INFANCIA-BRASIL: Energía artística como antídoto de la exclusión

Poner a prueba el arte en situaciones límite fue un aspecto involuntario del Proyecto Axé, una organización no gubernamental brasileña que se propuso crear condiciones para que niños que viven en la calle o en riesgo social superen la exclusión educativa, familiar y comunitaria.

Bailarín en acción Crédito: Gentileza Mila Petrillo
Bailarín en acción Crédito: Gentileza Mila Petrillo

La estética y la ética de los derechos humanos son rectores de la acción de esta organización que recurre a un arsenal artístico de música, danza, capoeira, teatro, circo, moda y artes visuales, para practicar su «Pedagogía del Deseo», cuyo principio rector es la capacidad de soñar una nueva vida.

Fundado en 1990 por el italiano Cesare La Rocca en Salvador, capital del nordestino estado de Bahia, el Proyecto Axé ha acogido cerca de 19.000 niñas, niños y adolescentes, y con sus métodos logró que casi todos volvieran o permanecieran en la escuela formal, 80 por ciento con una frecuencia regular y el resto en forma intermitente.

Hay ya muchos graduados o estudiantes universitarios, un nivel prácticamente inaccesible para los negros y los extremadamente pobres de este país, que constituyen casi en su totalidad los beneficiarios del Proyecto Axé.

La formación que ofrece Axé también se ha mostrado efectiva en la profesionalización. Al menos 15 de sus ex estudiantes de danza trabajan hoy en el exterior, principalmente en Europa, y muchos más bailarines, músicos, actores de teatro y circo y artistas visuales están dispersos por Brasil, a los que se suman profesionales de la moda y el diseño gráfico.
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Axé entiende que «el arte es fundamental», no solo para los que pueden ser artistas, sino para que otros descubran sus potencialidades, negadas por el fracaso escolar, y desarrollen su creatividad. Pero también es crucial continuar la enseñanza tradicional para superar la exclusión social, según Marle Macedo, coordinadora de Arte-Educación del Proyecto.

Por eso, además de ofrecer sus cursos y prácticas, el Proyecto trata de convencer a sus educandos a avanzar en los estudios formales, para concluir por lo menos la secundaria. «Es indispensable para la inserción profesional», aunque se trate de una «enseñanza que moldea a las personas para mantener el statu quo», reconoció Macedo.

«Repetí muchos grados, pero terminé la enseñanza media», porque «es condición para ser educador de Axé», contó Anderson Gois, de 25 años de edad, recordando su infancia de peleas en las calles. «Era un grito de socorro, porque algo me atormentaba», reflexionó. No le gustó la vida callejera y regresó al hogar, pero siguió siendo agresivo.

[pullquote]1[/pullquote]Anderson se unió al Proyecto Axé a los nueve años, convencido por una educadora, pero allí también se involucró en peleas de bandas. Por eso fue excluido del grupo que viajó a Italia para realizar presentaciones de música y capoeira, una disciplina que combina danza y lucha, creada por los antiguos esclavos africanos de Brasil.

Tras ese escarmiento, «decidí cambiar, entré a la banda Axé, vi que era capaz y pude participar en excursiones a São Paulo, tres veces a Italia y a Nueva York», señaló Anderson, quien concluyó a duras penas la educación secundaria para convertirse en educador de calle del Proyecto y hacer parte del 32 por ciento de sus funcionarios que son, como él, ex educandos.

DESEO DE HISTORIA

Sus compañeros Ricardo Mendes y Sandro Cardoso, de 22 y 26 años respectivamente, tuvieron un pasado similar. El primero, ahora instructor de música, se incorporó temprano a Axé, a los seis años, aún perplejo, «buscando respuesta» para la discriminación que sufría en las calles.

Ahora quiere estudiar derecho «como profesión», o historia, para conocer «mejores respuestas», especialmente después del viaje a Nueva York, que le permitió ver mejor el «racismo camuflado» de Brasil. «Allá es más aparente, pero el negro está en mejores condiciones», constató.

La historia también le interesa a Anderson y es una carrera superior que ejerce una atracción justificada sobre los negros de Bahia, el estado brasileño de acentuada mayoría afrodescendiente.

Esa característica es también la que hace de la percusión la actividad más atractiva para los niños y adolescentes, según José Carlos Freire, musicoterapeuta y supervisor de artes en la unidad de Pelourinho, un barrio histórico de Salvador.

El ritmo está impregnado en todos desde el útero, pero en Bahia es básico en la cultura, incluso por la fuerte presencia del candomblé, una religión de origen africano, en la que el atabal, o tambor, se toca con sutilezas tan refinadas que inducen el trance, explicó Freire.

Axé se integra al máximo en la cultura negra local, pues ofrece la práctica de percusión a todos los educandos y destaca también la danza y la capoeira, señaló Macedo.

La misma palabra «axé» es de origen africano, y significa «energía que fluye entre los seres», «fuerza de la naturaleza» o «realización», según diferentes interpretaciones. En todo caso, expresa un principio vital positivo. Además del Proyecto, fue adoptada para identificar un género musical surgido en Bahia, de gran éxito comercial en los años 90.

COQUETEO PEDAGÓGICO EN JAQUE

Pese a sus atractivos, Sandro Cardoso se resistió a ingresar al Proyecto Axé hasta los 11 años. No conoció a su padre. Trabajaba cargando compras en un mercado callejero para ayudar a su madre, una lavandera que criaba tres hijos sola.

Sandro se acogió al Proyecto cuando se volvió intenso el temor de «desaparecer como muchos amigos», en la furgoneta Kombi que las autoridades usaban para recoger a los niños en las calles, con el fin de «ocultar la pobreza».

Anderson, Ricardo y Sandro, los tres educadores de Axé, cuentan con la experiencia «del otro lado» para ejercer lo que llaman «coqueteo pedagógico», destinado a atraer a los «niños de la calle», aquellos que viven permanentemente en ella, asumiendo su cultura y modo de vida «libre», y son más reacios al cambio.

El Proyecto atiende a esa población infantil, que según Macedo se limita a unos centenares y nunca pasó de 800 en las investigaciones realizadas, pero también alcanza preventivamente a menores en «situación de riesgo», como los que permanecen algunas horas en las calles, buscando ingresos para ayudar a sus familias.

De los atendidos por el Proyecto, algunos volvieron a las drogas, cometieron crímenes graves o cayeron en la miseria. Hay también presos y asesinados, pero la metodología desarrollada permitió reintegrar a una inmensa mayoría a la escuela, la familia y la comunidad, aseguró Macedo.

Un problema nuevo apareció en Salvador en los últimos años, «poniendo en jaque nuestro trabajo». Es el crack, un derivado de la cocaína en forma de cristal de roca que se calienta y se inhala, ante el cual se han estrellado todas las técnicas de los educadores de Axé, admitió Freire.

[pullquote]2[/pullquote]El crack «desarticula todo», al generar una rápida «y total dependencia», acotó.

Una reflexión interna del Proyecto Axé concluyó que los adictos al crack «deben ser internados compulsivamente para su tratamiento», destacó.

Esto contraría posiciones anteriores de Axé, pero se trata de «un problema de salud pública, no de educación», matizó Macedo. Son pocos aún los niños y adolescentes degradados por esa droga en Salvador, pero «contagian, y aumentan la violencia en las calles», destacó.

«El crack no tiene solución», según el educador de la calle Ricardo Mendes quien, como sus colegas, cuenta historias terribles de adictos muertos en sus barrios, robando y matando por dinero para comprar las piedritas. Algunos incluso «pidieron ayuda a Axé», que frecuentaron durante algún tiempo, afirmó.

CRISIS FINANCIERA

Otra barrera a la acción del Proyecto Axé son los problemas de financiación que lo obligaron a suspender desde junio sus actividades los días martes y jueves y a promover una campaña de captación de recursos entre empresas y contribuyentes individuales.

Luciana Xavier, una educanda que se convirtió en educadora de ModAxé, actividad en la que 25 a 30 personas aprenden diseño y producen vestimenta y aderezos, se queja de que ya lleva varios meses sin recibir su sueldo.

A los 24 años, ella es señalada como ejemplo de éxito del arte-educación: se graduó en diseño, se prepara para una maestría y crea sofisticados productos, como una colección de joyas a partir de una investigación que la llevó a «descubrir a las heroínas negras» de la historia brasileña del siglo XIX.

En Axé desde los 12 años de edad, es la benjamina de una familia de 14 hijos, cuyo padre murió cuando nació Luciana. Vendió diarios, limpió vidrios de automóviles y mendigó en las calles de Salvador, antes de entrar al Proyecto donde hizo cursos de costura, artesanía, canto y artes visuales.

Sólo cerca de 30 por ciento de los participantes de Axé son niñas, proporción similar a la presencia femenina en el mundo de las calles. La danza, la moda y el canto son sus actividades preferidas.

El transporte constituye un elevado costo para la organización, que atiende a un promedio de 1.500 niños y adolescentes al año, procedentes de las más variadas partes del área metropolitana, señaló Ená Benevides, coordinadora general de Axé. Además del pasaje, se le ofrece hasta tres comidas diarias a cada uno.

La donación de productos electrodomésticos con ligeras averías para ser vendidos, efectuada por una empresa, solventará la deuda salarial, y se busca superar la actual crisis con una amplia campaña para multiplicar contribuyentes, según la dirección.

Pese a sus éxitos reconocidos, los métodos e ideas de Axé aún no se convirtieron en una política pública, como es su objetivo. La organización tampoco consiguió promover una reforma de la enseñanza estatal de Salvador, como pretendía a partir de la gestión de una escuela municipal entre 1999 y 2004.

Pero el Proyecto desarrolló una propuesta pedagógica que ejerce una influencia difusa y fortalece muchas iniciativas sociales, educativas y artísticas. Su sistematización analítica fue publicada en forma de libro en 1990, celebrando el décimo aniversario de la organización.

Una conclusión importante fue que el arte es educación en sí misma, sin necesidad de ser instrumentada por la escuela para generar efectos positivos. Además, permite «aprender con placer», una dimensión que no existe en la enseñanza oficial.

** Las fotografías de este artículo fueron cedidas por su autora Mila Petrillo, y hacen parte del libro «Arte de Transformação», editado por ANDI, SESC SP y el Fondo Nacional de Cultura, con 600 imágenes tomadas durante 14 años sobre 52 proyectos de transformación social por el arte.

“Este artículo es parte de la serie de reportajes El Arte es la Mejor Educación. El proyecto que dio origen a este trabajo fue el ganador de las Becas AVINA de Investigación Periodística. Los abonados que lo reproduzcan deben incluir los logos correspondientes. La Fundación AVINA y la Casa Daros, socia en la categoría Arte y Sociedad, no asumen responsabilidad por los conceptos, opiniones y otros aspectos de su contenido”.

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