GRECIA: Las causas de la explosión

La capital de Grecia ahora está quieta y extrañamente vacía. Sólo algunas personas se ven en sus calles: policías vestidos de civil y periodistas gráficos.

Es como caminar en una zona de guerra. Automóviles incendiados abandonados, cajeros automáticos destruidos y puentes severamente dañados.

Ocasionalmente, amigos se llaman entre sí para preguntar si todo está bien. Dos fotógrafos resultaron heridos, uno de ellos por gases lacrimógenos que le quemaron severamente la mano, el otro golpeado por hombres encapuchados cuando intentaba sacarles fotos.

"Estamos quemando todo para que los policías vean lo que significa matar a un muchacho", dijo uno de la multitud. "Así todos entenderán lo que significa destruir una vida".

Se refería al asesinato de Alexis Grigoropoulos, de 15 años, a manos de un policía, lo que motivó que cientos de jóvenes salieran a las calles a protestar y se desataran los disturbios. Pero ahora que los alborotos han menguado, surgen las preguntas sobre las causas detrás de la explosión.
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Las condiciones sociales están inevitablemente detrás de la violencia y la furia expresadas contra el Estado y todo lo que representa. No alcanza con simplemente acusar a algunos jóvenes anarquistas con apetito de destrucción.

La mayoría de los jóvenes que participaron de las manifestaciones no tenían intenciones de incendiar o saquear. Muchos fueron acompañados de sus padres, que sufrieron la dictadura militar entre 1967y 1973. "Vine porque me sentí responsable por la situación de estancamiento que le dejamos a estos niños, y porque soy madre y no puedo creer que un muchacho de 15 años sea asesinado en este país de esa manera", dijo Tania Liberopoulos, una contadora de mediana edad.

Las protestas fueron alimentadas por la memoria de una larga historia de luchas sociales y políticas. Casi por conciencia instintiva, muchos en Grecia desconfían del Estado. El desagrado latente de los griegos hacia la policía, que estalló tan fuerte ahora, tiene sus raíces en la vieja dictadura, en la que las fuerzas de seguridad urbana fueron las ejecutoras de los planes militares.

El constante uso de la policía para reprimir llevó a su deshumanización. Los uniformados son vistos con odio y desprecio, y ellos responden de la misma forma. Los estudiantes de hoy conocen casos de muertes en condiciones dudosas, de abusos de poder, de insultos personales hechos por policías a civiles por la forma de vestir o incluso de pensar.

Esto se produce en medio de una gran crisis de confianza dentro de la sociedad griega. Cuando se le preguntó al rector de la Universidad de Atenas, Cristos Kittis, por qué renunció al cargo, respondió: "Porque no tengo nada para decirle a mis estudiantes. Ellos no confían más en mí".

No hay duda de que las condiciones sociales son difíciles. El índice de pobreza crece rápidamente, el desempleo está en 15 por ciento, destruyendo gran parte de la vasta clase media que garantizaba la cohesión social. Los jóvenes son los más azotados, y sufren el rechazo en un país en el que no hay espacio para la creatividad ni para la innovación.

La actual generación es conocida como "la generación de 700 euros", después de que se aprobara esa cifra como salario mínimo a los jóvenes, sin importar el grado de capacitación con que cuenten.

El alquiler de un apartamento de 50 metros cuadrados en Atenas cuesta unos 400 euros, los impuestos toman otros 60 u 80 euros, y los alimentos y otros elementos básicos requieren por lo menos 100 euros mensuales. Es difícil vivir así. Por eso, la mayoría de los jóvenes con más de 20 años siguen viviendo con sus padres. Y es por esto también que predomina el pesimismo, la falta de perspectivas.

Lo grave de la revuelta "no fue sólo el grado de destrucción, sino la propagación de la inestabilidad en todo el país, con la participación masiva de estudiantes y jóvenes trabajadores", señaló el periodista Stavros Ligeros, ex miembro de un movimiento juvenil que enfrentó a la dictadura.

"Su participación está motivada por contradicciones sociales a largo plazo, por la falta de fiabilidad y el colapso esencial del sistema político y de sus instituciones", agregó.

Esa falta de fiabilidad a la que se refiere Ligeros puede observarse en cada espectro de la sociedad: en un sistema educativo que no inspira a los jóvenes, en una cadena de corrupción que alcanza los niveles más altos de gobierno, en un frustrante sistema de conexiones entre las grandes empresas y los políticos.

Las políticas neoliberales de los últimos dos gobiernos contribuyeron en gran medida a la confusión actual. Grecia puede ser considerado un país moderno, pero el impacto ideológico de Occidente llega al menos una década tarde aquí. Grecia inició la transición a una economía de mercado recién en la primera mitad de los años 90, junto a los países de Europa oriental.

En vez del prometido paraíso autorregulado, los cambios trajeron un deterioro social. Los monopolios agresivos controlan la política, la corrupción está propagada y la desigualdad de la riqueza predomina. La seguridad social está en deuda.

Un cóctel de fuerzas históricas junto a la frustración diaria se volvió explosivo cuando las autoridades no escucharon los mensajes de la sociedad. "En una sociedad donde cada autoridad es corrupta, nadie puede esperar que las generaciones jóvenes tengan respeto por todo", dijo el intelectual liberal Paschos Mandravelis.

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