Llovió y Gambia se quedó sin nada

Amie Manneh vivía en paz con su familia en su casa de una habitación en Bundung, a 15 kilómetros de la capital de Gambia. Pero su hogar fue destruido por las fuertes lluvias de septiembre.

Amie Manneh y su bebé. Crédito: Saikou Jammeh/IPS
Amie Manneh y su bebé. Crédito: Saikou Jammeh/IPS
"Todos nosotros dormimos aquí, mi esposo y nuestros seis hijos", dijo a IPS, mostrando la pequeña habitación, parte de la cual está severamente dañada, lo que la dejó no sólo vulnerable al clima sino también a las ratas.

Las lluvias que azotaron Gambia en julio, agosto y septiembre provocaron severas inundaciones y causaron una gran pérdida de vidas y cosechas, además de un gran daño en la infraestructura.

Según Mawdo Jallow, coordinador de respuestas ante desastres en la región del Alto Río, 80 por ciento de los arrozales en más de 17 aldeas fueron destruidos. Cerca de 200 hogares también quedaron derruidos.

"Esperábamos una buena cosecha este año porque había suficiente lluvia, pero nuestros cultivos fueron destruidos por las inundaciones", dijo el jefe de la aldea de Chamoi Bunda.
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"También se perdieron cuarenta hectáreas de los campos de arroz comunales de mi pueblo, así como varias granjas familiares e individuales", añadió.

En la aldea de Bantunding, en la región del Alto Río, las inundaciones también desataron una plaga de cocodrilos, y se aconsejó a los aldeanos que abandonaran sus granjas.

Pero los habitantes del Alto Río no son los únicos sin cosecha este año. Similares situaciones se ven en la región del Bajo Río, donde las precipitaciones también afectaron las cosechas.

"No tenemos esperanza este año en lo que tiene que ver con las cosechas", dijo Pierre Bah, jefe del distrito de Niani.

"Después del duro trabajo, todo quedó en cero. No vamos a recibir nuestros salarios mensuales ni tenemos derecho a una pensión. Nuestras granjas son nuestra fuente de supervivencia. Es nuestra última esperanza", dijo Mamanding Suwaneh, de 67 años, jefe de la aldea de Wassu, donde más de 300 hectáreas de campos de arroz fueron destruidas por las inundaciones.

Según el director ejecutivo de la Agencia Nacional de Administración de Desastres (NDMA), Essa Khan, más de 34.000 personas han sido afectadas por las inundaciones de este año.

La última evaluación en todo el país realizada por la NDMA, en colaboración con socios como la Cruz Roja Internacional, reveló que, para fines de septiembre, 12 personas habían muerto, incluyendo a una adolescente arrastrada por las inundaciones cuando se dirigía a su casa después de clases.

"Más de 6.000 personas han sido desplazadas y buscan refugio en casas vecinas, escuelas y instalaciones comunitarias", señala el informe.

Los desplazados —una alta proporción de los cuales son mujeres, niños y niñas pobres—tienen profundas necesidades alimenticias. La falta de agua, saneamiento e higiene es también motivo de preocupación.

Además, se han reportado importantes pérdidas económicas para pequeños agricultores y comerciantes, cuyas granjas quedaron sumergidas.

En septiembre, el gobierno declaró estado de emergencia e hizo un llamado nacional e internacional para obtener ayuda extra y lanzar esfuerzos de rehabilitación.

Amie Manneh se dirigió al Consejo Municipal de Kanifing en busca de asistencia.

"Me dieron tres bolsas de arroz, 10 litros de aceite para cocinar y cinco kilos de azúcar", contó. Sin embargo, esto no es suficiente.

"Ya tenía bolsas de arroz antes de que mi casa se cayera", dijo. "Lo que necesito es cemento y arena para hacer algún tipo de reconstrucción".

Justo una semana antes de que la vivienda de Amie fuera destruida, la parlamentaria Sidia Jatta había alertado que la magnitud de las inundaciones este año había superado la capacidad de las víctimas para enfrentarlas usando sus propios recursos.

"En mi opinión, entregar alimentos es un buen gesto, pero no necesariamente equivale a ayuda sustantiva para las víctimas de desastres", señaló Sidia. "Lo que constituye un alivio sustantivo es devolverle a la víctima lo más parecido posible a lo que tenía antes de la catástrofe".

Sin embargo, según Essa Khan, Gambia avanza año a año en sus estrategias para afrontar desastres. "Estamos en una transición, pasando de la administración de crisis al manejo de riesgos", dijo.

"Hemos descentralizado nuestras actividades. Cada región administrativa ahora tiene oficinas de coordinación de desastres encabezadas por jefes tradicionales, con la tarea de fortalecer la capacidad de las comunidades para superarse", añadió.

Destacó además que el gobierno implementa la Estrategia Regional de África para Reducción de Riesgos de Desastres, que exige a todos los estados miembros de la Unión Africana un mayor compromiso político en este campo. "Nos dimos cuenta de que algunas personas se instalaban en áreas propensas a inundaciones. Podemos evacuarlas, pero optamos por campañas de información", añadió.

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