Bombas escondidas seguirán explotando en Libia

Las bombas sin estallar que se encuentran dispersas en zonas pobladas de Libia seguirán provocando muertes y mutilaciones mucho después de que cese la guerra entre fuerzas rebeldes y leales al líder libio Muammar Gadafi.

Una munición sin explotar dentro de una vivienda en la ciudad libia de Ajdabiya Crédito: Cortesía CIRC
Una munición sin explotar dentro de una vivienda en la ciudad libia de Ajdabiya Crédito: Cortesía CIRC
Mohammad, de 15 años de edad y oriundo de la noroccidental Misurata, perdió en abril la mayor parte de la mano izquierda y fue herido con metralla en el abdomen cuando le estalló en las manos un proyectil sin detonar con el que jugaba y que encontró cerca de su casa.

"Era una granada que él trajo a la casa, y sus hermanos llegaron a jugar con ella un par de días, pero al tercer día, cuándo él la levantó, explotó", explicó a IPS el fotógrafo y gerente de comunicaciones de Grupo Asesor sobre Minas (MAG, por sus siglas en inglés), Sean Sutton.

"Tuvo mucha suerte de sobrevivir, pero la experiencia fue profundamente traumática para él y su familia", agregó Sutton. "Los niños son evidentemente los más vulnerables en estos casos porque no saben qué cosas son seguras y porque también tienden a jugar con estas municiones".

Las bombas de racimo son armas explosivas que, una vez arrojadas desde el aire o desde tierra, expulsan hasta 2.000 submuniciones cada una.
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Estas municiones sin detonar suelen quedar desperdigadas tras un ataque y están diseñadas para explotar más tarde. Por eso, la muerte o mutilación indiscriminada de civiles continúa mucho después del ataque en sí.

"Las bombas de racimo causan dos riesgos importantes. En primer lugar, su gran dispersión implica que no pueden distinguir entre objetivos militares y civiles, por lo que su impacto humanitario inmediato puede ser extremo, en especial cuando el arma se emplea en zonas pobladas", dijo a IPS la directora del grupo por el desarme Coalición contra las Municiones en Racimo (CMC, por sus siglas en inglés), Laura Cheeseman.

"En segundo lugar, muchas submuniciones no detonan con el impacto y, en los hechos, se transforman en minas antipersonal, mutilando a la gente mucho después del cese del conflicto", continuó la directora de CMC.

"Estas municiones sin explotar son más letales que las minas antipersonal… es más probable que causen la muerte", sostuvo Cheeseman.

Adoptada en mayo de 2008 en Dublín, la Convención sobre las Municiones en Racimo prohíbe a los países ratificantes el uso de este tipo de armas.

El instrumento se convirtió en ley internacional en agosto de 2010 y fue ratificado por 55 de los 108 estados signatarios.

En las sesiones de la Convención celebradas en junio, "tanto la CMC como varios estados parte condenaron en forma reiterada el uso de estas armas indiscriminadas por parte de Gadafi, y reclamaron la adhesión de Libia a la convención apenas termine el conflicto", dijo Cheeseman.

En algunas ciudades que fueron escenario bélico, el retorno seguro de sus habitantes depende de la limpieza de estos explosivos.

Este país del norte de África vive desde febrero una guerra civil entre rebeldes que buscan la caída del régimen de Gadafi, en el poder desde 1969, y fuerzas leales al líder libio.

Además, desde fines de marzo, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) efectuó unas 6.000 misiones de bombardeo, inclusive 382 ataques a instalaciones de almacenamiento de municiones.

Esas misiones de la OTAN, que pretenden aplicar la resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas que exige la protección de la población civil libia, sumaron más riesgos a los miles de municiones sin explotar que ya se encontraban en zonas habitadas.

"El peligro de los ataques de la OTAN es que dispersen las municiones… por las zonas aledañas, lo cual es una amenaza para la población civil hasta que sean eliminadas", advirtió Mark Hiznay, investigador de la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW).

En las ciudades de Bengasi y Tobruk, en el noreste, y Zintan, en el noroeste, los civiles lograron acceso a municiones guardadas en instalaciones militares. "Estos pertrechos pueden ser inestables y explotar apenas con el contacto", advirtió Hiznay.

"Las minas terrestres también son un problema cada vez mayor. Los últimos informes indican que se están minando campos en las afueras de Zintan, cerca de Misurata, en una zona agrícola", agregó Sutton.

La semana pasada, investigadores libios de HRW descubrieron al menos tres campos minados por fuerzas de Gadafi con minas antipersonal y antivehículo en las afueras de la aldea de al-Qawalish, en las occidentales montañas Nafusa.

HRW señala que los tres campos minados se encuentran en zonas de gran población civil. Muchas de las 240 minas antipersonal encontradas son de fabricación brasileña, mientras las 46 minas antivehículo son de China.

"Las minas brasileñas que descubrimos son muy pequeñas, casi en su totalidad fabricadas con plástico y pueden ser muy difíciles de hallar con detectores de metales en una zona desértica. Pero Brasil es parte de la convención sobre prohibición de minas y no las fabrica ni las vende desde 1989", destacó Hiznay.

"En cambio es preocupante que veamos tantas minas porque China no firmó ninguna de las convenciones. Esperemos que instrumentos como el Tratado sobre el Comercio de Armas comiencen a abordar este negocio no regulado con regímenes con malos antecedentes en materia de derechos humanos", agregó.

Libia es uno de los 37 estados que no se adhirieron a la Convención sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal y sobre su destrucción, adoptada en 1997, que establece la eliminación de reservas de este armamento en un lapso de cuatro años, la limpieza de las zonas minadas en 10 años y la asistencia a las víctimas.

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