AMAZONIA-BRASIL: Ambientalismo muestra fragilidad electoral

Sostener en las urnas políticas que prioricen el ambiente es un desafío que no tiene aún una respuesta clara, sobre todo en las áreas más carentes de infraestructura, como la Amazonia brasileña.

Una vaca solitaria en una La alentadora votación que obtuvo en las elecciones del 3 de octubre la candidata presidencial Marina Silva, del opositor Partido Verde, puede inducir a engaños.

Además de captar muchos sufragios basados en cuestiones religiosas por su fe evangélica, Silva tuvo resultados decepcionantes en su tierra natal y cuna política, el estado de Acre, en el extremo noroccidental, símbolo del ambientalismo en Brasil.

Allí Silva obtuvo 23,55 por ciento de los votos válidos, apenas superando el 19,33 por ciento que consiguió en todo el país y muy lejos del 41,98 por ciento logrado en el Distrito Federal, que comprende a Brasilia. Su votación se concentró en las grandes capitales.

La candidata y ex ministra de Medio Ambiente perdió muchos sufragios, sobre todo en el interior de Acre, por los intereses inmediatos de pescadores, campesinos y comerciante, entre otros, que se sienten contrariados por leyes e iniciativas ambientales.
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"Ahora necesitamos siete u ocho días de viaje" río abajo para llegar a un lugar donde haya pesca, se quejó Giancarlos Vieira da Silva, vicepresidente de la colonia de pescadores de Sena Madureira, en el interior de Acre, fronterizo con Bolivia y Perú.

El río Purus en el que pescan pasa cerca de la ciudad, pero ellos tienen que cruzar la Reserva Extractivista Arapixi, una zona de conservación que ocupa 133.000 hectáreas a ambos lados del río y donde está prohibida la pesca comercial, para acceder a lugares con abundancia de peces, explicó.

Además, ya no pueden emplear redes de arrastre. La tonelada y media que antes se capturaba en dos días exige ahora 12 jornadas, según Vieira da Silva, porque solo se permite pescar con esparavel, una red circular que se arroja a mano, y otras artes menos productivas.

En consecuencia, sostiene, a veces deben prolongar por dos o tres meses cada expedición pesquera, para que sea rentable.

A eso se suma una veda de cuatro meses, entre noviembre y marzo, cuando los pescadores sobreviven con un ingreso asegurado por el gobierno y capturando sólo algunas especies permitidas.

Todas esas dificultades Vieira da Silva las atribuye al Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama), desconociendo que desde 2007 existe el Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad, que administra las áreas protegidas.

El "Ibama nos castiga", resumió este hombre de 32 años, que fue "criado en la pesca por mi madre", una viuda precoz que "sigue pescando".

En una ocasión, perdió 500 kilogramos de pescado que le incautaron los inspectores tras identificar ejemplares de tamaño inferior al permitido, aunque "les habíamos quitado la cabeza para reducir la carga", explicó.

El Ibama simboliza todo el sistema de protección ambiental, inclusive a los ecologistas y es "el enemigo", pues disemina unidades de conservación, confirmó Valdir Martins, presidente de la colonia que congrega a 900 pescadores y a sus auxiliares. "No fuimos oídos" en la creación de Arapixi en 2006, pero "sí fuimos afectados", se quejó.

Las reservas extractivistas son áreas públicas en las que los pobladores tradicionales –unas 300 familias en Arapixi— viven de extraer productos forestales, como el caucho natural y la castaña, y de la pequeña agricultura, conservando el bosque y su biodiversidad.

Se trata de una innovación que surgió en Acre por la acción de Chico Mendes, líder de los "seringueiros" (extractores de caucho), asesinado en 1988, y compañero de luchas de Marina Silva.

En otro municipio de Acre, Capixaba, son campesinos quienes se quejan de las exigencias ambientales. Cuando fue ministra, entre 2003 y 2008, Marina Silva provocó la "revuelta" de cientos de familias al trabar la producción local de etanol, informó Madalena de Lima, una campesina de 50 años, procedente del lejano estado sureño de São Paulo.

Es que los 400 empleos directos y los 3.000 indirectos generados por Alcohol Verde, un proyecto de industrialización azucarera de la década de 1980, iban a representar importantes ingresos para casi 700 familias asentadas en sus alrededores por la reforma agraria. "Por eso muchos no le dan sus votos", sostuvo Lima.

En realidad, fue la fiscalía la que retardó las operaciones de Alcohol Verde, al exigir en 2007 un estudio de impacto ambiental del monocultivo cañero, buscando preservar sitios arqueológicos amenazados por los cañaverales. Resueltas las objeciones, la planta empezó a producir etanol el mes pasado.

De todas formas, la ex ministra se manifestó a favor de restricciones a la expansión de la caña de azúcar en la Amazonia, dando lugar a críticas por "oponerse al progreso". La acusan también de haberse opuesto a las carreteras y los puentes que apenas ahora están terminando con el aislamiento de Acre.

El anhelo de carreteras pavimentadas tiene justificación. Acre tiene un suelo de origen sedimentario, sin rocas ni piedras, que hace intransitables sus caminos de tierra en los ocho meses de lluvias. Aún son frecuentes los relatos de campesinos que se trasladan a pie o sobre animales durante varios días para llegar a la ciudad más cercana.

Los 36.000 habitantes de Sena Madureira tienen el privilegio del asfalto en los 150 kilómetros que los separa de la capital, Rio Branco, desde hace 12 años.

La pavimentación de la carretera BR-364, que pasa por la ciudad, avanza hacia el oeste y se prevé que esté concluida en 2011, abriendo paso a una vía al océano Pacífico por el norte de Perú.

Acre es un "final de línea", es decir una frontera de ocupación, define Missias Lopes, funcionario del Ibama en los últimos 23 años. Por eso aún se mantiene preservada 88 por ciento de su área boscosa original.

Pero se está convirtiendo en un eslabón de conexión interoceánico que impulsará su desarrollo. La BR-364 es un vector de la deforestación a lo largo de la faja norte de Acre. Otro similar es la ruta BR-317, en la parte sudoriental y que llega también a la frontera con Bolivia y Perú, como parte de una carretera al Pacífico.

A quienes viajan por ellas, las extensas áreas de pastizales les dan la impresión de un estado totalmente deforestado. El suelo sedimentario agrava la erosión y aumenta los riesgos ambientales. Y las "quemadas" (incendios para "limpiar" la tierra destinada a siembra o ganado) aún siguen destruyendo bosques de Acre.

Conseguir que los campesinos miren más allá de sus intereses inmediatos es una difícil tarea de ambientalistas y autoridades. Tampoco es fácil convencer a los pescadores de que la veda y otras restricciones preservan el futuro de la pesca.

El problema es evitar la idea de que el ambientalismo es un obstáculo al desarrollo, que parece haber restado votos a Marina Silva.

Para eludir ese riesgo, Tião Viana, gobernador electo de Acre en los mismos comicios del 3 octubre, prometió "industrializar" el estado y concluir la pavimentación de la BR-364. Su programa "desarrollista" lo aleja de la ex ministra, según Altino Machado, periodista local que mantiene un respetado blog.

Viana y su hermano Jorge, que gobernó Acre entre 1999 y 2007, hacen parte del grupo que ascendió en la política local con Marina Silva en el gobernante Partido de los Trabajadores (PT), que ella dejó en 2008, renunciando también al cargo de ministra por considerar que el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva impulsaba el crecimiento económico en desmedro del ambiente.

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