KENIA: «Misión imposible» para Kofi Annan

Kofi Annan, ex secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, se dispone a mediar entre las facciones rivales de Kenia, en coincidencia con la primera sesión del parlamento de ese país y un llamado de la oposición a tres días de protestas masivas a partir de este miércoles.

Annan aceptó una invitación del presidente de Ghana, John Kufuor, en su carácter de presidente de la Unión Africana, para encabezar una delegación que intentará pacificar la nación luego del estallido de violencia étnica que se produjo tras las elecciones del 27 de diciembre. La oposición acusó al presidente Mwai Kibaki de realizar un fraude escandaloso.

El ex secretario general del foro mundial tenía previsto comenzar su mediación este lunes, pero la postergó "unos días" arguyendo problemas de salud.

Los términos bajo los cuales se desarrollará la gestión de Annan están envueltos en una confusión semántica.

El opositor Movimiento Democrático Naranja (ODM, por sus siglas en inglés) aceptó una "mediación internacional" para resolver la crisis, pero el gobierno no quiere que los diplomáticos extranjeros vayan más allá de "facilitar un diálogo" entre las partes.
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"Queremos una mediación de Annan con complete conocimiento de la magnitud del problema", dijo el secretario general del ODM, Anyang Nyong'o.

"Si Annan viene, no es porque lo invitamos", señaló el Ministro de Obras Públicas, John Michuki. "Ganamos las elecciones, no tiene sentido que alguien venga para negociar compartir el poder", agregó.

Las líneas de batalla están claramente establecidas, mientras Kenia se prepara para otra ola de violencia.

Resentidos activistas se congregan en la sede del ODM en Nairobi, organizando las protestas que han sido declaradas ilegales por el gobierno.

Dos intentos de mediación fracasaron la semana pasada. Tanto Kufuor como el subsecretario de Estado (vicecanciller) para África de Estados Unidos, Jendayi Frazer, debieron partir con las manos vacías.

El equipo negociador de Annan está integrado por la esposa de Nelson Mandela, Graca Machel, y el ex presidente de Tanzania, Benjamin Mkapa.

Los analistas estiman que las posibilidades de éxito de la misión son escasas y que Annan no debería tener muchas esperanzas de llevar a la mesa de negociación al presidente Kibaki y su rival Raila Odinga, líder del ODM privado de la victoria por el fraude gubernamental.

La oposición elevó la apuesta y pidió la suspensión de la ayuda internacional a Kenia, para forzar a Kibaki a aceptar la mediación. "Es obvio que no tenemos con quién negociar", dijo un dirigente del ODM en referencia a la negativa del presidente a aceptar una intervención del exterior para buscar una salida a la crisis.

El gobierno publicó en los diarios del domingo un aviso de una página, en el que acusaba a la oposición de sabotear el intento de Kufuor de "facilitar el diálogo". También calificó a los argumentos de la oposición como un "engaño".

Cada vez que llega a Kenia un mediador internacional, Kibaki modifica las condiciones, objetivos y el contexto de una posible negociación.

Cuando Frazer arribó a Nairobi, Kibaki ya había tomado juramento como presidente. En vísperas de la llegada de Kufuor, el presidente anunció su gabinete, aunque los ministros designados aún no habían asumido como parlamentarios, un requisito constitucional para acceder a un cargo en el Ejecutivo.

La llegada de Annan coincidió con la primera sesión del Parlamento, donde el ODM y sus aliados cuentan con 110 bancas frente a las 87 del oficialismo y sus socios, mientras que 25 escaños corresponden a otros partidos.

Annan tendrá que enfatizar dos aspectos. En primer lugar, que la crisis política no puede considerarse sin tener en cuenta sus dimensiones humanitarias. En segundo término, que el desprestigio de Kenia, luego de años en los que fue vista como un oasis de estabilidad en una región convulsionada, puede tener graves consecuencias para un país que depende de la ayuda exterior y el turismo.

En términos humanitarios, aunque los más graves episodios de violencia se han aplacado, esto no significa que haya desaparecido y podría haber una escalada. Le tomará al país un largo tiempo para recuperarse de las muertes y los desplazamientos forzados que se registraron desde fines de diciembre.

La cifra oficial de 600 muertos y 250.000 desplazados es considerada extremadamente conservadora por los socorristas internacionales que trabajan sobre el terreno dando ayuda a los refugiados.

"Aunque la calma está volviendo a algunas áreas y algunos desplazados retornan a sus hogares, el número de los que llegan supera al de los que regresan", dijo un socorrista danés que trabaja en un campamento de refugiados en el valle del Rift y Nairobi. La mayoría de los desplazados vive en iglesias, escuelas y estadios deportivos.

Irónicamente, Kenia se enorgullece de albergar a refugiados provenientes de la conflictiva región de África oriental. Durante 16 años otorgó refugio a las personas que huían de la guerra civil en Somalia y la mayoría de la agencias que realizan trabajo humanitario en ese país y otras naciones vecinas en conflicto tienen su sede en Nairobi.

"Ahora, los keniatas que necesitan asistencia, refugio y comida superan a los desplazados de otros países", dijo Jens Christiansen del Consejo Noruego para los Refugiados.

En cuanto a las consecuencias económicas y para el prestigio del país, Annan tendrá que reforzar la presión ya ejercida por Estados Unidos, Gran Bretaña y otras naciones. El domingo, Washington señaló que las relaciones bilaterales se verían afectadas si no se iniciaban negociaciones serias para superar la crisis.

Varias naciones europeas ya han desaconsejado a sus ciudadanos viajar a Kenia. El sector turístico y la reputación del país como un polo de negocios y centro para organizaciones internacionales dependen de su estabilidad, en contraste con la volatilidad de vecinos como Somalia y Uganda.

Si Kibaki no llega a un acuerdo con la oposición, Kenia se verá aislada internacionalmente y hasta podría llegar a recibir sanciones. Annan tendrá que convencer al régimen de que el costo de ignorar los peligros internos y las presiones externas es demasiado alto.

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