadores", acotó.

"Experiencias como estas pueden enseñar cómo la gente puede producir más de manera más amigable con el ambiente y sin depender de insumos externos", consideró este joven investigador, quien destaca cómo la conservación de la diversidad y la experimentación han contribuido a la economía de las familias campesinas.

Un testimonio de la mejora en las condiciones de vida lo ofrece Agustín Pimentel, campesino de San Andrés, iniciador con el INCA del proyecto de piensos locales a partir del frijol caupí, la soja y el sorgo, antes casi desconocidos en la zona, donde las autoridades privilegian el cultivo del tabaco, a pesar de la baja productividad del suelo.

Gracias a lo aprendido en el programa sobre el alimento animal y las semillas, Pimentel ha multiplicado sus ingresos al acelerar la ceba de sus cerdos, que en seis meses alcanzan hasta 250 libras, sin depender de los piensos que le suministra el Estado como parte de un convenio para el fomento de la masa porcina.

"Cuba tiene las mejores condiciones de América Latina para obtener piensos, porque aquí se dan los frijoles y la soja, sin químicos, todo orgánico", aseguró este agricultor de 56 años. "Nos favorecen el clima y los conocimientos, pero ese potencial no se aprovecha, porque la mayoría de la tierra está ociosa", remarcó.

+ Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA) (www.citmahabana.cu/centr_c_inca.htm)

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