CHAD: La soberanía en juego

El gobierno de Chad, que logró controlar un ataque de insurgentes sobre la capital N'Djamena con la ayuda de Francia, desató una represión contra líderes de la oposición, activistas y periodistas, mientras sigue en busca de «rebeldes».

La organización de derechos humanos Amnistía Internacional expresó su preocupación el miércoles sobre Wadel Abdel Kader Kamougue, del partido Unión para la Renovación y Democracia, que se encuentra desaparecido.

También se ha reclamado la liberación del líder del Partido para la Libertad y el Desarrollo, Ibni Oumar Mahamat Saleh, de Ngarlejy Yorongar, de la Federación Acción por la República y del ex presidente Lol Mahamat Choua (1979-1979), quien encabeza la Reunión para la Democracia y el Progreso.

El ataque sobre la capital fue lanzado el 31 de enero por una alianza de tres grupos insurgentes, que buscaban derrocar al presidente Idriss Déby. Tras varios días de combate, las tropas del gobierno, con la asistencia de soldados franceses, lograron repeler la ofensiva rebelde.

Pero 160 civiles murieron y quedó un saldo de decenas de miles de refugiados.

Chad acusa a Sudán de ofrecer apoyo a los insurgentes, mientras que el gobierno en Jartum alega que Déby ayuda a los rebeldes en la conflictiva región occidental de Darfur.

El líder opositor Maurice Hel Bongo dijo a IPS que la actual situación "amenaza la supervivencia de Chad como nación". Aunque vive en Suiza, tiene estrecho contacto con su país y conoce a algunos de los rebeldes que atacaron N'Djamena.

—¿Quiénes son los líderes insurgentes y qué quieren?

— Mahamat Nouri, Timane Erdimi y Abdelwahid Aboud, a quien no conozco personalmente. Nouri fue ministro en las presidencias de Hissene Habré (1982-1990) y Déby, y es muy conocido en el país. Pertenece a la etnia goran, igual que Habré, y es cuñado de Déby. Erdimi es sobrino del presidente. Durante mucho tiempo fue su jefe de gabinete y dirigió sus políticas.

Con estos antecedentes, dudo que se hayan vuelto demócratas de la noche a la mañana. Quieren poder y dinero. Y desde que Chad se convirtió en productor de petróleo, hay mucho dinero en juego. Déby no está interesado en promover el desarrollo, sólo quiere llenar sus bolsillos y los de su clan.

— ¿Es posible una transición democrática en Chad?

– Sí, pero no con Déby. Cuando Habré fue depuesto y reemplazado por Déby, hicimos un excelente trabajo en la Conferencia Nacional, que duró tres meses. Mientras nosotros tratábamos de instaurar la democracia, él se propuso ponerle un fin a ese proceso. La razón era obvia: todos los habitantes, de norte a sur, estaban atrapados por las discusiones. Incluso los nómadas, montados en sus camellos, no separaban el oído de sus radios. Lo llamamos "los tres meses de celebración democrática".

A pesar de esto, tengo la esperanza de que las recomendaciones de esa conferencia sean adoptadas en algún momento, incluso si los principales líderes de la oposición, quienes siempre se rehusaron a tomar el poder por la fuerza, han sido arrestados.

— ¿Qué papel juega Sudán?

— Chad, como Sudán, es musulmán en el norte y cristiano animista en el sur. Desde nuestra independencia de Francia, en 1960, nuestros hermanos del norte han distorsionado los problemas políticos, presentándolos como divisiones étnicas y religiosas. Siempre he dicho que era una falsa dicotomía, pero funcionarios del norte fueron a Sudán y otros países árabes a decir que los problemas tenían una raíz religiosa. Sudán tiene una gran influencia en Chad, mucho más ahora, con el gobierno racista de Jartum.

— ¿Existe el riesgo de que el conflicto de Jartum se expanda en la región?

— Cuando el gobierno de Jartum hizo un acuerdo de paz con los rebeldes del sur, rápidamente se volcó hacia Darfur, donde los habitantes son musulmanes, pero negros. Déby ayudó a avivar ese conflicto.

Pertenece a la etnia zagawa, que vive a lo largo de la frontera entre Chad y Sudán y en Darfur y que ha sido siempre abandonada por el gobierno de Jartum. Antes de tomar el poder, Déby prometió ayudar a los zawaga de Darfur si llegaba a la presidencia. Según rumores, que no estoy en condiciones de corroborar, incluso les prometió establecer un reino zawaga en la región. Fue él quien promovió la rebelión.

— ¿Dice usted que todo iría bien entre el gobierno de Sudán y los zawagas si no fuera por Déby?

— De ninguna manera. No ponga palabras en mi boca. Algo es seguro: Darfur siempre fue dejada de lado por el gobierno en Jartum antes de que Déby llegara al poder. Esto significa que, más tarde o más temprano, iba a haber problemas, con o sin Déby.

— ¿Cuál es el papel de Francia?

— Siempre ha sido negativo. Hablo del gobierno, no del pueblo francés. Incluso el Parlamento de ese país no sabe qué es lo que ocurre. El Ejecutivo tiene un departamento que maneja los asuntos africanos de una manera muy turbia. Francia no quiere gobiernos democráticos en África, prefiere a los corruptos.

— ¿Incluso ahora?

— Por supuesto. Si no fuera así, ¿por qué París apoya a Déby, a quien todos identifican como un déspota?

— ¿Cómo observa el futuro de su país?

— No se ha solucionado el problema. Los rebeldes siguen allí y no se puede descartar que regresen. Temo que Chad está cayendo en el caos. El sur está completamente marginado, en una completa miseria que amenaza extenderse al norte. Todos los habitantes terminarán perdiendo.

Finalmente, el país será repartido entre sus vecinos poderosos: Camerún, Libia, Nigeria y Sudán. Me temo que si esto continúa Chad perderá su soberanía.

* Isolda Agazzi es una periodista de InfoSud, agencia de noticias con sede en Ginebra. Esta entrevista se publica por un convenio entre InfoSud e IPS.

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