EL G8 DEBE CEDER EL PASO AL G192

Un nuevo y poderoso actor global ha surgido en el escenario mundial: el Grupo de los 192. El G7 pasó ya al olvido, mientras que el G8 y el G20 deben ahora hacerse a un lado.

Mientras los miembros del G8, que celebró su última reunión cumbre en L’Aquila, Italia, entre el 8 y el 10 de julio, se jactan de representar el 65% del Producto Bruto Mundial, este puñado de países sólo cuenta con el 14% de la población del globo.

El G192 representa por primera vez a todas las economías y a toda la población del mundo, de Norte a Sur y de Este a Oeste. Durante mucho tiempo descartados a la hora de tomar decisiones por las elites financieras en el ahora desacreditado y en franco retroceso casino global, los representantes de los 192 países que integran el nuevo grupo se reunieron en Nueva York en la Asamblea General de las Naciones Unidas realizada entre el 24 y el 26 de junio pasado. El discurso de apertura del presidente del grupo, Miguel D’Escoto Brockmann, trazó un amplio panorama de toda la familia humana y de nuestra evolución en el planeta Tierra y a continuación se desarrolló el más profundo dialogo entre los miembros del G192 que jamás se haya visto en las previas y más reducidas y cerradas reuniones cumbre del G8.

Los delegados pudieron dar voz a los nuevos paradigmas surgidos luego del colapso de Wall Street y del casino global engendrado por los fundamentalistas del mercado. Estos nuevos paradigmas reducen la importancia del sistema financiero y sitúan a sus actores en el lugar que realmente les correspondía como intermediarios y servidores y no patrones de los verdaderos sectores productivos de sus economías. Un sector financiero eficiente debería representar menos del 10% del producto interno bruto de un país.

La Comisión de Expertos del presidente, encabezada por el profesor de la Universidad de Columbia Joseph Stiglitz, comunicó sus recomendaciones, entre ellas la democratización del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC), el uso de una nueva moneda global de reserva que desplace al volátil dólar estadounidense, el establecimiento de regulaciones más estrictas sobre todas las áreas de los mercados financieros, las agencias de evaluación financiera, los derivados y la asunción de riesgos excesivos. Los expertos también exhortaron a crear un pequeño impuesto sobre las transacciones financieras para reducir la volatilidad y proporcionar ingresos para financiar el Consenso de Monterrey de 2002 y los Objetivos de Desarrollo del Milenio con el fin de reducir la pobreza y de estimular la educación, el cuidado de la salud y la ulterior atribución de poderes a las mujeres. El G192 adoptó el informe de los expertos.

No resultó sorprendente que la mayor parte de los medios de comunicación ignoraran ampliamente este acontecimiento histórico y a los principales actores entre los jefes de estado del G192 ni que Estados Unidos y otros miembros del G20 enviaran a la reunión a funcionarios de segundo orden. La cuestión es que la visión del G192 representa el fin del dominio de las políticas globales de los países del G20 y de sus sectores industriales alimentados con combustibles de origen fósil.

El G192 tiene un estilo digno del siglo XXI de redes de poder distribuido entre sus miembros, al contrario del de las elites del G7, G8 y G20 en sus altamente restringidas y coreográficas reuniones cumbre. Finalmente, el G192 tiene una plataforma mundial para hacer públicas sus frustraciones provocadas por los anglosajones liberales fundamentalistas del mercado y su ideología difundida a través de la Universidad de Chicago, del ex presidente de Estados Unidos Ronald Reagan y de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, así como por los duros “condicionamientos” y dobles raseros del FMI y de las prioridades fuera de lugar del Banco Mundial. La imposición de esas políticas, ahora reconocidas como injustas y dañinas, exacerbaron las crisis de las economías asiáticas, mientras que países como China y Malasia evitaron este daño al utilizar sus propias políticas.

El G192 ha concebido un nuevo escenario mundial. Sus miembros ven a las finanzas como servidoras del pueblo y de un futuro más saludable, sostenible y justo para todos. Ven también enormes oportunidades a raíz del colapso del casino global y de la crisis climática para poder cambiar el curso e invertir en la construcción de economías más limpias y verdes a lo largo y ancho del mundo. Están ahora apoyados por 21 organismos de las Naciones Unidas encabezados por UNEP, UNDP y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su lanzamiento en 2008 de una iniciativa de economía ecológica, la GreenEconomy Initiative, y de un nuevo acuerdo ecológico, el Green New Deal, para el mundo.

El G192 también proporcionó un espacio para las organizaciones de la sociedad civil, cuyas políticas desarrolladas desde el 2000 en su Foro Social Mundial y por miles de grupos de base también ayudaron a elaborar la nueva visión. Todos están ahora uniéndose para hacer virar el lúgubre debate sobre el uso de los combustibles fósiles y los costos para mitigar el cambio climático, así como para analizar los cálculos positivos de los ahorros masivos y de la nueva riqueza y los millones de nuevos puestos de trabajo que podrán ser creados invirtiendo en los bonos de Climate Prosperity Bonds ( www.EthicalMarkets.com).

El mundo está pronto para esta nueva visión y da su bienvenida a la aparición de los nuevos líderes del G192. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) La economista Hazel Henderson ( www.EthicalMarkets.com) es autora de Ethical Markets: Growing The Green Economy (2007) y coautora del ïndice sobre calidad de la vida Calvert-Henderson ( www.Calvert-Henderson.com).

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