El sol también sale de noche en Haití

En Haití falta de todo: agua potable, tierra arable, árboles, salarios dignos, casas, escuelas, un suministro continuo de electricidad e Internet, combustibles… Pero hay algo que abunda y son los días soleados.

Trabajadores de Enersa cortando células fotovoltaicas. Crédito: Gentileza Richard J. Komp
Trabajadores de Enersa cortando células fotovoltaicas. Crédito: Gentileza Richard J. Komp
El sol brilla sin cesar en Puerto Príncipe: en los techos de hojalata y plástico de las hacinadas y precarias viviendas del enorme barrio hacinado de Cité Soleil —por algo se llama "ciudad del sol"—, y sobre las tejas rojas de las grandes mansiones de la colina de Pétionville.

Incluso cuando llueve, el sol calienta las gotas y convierte a esta ciudad cercada por montañas en un enorme sauna.

Haití tiene un promedio de seis horas de sol diarias en la temporada seca, casi igual que en la sudoccidental ciudad de Phoenix, considerada la más soleada de Estados Unidos. Aun en la temporada lluviosa ese potencial no es mucho menor.

Aprovechar un recurso abundante y gratuito como éste para generar energía puede parecer una obviedad en este país caribeño, el más pobre de América y que depende del combustible importado, pues no tiene petróleo y fue despojado de árboles, exterminados en parte por la producción de carbón.
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Para hacer realidad lo obvio, los jóvenes haitianos Jean-Ronel Noël y Alex Georges pusieron manos a la obra hace unos seis años, tras graduarse en universidades canadienses, el primero en ingeniería y el segundo en administración de empresas.

Así nació Energies Renouvelables S.A. (Energías Renovables Sociedad Anónima), la primera empresa haitiana en producir módulos fotovoltaicos y luces de bajo consumo para la vía pública.

La idea, que luego se tradujo en el acrónimo Enersa, se le ocurrió a un amigo común cuya "lamparilla mental" se encendió una vez que estaba parado junto a Noel en la calle, bajo un farol roto.

Además de los beneficios de la energía limpia, la iniciativa tiene como fin emplear y capacitar a jóvenes. Se estima que la desocupación en Haití se ubica entre 70 y 80 por ciento de la población económicamente activa, mientras que el salario promedio es de apenas 5,5 dólares al día.

"Aquí no sólo creamos equipamiento solar, sino ciudadanía. La gente tiene que sentir que tiene un futuro en el país", dijo Noël a Tierramérica.

La firma comenzó gracias a un proyecto de investigación y desarrollo en una incubadora de empresas, que le permitió alquilar un local a un precio módico por tres años. Ese apoyo provino de la organización no gubernamental Haitian Partners for Christian Development (Socios Haitianos para el Desarrollo Cristiano), ubicada en el barrio capitalino de Varreux.

A pesar de los disturbios políticos de 2005 y 2006, que los forzaron a cerrar temporalmente, en septiembre de 2009 superaron el padrinazgo y se mudaron a su sede actual. Se trata de una moderna bodega que ocupa casi 930 metros cuadrados en las afueras de Puerto Príncipe.

La empresa, que declara haber facturado apenas 40.000 dólares en 2007, proyecta para este año un volumen de ventas de dos millones de dólares. Sus clientes son el gobierno, organizaciones no gubernamentales y el sector privado nacional.

Enersa ha instalado hasta ahora unos 500 faroles solares en unas 60 localidades, a un precio unitario de unos 1.400 dólares. Pero su objetivo a largo plazo es colocar 35.000 lámparas en 500 municipios.

En el estacionamiento de la fábrica se conservan, a modo de recordatorio de la tragedia, los escombros de la destrucción causada por el terremoto del 12 de enero en Puerto Príncipe y sus alrededores, que dejó más de 220.000 personas muertas y daños por 7.800 millones de dólares.

Todos los empleados de Enersa salieron ilesos, pero una pared exterior del edificio y todas las habitaciones interiores fueron destruidas.

Pese a todo, la noche del 12 de enero, muchos faroles de Enersa siguieron iluminando.

"Antes de que aparecieran las organizaciones de asistencia del exterior, la gente formó sus propios campamentos de refugiados en torno a esas luces en la calle", comentó a Tierramérica Richard J. Komp, de la firma estadounidense Skyheat Associates.

Komp es experto mundial en energía solar y ofició de mentor de Noël y Georges.

Tres meses después del sismo, Enersa resurgió de las cenizas, reconstruyó el edificio, volvió a producir y espera ampliar su oferta de productos.

Sus 22 empleados son principalmente hombres jóvenes de la vecina Cité Soleil. La mayoría tienen pocos estudios y son capacitados en la empresa. Más allá de este empleo, sus únicas opciones son el tráfico de drogas o un lugar en una banda delictiva.

Noël explica que Enersa es el único fabricante de faroles solares callejeros en Haití, aunque hay otras dos empresas que los distribuyen. Los tubos de acero y las láminas de metal para su elaboración son comprados a proveedores nacionales.

Komp enseñó al personal de Enersa a manufacturar sus propios módulos fotovoltaicos, los paneles solares que convierten la luz solar en electricidad, con componentes importados de Estados Unidos.

Enersa también fabrica sus propios "inversores simples", dispositivos que se usan para controlar el voltaje de los circuitos de recarga de teléfonos celulares.

La última innovación es una caja adosada a la parte inferior del poste del farol, que contiene enchufes especiales. En ellos, la gente puede recargar sus teléfonos móviles, que se ven por todas partes en Haití.

En la última Navidad, la empresa entregó motocicletas a cuatro trabajadores destacados. Las ruidosas y plateadas motos circulan por la ciudad como ejemplo de una posibilidad de vida decente en Haití.

* Este artículo fue publicado originalmente el 15 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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