MÚSICA-VENEZUELA: Burras tras el estrellato

El baile en el que se caracteriza a burras y burriquitas danzantes gana cada vez más espacio dentro del folclore venezolano y sus cultores sueñan con alcanzar reconocimiento como patrimonio cultural por la Unesco.

En el oriente de Venezuela y en particular en las áreas costeras es donde con más fuerza desde hace décadas se apela a la caracterización de las burras como animación de parrandas populares, durante los fastos de carnaval, la Navidad o las festividades patronales tras la advocación del santo o santa católica propia de cada localidad.

Ese baile "llegó al país traído por los españoles en tiempos de la colonia, se arraigó en las zonas costeras (del mar Caribe) y recibió fuertes aportes de las poblaciones negras descendientes de esclavos", explicó a IPS el investigador Carlos Marrón.

En España, sobre todo en regiones del sur como Andalucía y Extremadura, es popular la "borriquita", procesión del Domingo de Ramos (inicio de la Semana Santa) en la cual, sobre una plataforma llevada por fieles, se representa a Jesús de Nazareth cuando, según la tradición, a lomos de un borrico hizo su entrada triunfal a Jerusalén.

En Venezuela, por sus características, el baile ha facilitado la incorporación de distintas músicas, cánticos, ritmos, vestimentas y fechas de celebración.

"Es una caracterización que crece libre y en cada región y aún en cada localidad se utilizan músicas, letras y trazos de danza propias de cada cultura", subrayó Marrón.

El experto organiza una Red Nacional de Burras y Burriquitas, prepara un encuentro de cultores de esta expresión para asentar su práctica en el país, la exportación como espectáculo y el reconocimiento de ese patrimonio por parte de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura).

En el oriente la representación típica es llevada por hombres o mujeres que ciñen a su cintura, al frente, una cabeza y cuello de borrica hecha de tela, fieltro o cartón rellenados con trapo, y atrás unas supuestas ancas del animal, del mismo material, todo sujeto y ensanchado con una armazón de madera, alambre y cartones.

Bailarín o bailarina y supuestas patas de la burra están cubiertos por una suerte de ancha falda multicolor, y el danzante completa su tocado con un sombrero de hoja de palma y posiblemente un pañolón que cubra su nuca y parte de su cabeza.

Es común que las mujeres adornen sus cabelleras con cintas multicolores, lleven pequeños ramos de flores y evolucionen con giros provocativos ante los varones.

"Ya viene la burriquita/ ya viene domesticá/ no le teman a la burra/ que no es la burra maniá", reza un popular estribillo oriental mientras suena la música del polo (compás de tres cuartos) instrumentada con cuatros (guitarras de cuatro cuerdas) y maracas, o del galerón (compás lento de cantantes acompañados de cuatro, guitarra y bandolín).

En las costas centrales o inmediatamente al sur de Caracas se baila más a ritmo de parranda (derivación del aguinaldo con profusión de cuatros, tambores y charrascas, una especie de güiro) y en las llanuras centrales se la acompaña al ritmo de joropo.

El joropo es un género propio de las llanuras de Venezuela y Colombia caracterizado por un movimiento rápido a ritmo ternario mezclado con seis octavos y que incluye un vistoso zapateado, siendo inconfundible herencia española. Sus instrumentos son arpa, cuatro y maracas, aunque en "la burra" el tambor reemplaza al arpa.

En el centro-occidente del país, poblaciones como Quibor se caracterizan por la elaboración mucho más cuidadosa de la cabeza de la burra y demás elementos del tocado, y por combinaciones de géneros musicales con sonidos de cuatros, maracas, violines y tambores.

"Ay sí, ay no/ Mariquita me regaló/ un canario que cantaba/ los versos del niño Dios", es el más popular estribillo de cuantas interpretaciones se hagan de la burra en época de Navidad, pero también cuando se la escucha con disímiles letras en fiestas patronales y aún en las más paganas de carnaval.

Al popularizarse en las escuelas primarias como iniciación a los cantos y al folclore que deben aprender los alumnos, el resultado lógico ha sido que la burra o burriquita es una interpretación frecuente durante los actos de fin de curso, en Venezuela cada julio.

Los cultores mantienen y transmiten la tradición. Carmen Albuquerque, de Santa Lucía, población a unos 30 kilómetros al sudeste de Caracas, dijo al diario El Nacional que lleva 50 años bailando la burra, según aprendió a la edad de ocho.

Entre los veteranos sumados a la Red se destaca Francisco "Morocho" Torres, oriundo de Tacarigua de Mamporal (40 kilómetros al este de Caracas), quien a sus 88 años promete "seguir bailando la burra hasta que el cuerpo aguante".

En San Casimiro, población 70 kilómetros al oeste de la capital venezolana, Elpidio Boullón llevó la burra para animar los alrededores del templo durante las misas de aguinaldo (semana que precede a la Navidad) en 1967, y sus hijos y ahora su nieto de tres años siguen escenificando esa tradición.

Según Marrón, cultores como esos son "patrimonio vivientes" y bazas para extender el tradicional baile más al sur y oeste de país, y alcanzar, según sus esperanzas, el reconocimiento global de la Unesco.

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