BRASIL: Aguas caras para el Nordeste pobre

El impacto visual es agresivo. Cerros aplanados, valles aterrados y los terraplenes que se extienden por muchos kilómetros. La intervención humana en la naturaleza del Nordeste de Brasil recuerda otras grandes construcciones, pero inquieta también por su enorme dimensión.

Son 713 kilómetros de canales, acueductos, embalses, túneles y sistemas de bombeo para subir las aguas del río São Francisco, que cruza buena parte del centroeste del país hasta los altiplanos y desemboca en el océano Atlántico, para abastecer cuencas que se secan durante el largo estiaje en el extremo nororiental, parte del llamado Polígono de las Sequías.

El transvase artificial se hace complejo porque los canales tienen que cumplir un declive preciso, de solo 10 centímetros por cada kilómetro, cruzando tierras de superficie ondulada, para escurrir lentamente el agua. Domar la topografía adversa exige 42 acueductos sobre bajadas y cinco túneles en montañas, además de inmensos terraplenes.

Para subir el agua a 300 metros en el eje este del proyecto y 170 metros en el eje norte se construirán nueve estaciones de bombeo, que consumirán mucha energía en su operación.

Por todo eso, el costo del proyecto ya alcanza los 6.850 millones de reales (unos 3.900 millones de dólares), admitió, en agosto, el Ministerio de Integración Nacional, responsable de la ejecución de las obras.
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La inversión total será mayor a la prevista, ya que hay tramos paralizados, contratos a revisar y servicios adicionales a contratar. Además, la obra lleva un gran atraso. Iniciada en 2007 para que la inaugurara en 2010 el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), difícilmente se concluya incluso en el mandato de su sucesora, Dilma Rousseff, que terminará en 2014.

Pero "no hay motivo para temores" respecto del precio que se cobrará por el agua a los consumidores, pues será "adecuado a la realidad local", aseguró José Luiz de Souza, coordinador de Proyectos de Apoyo al Desarrollo del Ministerio de Integración Nacional. Es que la población beneficiada está entre las más pobres de Brasil.

El precio considerará costos de operación y mantenimiento, garantizando la "sustentabilidad financiera" del proyecto, aclaró Souza. No se habla de recuperar las inversiones.

Oficialmente denominada Proyecto de Integración del Río São Francisco con Cuencas Hidrográficas del Nordeste Septentrional, la transposición de este curso fluvial asegurará oferta de agua de buena calidad a 12 millones de habitantes de 390 municipios, según el gobierno. Abarca los estados de Ceará, Rio Grande do Norte, Paraíba y Pernambuco.

El megaproyecto es caro, pero se justifica en una zona de grave déficit hídrico, sostiene la economista Tania Bacelar, profesora de la Universidad Federal de Pernambuco y experta en desarrollo del Nordeste.

El promedio de agua disponible en el Nordeste septentrional es de 450 metros cúbicos anuales por habitante, un tercio del mínimo recomendado por la Organización de las Naciones Unidas, según el Ministerio de Integración Nacional.

La integración de cuencas genera sinergia, es decir beneficio con creces, ya que el agua adicional favorece una mejor gestión hídrica.

El suministro asegurado en meses secos permite retener menos agua en los embalses, usándola en el desarrollo económico y reduciendo pérdidas por evaporación, arguyen las autoridades.

Sin embargo, las obras no logran consenso pese a los muchos argumentos favorables, incluyendo llamados a la solidaridad con el Nordeste, que cobija a 28 por ciento de los 192 millones de brasileños y cuencas con solo tres por ciento del agua dulce disponible en el país.

Vehementes opositores cuestionan la validez y la viabilidad del megaproyecto. Uno de ellos, el agrónomo João Suassuna, sentenció que el transvase "será un elefante blanco".

El río São Francisco viene perdiendo capacidad hídrica debido a la contaminación y a la sedimentación, además de la deforestación de sus costas, haciendo insustentable el nuevo destino de sus aguas ya sometidas a múltiples usos indebidos, afirmó.

Las represas ubicadas en este río generan 95 por ciento de la electricidad del Nordeste y sus aguas abastecen proyectos de irrigación en expansión, precisó.

La sequía de 2001 redujo severamente el volumen de su cauce, limitando su función energética, recordó. Por eso la prioridad debería ser la revitalización de la cuenca, ejecutada deficientemente hasta ahora, lamentó Suassuna, investigador de la Fundación Joaquim Nabuco, dependiente del Ministerio de Educación de Brasil y con sede en Recife, capital de Pernambuco.

Estas críticas son contrarrestadas por el gobierno nacional señalando que solo se desviará 1,4 por ciento del cauce del São Francisco, que equivale a 26 metros cúbicos por segundo. Un volumen mayor solo será transvasado cuando haya excedentes de agua en los embalses, asegura.

Históricamente solo ha sobrado agua, contadas veces, en Sobradinho, la mayor represa del río, observó el activista, recordando que el São Francisco tiene 60 por ciento de su extensión en el interior semiárido del propio Nordeste, donde sus afluentes son intermitentes, lo cual limita su alimentación.

"Hace 16 años que alerto sobre los riesgos de la transposición, pero ahora hablo de las consecuencias", dijo Suassuna, autor de decenas de artículos, muchos de ellos reunidos en un libro, con sus críticas al megaproyecto.

Las obras, que suprimen vegetación, agravan la desertificación de Cabrobó, el municipio donde empieza el eje norte del proyecto. Además, los canales interrumpirán las migraciones de animales, "impidiendo su reproducción no consanguínea", y llevarán a desequilibrios biológicos en cuencas receptoras al ingresar peces depredadores procedentes del río São Francisco, advirtió.

En su opinión, hay alternativas más baratas y eficaces. Un estudio de la Agencia Nacional de Aguas, reguladora estatal, sugiere un mejor aprovechamiento de los recursos hídricos existentes en el semiárido, como 70.000 azudes y aguas subterráneas.

Otra acción, que alcanza a la población rural, la más vulnerable a las sequías, es la captación y almacenaje de agua de lluvia, tanto en cisternas para consumo humano como en sistemas familiares y comunitarios para irrigación de la agricultura de pequeña escala.

La Articulación del Semiárido (ASA), que congrega casi 1.000 organizaciones y movimientos sociales de la zona, ya diseminó más de 350.000 cisternas y 9.000 depósitos para producción.

El riego a gran escala, que se pretendería promover con la transposición, "no es sustentable porque saliniza el suelo, debido a la fuerte evapotranspiración", según Jean Carlos Medeiros, coordinador del programa de cisternas, cuya meta es alcanzar un millón de unidades.

Esa salinización ya afectó la producción de melones en Rio Grande do Norte, recordó. Las iniciativas de ASA no sustituyen el objetivo de la transposición, que se destina principalmente a la población urbana, pero disputan inversiones gubernamentales y la prioridad en las políticas públicas.

Dirimir la controversia sobre el transvase de aguas del río São Francisco probablemente solo será posible cuando esté en operación la obra y se pueda evaluar los resultados y compararlos con los de la "microsolución" de las cisternas.

Pero eso demandará muchos años, ya que la construcción del megaproyecto avanza lentamente y hay quienes sospechan de que no se terminará nunca.

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