PERÚ: Mujeres de Cusco doblegan violencia milenaria

Para el mundo, Cusco evoca una región milenaria y mítica, pero esta zona de Perú es conocida por los cientistas sociales a raíz de otro hecho menos atractivo: es uno de los puntos del planeta con mayor índice de violencia contra las mujeres.

Dirigentes de CODECC, juntas contra la violencia en Cusco Crédito: Julio Angulo/IPS
Dirigentes de CODECC, juntas contra la violencia en Cusco Crédito: Julio Angulo/IPS
Pero un grupo de mujeres organizadas de Cusco hace frente desde hace 10 años a las duras estadísticas de agresión física, sexual y de otra índole con un trabajo incansable. "Éramos calladas, hemos despertado. Nunca es tarde para empezar", dijo a IPS Elsa Mamani, una de sus lideresas.

Mamani siempre fue muy tímida, por eso aún se sorprende de haberse convertido a sus 52 años en el corazón de la pujante y aguerrida Coordinadora Departamental de Defensorías Comunitarias del Cusco (CODECC), integrada por unos 500 miembros y dedicada a combatir la violencia familiar y sexual que sufren a diario las mujeres.

En total son 65 defensorías que operan en seis provincias y en las que ya se ha logrado que al menos 25 por ciento de los involucrados sean hombres.

Las defensorías comunitarias reciben a las mujeres maltratadas, las acompañan a la policía y los juzgados. "Hacemos seguimiento a todo el proceso, no las dejamos solas hasta que obtienen justicia", explicó Mamani.
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También se les brinda asesoría legal y psicológica, gracias a un acuerdo con una universidad local e instituciones aliadas, todo con base en la ley contra la violencia familiar y el Código de Niños y Adolescentes.

Cusco (lugar sagrado en quechua) da nombre a una de las ocho regiones naturales del país y cuna del imperio inca, a uno de sus 24 departamentos, a una de las 13 provincias del mismo y a su capital, patrimonio de la humanidad. En este departamento del sureste peruano, se enclavan también los restos de la mítica ciudad de Machu Picchu.

CODECC tiene vida propia y cuenta con recursos directos de la cooperación internacional, aunque es parte de un proyecto conjunto de los no gubernamentales Instituto de Defensa Legal (IDL) y Centro Bartolomé de las Casas.

"Yo era una ama de casa común y corriente, temerosa", contó Mamani, presidenta del CODECC, antes de enumerar los logros de su organización en una región donde la mujer es mayoritariamente maltratada, más aún en las zonas rurales y marginales.

América Latina es la región del mundo con mayores índices de violencia contra la mujer, según estudios del Banco Mundial. Dentro de ella, Cusco se destaca como una zona donde dos de cada tres mujeres han sufrido violencia sexual o física, de acuerdo a un estudio en 10 países de la Organización Mundial de la Salud y a otros que arrojan parecidos resultados.

El peruano Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social detalla que las principales víctimas oscilan entre los 12 y 59 años y cuentan con menor nivel educativo.

Entre 2001 y 2005, la policía de Cusco recibió más de 14.000 denuncias por maltrato hacia mujeres, en una cifra que es sólo indicativa porque la mayoría no recurre a las autoridades y soporta en silencio las agresiones.

Pero con base en esas denuncias, se proyecta que 69,9 por ciento de mujeres de esta región han sufrido violencia física y 46,6 por ciento violencia sexual.

Entre enero y mayo de este año, los gubernamentales Centros de Emergencia Mujer registraron 1.269 denuncias en el departamento de Cusco, cuya población es de 1,2 millones de personas, casi 400.000 en su capital. Sus cálculos son que en la región la violencia sexista está al menos 10 puntos porcentuales por encima del promedio nacional.

DEL SILENCIO AL ESCENARIO PÚBLICO

Mamani era una de esas mujeres que no se atrevía a contar a nadie que en su casa convivía con la violencia, ahora totalmente superada. De pronto, la invitaron a participar en el programa del Vaso de Leche a favor de los niños de su distrito en la capital de Cusco. "Empecé a participar poco a poco y terminé de coordinadora distrital", relató.

Era 1999 y fue entonces cuando le pidieron participar en un taller sobre violencia y mujer que fue la semilla para conformar las defensorías comunitarias, inicialmente en las zonas marginales de la capital del departamento.

La labor de CODECC es reconocida y avalada por el Ministerio de la Mujer, y en su década de existencia ha conseguido que se aprueben diversos proyectos en los presupuestos participativos de las provincias donde opera, además de un plan departamental para mejorar las capacidades y la infraestructura de las defensorías comunitarias.

Al mismo tiempo, ha logrado incidir, en alianza con instituciones y organizaciones de mujeres, en el gobierno regional de Cusco para que se generen políticas específicas. Entre sus logros, está la aprobación de un plan regional sobre el tema.

En 2006, la Coordinadora ganó el premio de innovación social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), con una dotación de 30.000 dólares, y tras competir con 1.500 iniciativas de la región. "El premio nos estimuló mucho y fue mérito de Martha Galarza, la gran impulsora de la CODECC y su presidenta entonces", dijo Mamani.

Dos años después, la Coordinadora obtuvo 32.000 dólares de financiamiento de la institución privada estadounidense National Endowment for Democracy, para un proyecto de fortalecimiento institucional de las defensorías y de incidencia en autoridades a favor de las mujeres, al que siguió un apoyo similar en 2009.

"Ellas han tenido su proceso de expansión, ahora quieren fortalecerse y descentralizarse. Apuntan a conseguir que las defensoras tengan apoyo de los gobiernos locales y regionales del Cusco", aseguró a IPS Roxana Vergara, quien brinda asesoría técnica a la CODECC y trabaja para el Centro Bartolomé de las Casas y el IDL.

Pero el camino ha sido azaroso, y nada fácil para las mujeres involucradas en el proceso compartir sus tiempos en casa y con su lucha.

NO HAY ÉXITO SIN SACRIFICIO

"Mi esposo me decía mejor quédate a dormir con tus amigas, ya no vengas. Tanto hemos logrado, pero en algunos casos a un precio muy alto porque muchas han tenido que perder su trabajo", recordó Mamani, al contar su caso como ejemplo de otros similares.

Mamani reconoce que invierte 80 por ciento de su tiempo en la Coordinadora, aunque trata de no descuidar sus labores de esposa, madre de cuatro hijos y abuela de cinco niños.

"Quizás ahora estoy en mejor situación que mis compañeras porque aporto económicamente en casa debido a que creé mi propio negocio y no descuido mis obligaciones. Mi esposo ya comprende y a eso ayuda el respaldo de mis suegros que ven que trabajo sin descanso", agregó.

Pero, además de los costos familiares, la presidenta de la Coordinadora asegura que acompañar los casos de violencia se hace difícil por la crudeza de algunas historias.

"Hubo un caso de una mujer joven que era muda y estaba toda golpeada y ensangrentada. Yo no podía hacer nada para que me comunicara qué era lo que le había pasado. Me sentía impotente. Ese caso me dejó marcada", relató Mamani.

"Después de hacer todo lo posible para entender lo que le sucedía me puse a llorar", reconoció, antes de contar que finalmente con ayuda de un sacerdote católico lograron entenderse y comenzaron a ayudarla.

En muchos casos, también "hemos sufrido la amenaza de los opresores. Tampoco hay sensibilidad de los policías que ponen lo que quieren. Si una mujer es golpeada por su marido, a veces ponen en la denuncia que fue agresión mutua", remarcó.

Vergara explicó que hay dos aspectos que deben considerarse para entender la dimensión del trabajo de la CODECC: el cultural y el de género.

"Desde el punto de vista cultural es difícil que se acepte defender los derechos de las mujeres, sobre todo dentro de las comunidades y en las instituciones estatales. A la mayoría le cuesta que la mujer sea tratada de igual a igual. Para muchos, la mujer puede ayudar, pero cuando empieza a discrepar ya se convierte en un problema", detalló.

Como parte de sus retos, la organización busca afianzar sus vínculos con los demás operadores de la administración de justicia, como los jueces de paz y fiscales de las zonas de intervención, para que se desarrolle un trabajo con una mirada de interculturalidad, ciudadanía y equidad de género.

"La CODECC nos da la oportunidad de mejorar, que podamos conseguir nuevos espacios, dar nuestras opiniones y decir lo que sentimos. Esto nos ayuda a recuperar nuestra autoestima", aseguró Mamani, para quien sólo así en Cusco "ganaremos el pulso a una violencia tan milenaria como nuestra cultura".

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