SRI LANKA: Ex zona de guerra abierta al turismo

Decenas de miles de turistas ya han llegado a algunos de los sitios donde hasta hace menos de un año se desarrollaron las más sangrientas batallas entre las fuerzas del gobierno de Sri Lanka y los rebeldes Tigres tamiles.

Tal es el caso del Paso del Elefante, que fue caldo de cultivo para la confrontación entre ambas partes durante los 26 años que duró la lucha.

Después de todo, este estrecho istmo, que conecta la norteña península de Jaffna con el resto del país, es el único vínculo entre estas áreas.

El Ejército para la Liberación de la Patria Tamil, que peleó por la autonomía del norte y este de Sri Lanka, se declaró derrotado por las fuerzas regulares del gobierno el 17 de mayo de 2009.

El conflicto comenzó en 1983 tras una serie de ataques de la comunidad cingalesa, mayoritaria en este país, contra la tamil, predominante en esa zona.
[related_articles]
La guerra mantuvo al norte fuera del alcance del resto de Sri Lanka, y en la última fase quedó separado del resto del país.

Llevó siete meses que la autopista A9, única conexión terrestre con Jaffna, se abriera al público. Desde enero han llegado multitudes.

"Cada fin de semana llegan aquí por lo menos 200.000 personas", dijo Sasthravedi Sri Vimala Thero, el monje principal del templo budista de Nagadeepa Vihare, ubicado en una isla cerca de Jaffna. Miles de peregrinos viajan 20 minutos en bote para visitar el sitio.

El monje siente que la interacción entre los ciudadanos comunes bien puede ser el mejor camino para sanar las heridas de la guerra y disipar la desconfianza que reina entre la mayoría cingalesa y la minoría tamil del país.

"La guerra mantuvo separados a estos dos grupos. Ahora pueden reunirse y encontrarse", declaró a IPS.

El obispo católico de Jaffna, Thomas Soudranayagam, coincidió. "Cientos de miles de personas han visitado el norte en los últimos dos meses. Esto definitivamente mejorará la relación entre el norte (los tamiles) y el sur (los cingaleses)", dijo.

Muchos turistas llegan para visitar los monumentos de guerra que se exhiben públicamente a cada lado de la autopista A9.

Una aplanadora con blindaje reforzado y enormes agujeros en los costados se ubica sobre un pedestal. Los Tigres tamiles la usaron en 1991, durante un ataque contra el campamento militar del Paso del Elefante. Pero antes de que los rebeldes lograran su objetivo, un soldado del ejército de Sri Lanka se trepó a ella y lanzó una granada, muriendo él mismo.

Ahora es un monumento de guerra al soldado heroico Hasalaka Gamini. Las multitudes se congregan en torno a él y algunos cuelgan coronas florales, mientras la mayoría observa con asombro.

Al otro lado de la carretera hay otros dos vehículos: un tractor y una camioneta que usaron los comandantes de los Tigres cerca de la línea del fuego. Ambos están reforzados con un blindaje de metal pesado, pero repletos de agujeros dejados por las balas.

Para los visitantes —la mayoría procedentes del sur e integrantes de la comunidad cingalesa—, estos tres vehículos son grandes oportunidades de tomarse fotografías.

Cada fin de semana, Jaffna se convierte en su anfitriona. Los pocos hoteles del área son reservados con semanas de anticipación. Las empresas han hallado un método rápido para ganar dinero con las multitudes: renuevan casas deshabitadas dañadas por la guerra y las alquilan con lo básico.

Los restaurantes y comercios hacen sus mejores negocios los fines de semana, cuando grandes autobuses de factura india llegan a Jaffna, uno tras otro.

Pero superar la brecha entre las etnias llevará mucho tiempo.

En los comercios, por ejemplo, muchos de los vendedores no hablan cingalés, el idioma principal de la mayoría de los compradores. Los clientes apenas saben tamil, el idioma que se habla en Jaffna. Se comunican en una mezcla de ambos e inglés, ayudados por las señas.

"Hemos estado separados durante tanto tiempo que es como conocer a alguien de nuevo", dijo Sarath Rathnasiri, visitante que viajó desde la central localidad de Eppawala.

Aunque algunos partidos políticos tamiles tienen sus reservas sobre la llegada de turistas cingaleses, no parece haber animosidad entre ellos y los habitantes de la península.

"Estamos felices de que venga gente del sur. Eso hace que las cosas parezcan normales", dijo a IPS Pathmanathan Suyantheran, residente de Jaffna.

Muchos también consideran que el movimiento turístico es el mejor trampolín para el desarrollo de Jaffna, luego de su devastación y aislamiento.

Aunque allí es común ver edificios destruidos por la guerra, la situación es peor en el Vanni, la región que está justo al sur de la península, donde casi ninguna estructura escapó al último tramo de la lucha, entre 2006 y 2009.

La guerra dejó unos 70.000 muertos y 280.000 desplazados. De estos últimos, unos 190.000 regresaron a sus aldeas originales, según la Organización de las Naciones Unidas. El foro mundial señala que más de 160.000 casas necesitan reconstrucción o reparaciones importantes.

Tras lo vivido en un pasado no muy lejano, en Jaffna nadie se queja.

"Es mucho mejor que antes. Hay personal militar en las calles, pero los controles se redujeron en buena medida. Se está eliminando la mayor parte de las señales de la guerra. La desmilitarización tiene lugar lentamente", dijo el obispo Soudranayagam.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe