Ejército egipcio: «no somos dictadores»

El gobierno militar de transición de Egipto se comprometió públicamente a dejar los destinos del país en manos de las autoridades surgidas tras las elecciones parlamentarias de fines de este año. De ese modo rechazó el papel de tutor de la futura vida política nacional, como temen distintos sectores.

El general Mohammad al-Assar, influyente integrante de Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), señaló que no será la propia institución armada la que decida el papel del ejército, como señalan los críticos, sino que la Constitución de Egipto, que se redactará tras la conformación de un nuevo parlamento.

"No tenemos nada que ver con el contenido de la Constitución", señaló Al Assar, asistente del ministro de Defensa, quien participó en un encuentro organizado por el Instituto de Paz de Estados Unidos, en Washington. "La nueva ley fundamental definirá el papel de las Fuerzas Armadas", remarcó.

El mandato del ejército, en el marco de la Constitución, será definido por un referendo tras las elecciones parlamentarias, que se espera sean las primeras libres y justas de ese país en décadas, indicó Al Assar.

"Le dará al ejército alguna responsabilidad, lo que será bienvenido, o no lo hará, lo que también será bienvenido", añadió.
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Las Fuerzas Armadas, de hecho, están "deseosas de acelerar" el periodo de transición y dejar de gobernar esa nación de 85 millones de habitantes, indicó.

Al Assar visitó Washington en el marco de las crecientes preocupaciones por el rechazo del CSFA de que haya observadores internacionales en las elecciones y que organizaciones no gubernamentales egipcias reciban asistencia extranjera.

"Nos preocupan los fondos extranjeros, ya sean europeos, estadounidenses o de otros países árabes", indicó. "El pueblo egipcio es nacionalista y se opone a la interferencia extranjera en nuestra vida política", explicó.

Esa actitud motivó especulaciones de que el ejército puede estar tratando de excluir algunas figuras influyentes y asegurarse un papel político decisivo en la vida política del país, algo que Al Assar negó, añadiendo que la posición de la institución obedece a su exclusivo deseo de proteger la "soberanía nacional".

Aumenta la preocupación en Egipto de que el ejército incumpla su promesa de apoyar las reformas democráticas.

Hace dos semanas que el gobierno de transición afronta protestas en la emblemática plaza Tahrir y en otras partes del país por la renuencia del ejército a procesar a líderes del régimen anterior y policías responsables de la muerte de unos 800 activistas en los 18 días de revuelta popular entre enero y febrero.

El CSFA también suscitó dudas cuando anunció que formaría una comisión para fijar un conjunto de principios que "guíen la redacción de la Constitución".

La mayoría de los partidos y organizaciones políticas del país interpretaron la decisión como una señal de querer proteger a las Fuerzas Armadas y su presupuesto de futuras revisiones parlamentarias y públicas.

Otro asunto que dejó dudas sobre las intenciones del ejército es una norma fijada por el CSFA, en el marco de sus potestades presidenciales, en relación con la organización de los comicios legislativos.

La medida fue ampliamente criticada porque puede llevar a miembros del Partido Nacional Democrático, del depuesto presidente Hosni Mubarak, y procedentes de familias poderosas del medio rural, a mantener sus asientos legislativos.

Organizaciones políticas, como la Hermandad Musulmana y el Partido Al Wafd, de tendencia liberal, y el activista Ayman Nour, también rechazaron la ley que permitirá al próximo presidente designar a 10 miembros del parlamento, una disposición que Mubarak utilizó para fortalecer su peso en el Poder Legislativo.

Al Assar declaró el lunes que tras la revuelta popular, del 25 de enero al 11 de febrero que llevó a la renuncia de Mubarak, con apoyo de Occidente, el ejército se comprometió a que Egipto sería un "país de derecho" y a que las Fuerzas Armadas lo respetarán.

"Hubo un gran cambio en Egipto y nunca, nunca, se volverá al pasado", aseguró. "No somos dictadores. Las Fuerzas Armadas pertenecen al pueblo egipcio. Nos gustaría estar dispuestos a desempeñar el papel que nos pida", añadió.

Las declaraciones de Al Assad, medidas, pero optimistas, pueden reflejar una división dentro del CSFA. Él estaría al frente de los que se inclinan por cambios verdaderos y profundos.

Los otros estarían encabezados por el presidente de la Consejo Supremo, el ministro de Defensa, mariscal de campo Mohammad Hussein Tantawo, así como el general Hassan al-Rewiny, al frente del Comando del Distrito Central, que incluye El Cairo.

Tantawi y Al-Rewiny parecen preferir cambios más tenues y mantener los privilegios militares alcanzados bajo el régimen de Mubarak.

Al Rewiny acusó hace poco a los manifestantes que reclamaban cambios más rápidos de ser agentes extranjeros y sostuvo que trabajaban en contra de los intereses nacionales.

En especial, el general mencionó al grupo 6 de Abril, cuyos integrantes suelen recurrir a tácticas anarquistas y dijo que recibían asistencia financiera y capacitación del exterior.

Tantawi, quien se opone a la corrupción de empresarios y compañías vinculadas al régimen anterior y criticó el programa de privatización rápida aun en la época de Mubarak, suele ser considerado como un hombre contrario a los cambios drásticos.

Entre tanto, la población pierde más la paciencia. Mucha gente se queja de que no han visto los beneficios de la revolución y que las reformas democráticas del ejército son muy lentas para una revuelta de la magnitud de la que hubo en Egipto.

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