RONDA DOHA: UN INTERMINABLE TIRA Y AFLOJA

La Ronda Doha de negociaciones comerciales de la Organización Mundial del Comercio (OMC) parece estar en un punto muerto estratégico, sin que esté a la vista su finalización y con pocas esperanzas de que concluya en un futuro previsible. Las últimas negociaciones, un “ejercicio de inventario” celebrado en Ginebra en la última semana de marzo terminó sin indicaciones del rumbo a seguir. El objetivo de concluir la Ronda para fines de este año ni siquiera se mencionó.

La Ronda Doha comenzó en noviembre de 2001. En ese entonces los países en desarrollo estaban fuertemente en contra de la celebración de una nueva ronda de negociaciones comerciales mundiales pues sostenían que todavía no habían comenzado a asimilar los resultados de la precedente Ronda Uruguay (1986-1993) y de sus muchos problemas.

Las nuevas negociaciones fueron informalmente llamadas Ronda de Desarrollo de Doha para hacerlas más aceptables para los países en desarrollo. En los nueve años transcurridos desde entonces el contenido referido al desarrollo ha desaparecido casi por completo y han quedado en evidencia las verdaderas intenciones de los países desarrollados: aumentar su penetración en los mercados de las naciones en desarrollo y al mismo tiempo de proteger sus propios mercados, especialmente en agricultura, servicios y propiedad intelectual.

Las últimas propuestas sobre cómo deberían ser liberalizadas la agricultura y las importaciones industriales muestran un claro desequilibrio pues se exige a los países en desarrollo –excepto a los menos desarrollados (LDC)- que asuman más compromisos reales que los países desarrollados.

En particular, los países desarrollados pueden aún aplicar sus enormes subsidios agrícolas, que permiten a Estados Unidos y Europa hacer que sus productores, que de otro modo serían ineficientes, desplacen de los mercados a los productores de los países en desarrollo.

A los países en desarrollo también se les pide que recorten drásticamente los aranceles aduaneros para los productos manufacturados (para algunos países en más del 60% en promedio) de modo que la mayoría de sus nuevos derechos de importación estarían por debajo del 15%.

A los países en desarrollo también se les pide que recorten drásticamente los aranceles sobre la importación de manufacturas (para algunos países en más del 60%) de modo que los nuevos derechos de importación estarían por debajo del 15%.

Pero Estados Unidos quiere, además, que algunos países en desarrollo (China, India y Brasil en particular) eliminen totalmente sus aranceles en algunas industrias (química, maquinaria industrial y electrónica). Un representante chino dijo que Pekín ha hecho ya muy importantes concesiones y que las exigencias adicionales de Estados Unidos son inaceptables pues dañarían o liquidarían sus más importantes industrias.

Los analistas norteamericanos observan que Washington enfrenta a un Congreso y a un público adversos a que realmente cumpla con sus propios compromisos de reducir sus subsidios agrícolas y sus aranceles industriales. Los países en desarrollo responden que ellos también tienen su propio público, que no aceptará la destrucción de su agricultura y sus industrias.

Como ha sucedido a menudo en la accidentada historia de las negociaciones de Doha, el resto del mundo está todavía “esperando a Washington”. Con Estados Unidos trabado por sus problemas domésticos todo parece indicar que la espera será larga.

Los países en desarrollo están enfrentando tres desequilibrios fundamentales: en la agricultura, en el acceso a los mercados de productos no agrícolas (NAMA) y entre la agricultura y el NAMA.

El componente “desarrollo” se ha desvanecido en las cuestiones de la agricultura y del NAMA e irónicamente el tratamiento especial es principalmente disfrutado por los países desarrollados y no por las naciones en desarrollo. Además, los países desarrollados son quienes deberían hacer importantes concesiones en agricultura, a cambio de algunas concesiones de los países en desarrollo en el NAMA. Sin embargo, en agricultura hay pocos compromisos adoptados por las naciones desarrolladas, mientras que los países en desarrollo tienen que hacer drásticos recortes de tarifas en el NAMA.

Es por esto que muchos consideran que las negociaciones de Doha están planteando un “intercambio desigual” dirigido a perjudicar a los países en desarrollo.

Y hasta ahora los países desarrollados, en particular Estados Unidos, no han sido capaces de adoptar lo acordado en diciembre de 2008. Altos funcionarios de los países en desarrollo están pasmados ante el hecho de que Washington al parecer quiere eludir su compromiso de limitar sus distorsionadores subsidios domésticos no comerciales para la agricultura (que suman 14.500 millones de dólares) convenido en diciembre de 2008.

Y Estados Unidos, tanto en conversaciones bilaterales como en recientes mini reuniones ministeriales pretende aún más de los países en desarrollo (en especial en la eliminación sectorial de aranceles en la NAMA), además de ratificar que sigue en contra de un efectivo Mecanismo Especial de Salvaguardia (SSM).

Esto es lo que está en el corazón del punto muerto al que han llegado las negociaciones de la Ronda Doha. Y el callejón sin salida en que se encuentran continuará hasta que una parte o la otra allanen el camino. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Martin Khor es el Director Ejecutivo del Centro de Sur.

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