Egipto genera escozor político en Irán

A juzgar por la propaganda oficial iraní, los levantamientos que derrocaron al régimen de Túnez y amenazan ahora al de Egipto son descendientes directos de la Revolución Islámica de 1979.

Para los iraníes, ese análisis es motivo de orgullo. Para los árabes, es una advertencia grave.

En ambos casos, los medios estatales afirman que el colapso de los regímenes árabes pro-occidentales beneficiarán a la República Islámica de Irán y conducirán a la expansión de un "arco de resistencia" contra los intereses de Estados Unidos e Israel en la región.

Sin dudas, en esa propaganda hay una pizca de verdad. Justo cuando Irán estaba sintiendo la presión de las sanciones internacionales en torno a su programa nuclear se produjeron acontecimientos cataclísmicos que hicieron que la atención dejara de centrarse en ese país. Esos mismos hechos amenazan con derribar los pilares de un orden geopolítico que se mantiene desde hace más de 30 años en Medio Oriente.

Irán considera que las tribulaciones de los gobernantes árabes respaldados por Estados Unidos son un juego competitivo en el que lo que para Washington es una pérdida constituye una clara victoria para Teherán. Y vincula estos hechos al ascenso de gobiernos dominados por chiitas en Iraq y Líbano.
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Sin embargo, esa imagen exagera el poder iraní y omite las maneras como las tendencias regionales pueden amenazar la influencia iraní y volver a encender a su propia oposición interna.

"Actualmente el gobierno (iraní) es muy ambivalente en torno a lo que está ocurriendo en Egipto", según Shireen Hunter, experta en Medio Oriente de la Universidad de Georgetown y autora del libro "Iran's Foreign Policy in the Post-Soviet Era" (La política exterior de Irán en la era post-soviética).

"Ellos se dan cuenta de que éste no fue un movimiento iniciado por activistas musulmanes sino por una expresión mucho más amplia de frustraciones e insatisfacción. Si el espacio se abre, habrá mucha competencia. No está claro quién cosechará los beneficios", dijo Hunter.

Contrariamente a la versión iraní, la figura más carismática en surgir de la "intifada" egipcia hasta ahora no es un clérigo sino un ejecutivo de Google de 30 años, Wael Ghonim.

La exaltada entrevista que concedió el lunes a un canal satelital egipcio independiente en la que habló de las muertes de manifestantes mientras él estaba detenido por las autoridades egipcias hizo que innumerables compatriotas suyos se unieran a las protestas en la Plaza Tahrir de El Cairo. También es difícil interpretar los hechos que ocurren fuera de Egipto como indiscutidas victorias iraníes.

En Iraq, el clérigo Muqtada al-Sadr volvió silenciosamente a la ciudad de Najaf el 5 de enero, tras permanecer tres años en Irán, pero se fue luego de apenas 15 días, tras haber sido amenazado de muerte por otra organización con vínculos iraníes.

Irán es el actor extranjero más influyente en Iraq, con profundos lazos con agentes de varios partidos y milicias chiitas, pero también enfrenta las reticencias de los iraquíes —incluidos los chiitas— por emplear tácticas de mano dura y acuerdos que terminan volcando en Iraq mercaderías iraníes de mala calidad.

Los cercanos vínculos de Irán con el gobierno afgano y con la población chiita de ese país estuvieron en riesgo cuando se produjo un atraso de seis semanas en la entrega de combustible.

Según Hunter, ese rezago buscó enviar el mensaje de que la relación con Irán no debe darse por sentada. Sin embargo, a raíz de esto se agriaron los lazos entre esos dos países.

En Líbano, todos los partidos esperan con ansiedad el anuncio de los cargos por el asesinato, en 2005, del ex primer ministro Rafiq Hariri. Es probable que un tribunal especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acuse a los miembros del movimiento chiita proiraní Hezbolá, lo que dejaría a éste y a Irán mal parados entre los árabes chiitas, así como entre los sunitas.

En lo interno, también, los últimos acontecimientos en Túnez y Egipto pueden crear un escozor político en Teherán. El Movimiento Verde, que el año pasado parecía estar cerca de la muerte a consecuencia de severas medidas del gobierno, apoyó los levantamientos árabes como otro ejemplo del poder popular que se manifestó en Irán luego de las disputadas elecciones presidenciales de 2009.

Los dirigentes del Movimiento Verde Mehdi Karroubi y Mir Hossein Musavi pidieron autorización para realizar una manifestación el 14 de este mes en la Plaza de la Libertad de Teherán, "en solidaridad" con los activistas tunecinos y egipcios.

De concederla, el gobierno se arriesgará a resucitar al Movimiento Verde. De negarse, se expondrá a que lo acusen de hipócrita.

"Si no permiten que su propio pueblo proteste, irán contra todo lo que están diciendo, y todo lo que están haciendo en apoyo a las protestas en Egipto (habrá sido) falso", dijo Karroubi al periódico The New York Times en una entrevista realizada por videoconferencia el martes, desde su casa en Teherán, donde dijo que ha estado esencialmente bajo arresto domiciliario.

Un informe de la Agencia de Noticias Laborales de Irán divulgado este miércoles señaló que el Poder Judicial negó el permiso para la manifestación del próximo lunes, diciendo que quienes apoyan a los egipcios y tunecinos deberán realizar la marcha el viernes.

Aunque elogia a los manifestantes árabes, el gobierno iraní ha explotado la preocupación mediática por Túnez y Egipto ejecutando el mes pasado a más de 80 personas, entre ellas a una ciudadana iraní-holandesa, Zahra Bahrami.

Hadi Ghaemi, director de la Campaña Internacional por los Derechos Humanos en Irán, dijo que el gobierno iraní espera que esas severas acciones intimiden a los defensores de la democracia iraní y eviten que salgan a las calles el próximo viernes —fecha del 32 aniversario del triunfo de la Revolución Islámica—, además del lunes.

Dada la histórica rivalidad entre persas y árabes, Ghaemi dijo que algunos iraníes pueden sentirse motivados a acudir a la marcha simplemente para mostrar que no son inferiores a los árabes en valentía y convicción.

"El iraní promedio se preguntará: ‘Si los egipcios pueden hacerlo, ¿por qué nosotros no?’", planteó Ghaemi.

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