LIBROS: Prohibido olvidar el Kurdistán

«¿A quién le interesan los kurdos?». La escritora venezolana Carol Prunhuber escuchaba esa respuesta con forma de pregunta cada vez que tocaba las puertas de una editorial con su manuscrito sobre Abdul Rahmán Ghasemlú, el líder de los kurdos de Irán asesinado el 13 de julio de 1989 en Viena.

Así, escrito en 1992, "Pasión y muerte de Rahmán el kurdo" estuvo guardado hasta que este mes vio la luz en la editorial Alfa, de Venezuela, país con creciente interés por lo iraní ya que su presidente Hugo Chávez ha tejido fuertes lazos políticos, diplomáticos, económicos y comerciales con Teherán.

Ghasemlú, un colaborador suyo y un intermediario fueron asesinados en circunstancias jamás aclaradas cuando, en el interior de una vivienda en la capital austriaca, negociaban en busca de la paz con dos enviados del gobierno iraní.

"Me encontré con un crimen, un personaje fascinante y las luchas del pueblo sin Estado más grande que existe (unos 30 millones de kurdos se reparten entre Turquía, Irán, Iraq y Siria, principalmente) pero con una visibilidad internacional muchísimo menor que otros pueblos o minorías en Europa o Asia", comentó Prunhuber a IPS.

Mustafá Barzani (1903-1979), legendario líder de los kurdos en Iraq, dijo alguna vez que ellos eran "los huérfanos del universo", y Ghasemlú exponía, en diálogos con Prunhuber, que además de ser utilizados secularmente por las potencias, los kurdos escasamente eran noticia pues "no ponemos bombas en ciudades, no atentamos contra aviones, no secuestramos personas y no luchamos contra ninguna gran potencia".

"Los únicos amigos de los kurdos son las montañas", solía decir Ghasemlú, por el escarpado territorio de 500.000 kilómetros cuadrados que habitan desde hace 3.000 años.

Ghasemlú (1930-1989) fue un joven comunista que se doctoró en Economía en Checoslovaquia en los años 50, se hizo socialdemócrata en los 60 y lideró durante décadas el Partido Democrático del Kurdistán Iraní (PDKI), que llegó a dirigir en 1946 la efímera y prosoviética república kurda de Mahabad, noroeste de Irán.

Prunhuber lo entrevistó cuando en 1985 viajó al Kurdistán para informar de la lucha de los peshmergas (guerrilleros kurdos) contra la República Islámica de Irán, entonces guiada por el ayatolá Ruholá Jomeini, por cuenta de la agencia francesa Gamma TV. Luego lo encontró varias veces en Europa.

Aunque dirigía a miles de combatientes campesinos, Ghasemlú era un intelectual, apasionado de la literatura universal, que descollaba como un político culto, hablaba siete idiomas y poseía una visión global de los temas con los que convivía.

"Era el único kurdo con un pensamiento internacional", afirmó el actual canciller francés Bernard Kouchner, uno de los entrevistados por Prunhuber para su libro.

Ante la imposibilidad de independizar al Kurdistán, Ghasemlú acogió la tesis de la autonomía, y era justamente lo que proponía, como vía hacia la paz, a los enviados iraníes Mohamed Jafar Sahrarudi y Hadji Mostafawi, la fatídica noche del 13 julio.

Ghasemlú, su colaborador Abdulá Ghaderi-Azar y el mediador kurdo iraquí Fadil Rasul recibieron 19 disparos de dos pistolas con silenciador, marcas Beretta y Llama. Sahrarudi, hombre de confianza del ex presidente iraní Alí Rafsanjani (1989-1997), resultó herido por un proyectil en su rostro y un brazo, según el relato de Prunhuber.

La explicación que dio Sahrarudi, cuando pidió auxilio en la calle pues estaba herido, fue que uno o dos individuos ingresaron al lugar del crimen —la sala, con sólo una puerta y una ventana, de un apartamento en un quinto piso— y dispararon a discreción.

La investigación policial vienesa desmontó esa versión, pero en cuestión de pocos días, mientras se cruzaban acusaciones entre Iraq e Irán, apenas finalizada la guerra de ocho años en la que se enfrentaron, tribunales y autoridades del gobierno austriaco dejaron partir a los iraníes vinculados a los hechos del 13 de julio.

En 1991, la viuda de Ghasemlú, Helene Krulich, de origen checo, presentó en Viena una querella contra el Estado austriaco, después de acumular numerosos testimonios, declaraciones, experticias y otras pruebas.

Ese juicio, recordó Prunhuber a IPS, jamás prosperó. Tampoco la investigación del crimen que el diputado Peter Pilz, del Partido Verde de Austria, pidió reabrir en 2005, una vez que Mahmoud Ahmadinejad fue elegido presidente de Irán.

El actual mandatario iraní fue señalado en los papeles de Pilz como un responsable de los pasdarán (guardianes de la revolución) fieles a Jomeini en la zona de Kurdistán desde 1986, agente de las brigadas especiales de esa milicia que actuaban en el exterior y, según la acusación, coplanificador del crimen junto con Rafsanjani.

Jalal Talabani, actual presidente de Iraq y dirigente kurdo, siempre deploró que su amigo Ghasemlú acudiese a la cita vienesa sin guardaespaldas y otras medidas de seguridad. "Tenía prisa. Había muerto el ayatolá Jomeini, el país debía reconstruirse tras la guerra con Iraq y al líder del PDKI le urgía conseguir algún logro", estima Prunhuber.

Saíd Cherefkendi, sucesor de Ghasemlú al frente del PDKI, fue asesinado en Berlín en 1992. Decapitado, el partido cesó la lucha armada en 1996 y se ha dividido.

El viento de la historia sopló a favor del los kurdos iraquíes, porque después de la primera Guerra del Golfo (1991), la coalición militar invasora liderada por Estados Unidos prohibió a la aviación de Bagdad sobrevolar la zona kurda, donde floreció la autonomía.

La autonomía, buscada por la Unión Patriótica, de Talabani, se concretó en los acuerdos políticos y en la nueva Constitución iraquí tras la segunda Guerra del Golfo (2003), que liquidó el gobierno de Saddam Hussein (1979-2003), repartió el poder formal entre kurdos y árabes sunitas y chiítas, y estableció al árabe y al kurdo como lenguas oficiales.

"Talabani asimiló las propuestas de Ghasemlú. En el Kurdistán iraquí se respira autonomía, tienen sus escuelas, universidades, periódicos, su comercio con vecinos como Turquía y acuerdos de inversión con firmas trasnacionales", dijo Prunhuber.

La zona es objeto de expediciones punitivas del ejército turco, para desmantelar campamentos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una guerrilla izquierdista de kurdos que pueblan el sudeste de Turquía.

"Creo que más que contra el PKK, la operación del ejército turco se dirige a impedir la estabilización y el progreso de una provincia kurda autónoma, que se erigiría en el modelo a seguir por kurdos de Irán o Siria que luchen por la democracia, o de los que habitan una Turquía que desea integrarse a la Unión Europea", opinó Prunhuber.

Prunhuber es autora de "Agua, silencio y memoria", estudio sobre el escritor uruguayo Felisberto Hernández, un precursor del boom literario latinoamericano, y de "Mujeres, los grandes mitos a través del mundo" (en francés).

Su libro sobre Ghasemlú, de cuidada prosa, construido casi como un guión de cine, sobrepone con agilidad el relato de sucesos con la crónica de viaje y la documentada explicación de acontecimientos históricos.

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