TÚNEZ-LIBIA: Atrapados en la frontera del infierno

Mientras la Unión Africana y la OTAN buscan una alternativa política al conflicto armado en Libia, muchas de las miles de personas desplazadas de sus hogares y varadas en la frontera con Túnez denuncian que viven una situación crítica que sigue sin ser atendida.

Fuera de su tienda de campaña provisoria, la refugiada somalí de 63 años Hawiyeh Awal trata de protegerse del sol abrasador del desierto tunecino con su hija y su nieto.

"Tengo tanto miedo de morir en este desierto ardiente", reconoció. "Tengo diabetes y perdí más de ocho kilogramos desde que llegué aquí por el calor", apuntó.

Antes de llegar a Túnez hace varios meses, Hawiyeh trabajó 18 años como empleada doméstica para familias libias. La guerra en su país la obligó a embarcarse en una peligrosa travesía por el desierto con su hija. La violencia que se cobró la vida de varios de sus familiares, también le dejaron lesiones graves en las manos.

"Me hirieron durante una enfrentamiento armado y no me pudieron salvar el dedo meñique de la mano izquierda. La derecha sufrió múltiples fracturas. La operación que me hicieron en Libia resultó un desastre porque me dejaron un algodón adentro y se infectó a los 20 días", relató.
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"Con mi hija ya no aguantamos la situación en este campamento porque lo único que hacemos esperar sentadas. Sólo deseamos que nos reubiquen en un lugar seguro donde podamos recibir atención médica porque aquí se necesita contar con la aprobación del ejército tunecino", añadió.

El campamento, ubicado en la principal ruta costera que lleva de Libia a Trípoli, al este del meridional pueblo de Ras Ajdir, depende de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). En Shousha residen unos 3.500 refugiados y migrantes.

La vida cotidiana se hace difícil por las temperaturas extremas, las frecuentes tormentas de arena, la falta de servicios sanitarios y el hacinamiento.

"Es un infierno. No hay escuela ni electricidad ni trabajo. Se acerca Ramadán y no tenemos condiciones para lavarnos", dijo Jamal, de la occidental provincia sudanesa de Darfur, a IPS.

"Comemos arroz y pasta todos los días. Nadie nos ayuda. Preferiría volver a Libia porque en cualquiera de los dos lados voy a morir", señaló.

Más de 600.000 del casi millón de civiles que huyeron de la guerra en Libia eran inmigrantes, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Muchos de los inmigrantes, de Eritrea, Etiopía, Iraq, Nigeria, Sudán, Somalia, entre otros, llegaron a Libia escapando de la guerra y de la pobreza en sus propios países.

Dombia, de 27 años y originario de Costa de Marfil, escapó al vecino Burkina Faso tras el conflicto en su país, que le costó la vida a todos sus familiares, salvo dos. Al no conseguir trabajo allí decidió pagar 2.000 dólares a un intermediario que lo hizo ingresar a Libia sin la documentación necesaria.

Durante varios años, Dombia se las ingenió para cubrir sus necesidades hasta que pudo conseguir un trabajo estable como gerente de una empresa constructora. Justo cuando comenzaba a reconstruir su vida estalló la guerra en Libia.

"No puedo volver a mi país por la situación política y tampoco tengo familia allí", dijo Dombia a IPS.

"Traté de escapar cuando comenzó la guerra, pero los soldados del líder libio Muammar Gadafi me sacaron el pasaporte, el dinero, el teléfono y me detuvieron porque mis documentos no estaban en regla. Después de un mes nos tiraron en la frontera con Túnez", relató.

Sin dinero, hambrientos y, dado que ni la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) ni otros estados africanos están dispuestos a intervenir, cientos de inmigrantes y refugiados se arriesgan a cruzar el mar Mediterráneo rumbo a Europa, pese a que una de cada 10 personas tiene posibilidades de morir de hambre, ahogada o por no saber navegar.

"¿Cuánto tiempo seguiremos sufriendo así?", preguntó Nasih, solicitante de asilo de Eritrea. "Hace dos meses que estoy aquí y tengo que esperar hasta noviembre para una entrevista con Acnur para evaluar mi posible reubicación", dijo a IPS.

"En abril traté de llegar a Italia con una decena de personas más, pero nuestro barco se dio vuelta y nunca llegamos. Perdimos a mucha gente. Por suerte sobreviví, pero terminé en este campamento. Estoy dispuesta a regresar a Libia y volver a intentarlo", aseguró.

Decenas de personas abandonan el campamento de Shousha todas las mañana con destino a Libia. La tendencia aumentará con rapidez si la comunidad internacional no adopta medidas urgentes para mejorar la situación y asistir en la reubicación de la gente.

"¿Y qué hay de la Unión Africana?", dijo Yona a IPS. "Por cómo atienden el problema de la sequía en África oriental, ¿cómo vamos a esperar que se interesen en nuestro sufrimiento? No han hecho nada y seguirán así, por eso tenemos que ocuparnos nosotros mismos", añadió el inmigrante etiope.

"Estamos atrapados aquí. Me niego a que esta sea mi vida y la de mi familia", sentenció.

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