Tiburones atestiguan pecados ambientales de Suape

El puerto brasileño de Suape puede resultar eternamente absuelto de sus delitos ecológicos, por abrir puertas a una prosperidad sin precedentes en el pobre y nordestino estado de Pernambuco, y por haber nacido antes de que las exigencias ambientales se hicieran más rigurosas.

Pero testigos aspaventeros dramatizaron sus pecados originales, entre ellos la interrupción, por la construcción de terraplenes, del flujo de dos de los cuatro ríos que desembocan en la bahía de Suape, 40 kilómetros al sur de Recife, la capital de Pernambuco.

La construcción del puerto empezó en 1977, pero fue lenta por la dificultad de atraer empresas al complejo industrial que hace parte de su proyecto.

Los tiburones empezaron a atacar a los bañistas, en especial a los surfistas de las playas de Recife a partir de 1992, luego de que el puerto empezara a recibir navíos con mayor frecuencia, entre 1989 y 1991.

Entre junio de 1992 y septiembre de 2006 se registraron 47 ataques con 17 muertos, según un estudio que Fabio Hazin, director del Departamento de Pesca y Acuicultura de la Universidad Federal Rural de Pernambuco, elaboró con dos colegas investigadores y que apunta posibles causas del fenómeno.
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La cantidad de ataques es alta para un tramo costero de solo 20 kilómetros, considerando que el promedio mundial no alcanza a un centenar por año, la mayoría en Australia, Estados Unidos y Sudáfrica. También es sorprendente el brote repentino. En Recife no se conocían antes estos hechos, lo que descarta explicaciones como la mayor concurrencia de surfistas, presentes desde la década de 1960, o la topografía submarina favorable al arribo de peces grandes, que es permanente, arguyó Hazin, quien preside el Comité Estadual de Monitoreo de Incidentes con Tiburones.

Las evidencias apuntan al puerto de Suape como factor de esa erupción, ya que los tiburones suelen seguir a los buques, aumentando el riesgo de ataques cercanos a zonas portuarias. Los casos en Recife se multiplicaron en los meses en que la terminal recibió más de 30 navíos, observó Hazin.

Otro posible factor fue el relleno de la desembocadura de los ríos Ipojuca y Merepe en la bahía de Suape, para preparar instalaciones portuarias y de numerosas industrias. Se bloqueó así el acceso a los tiburones toro (Carcharhinus leucas), cuyas hembras buscan aguas de menor salinidad para el desove.

En consecuencia, la especie se desplazó al estuario del río Jaboatão, más cerca de Recife y cuyas aguas influyen en las playas más afectadas por los ataques. Esa migración también se estimuló por la reducción de plancton en Suape, otro impacto ambiental del puerto, que redujo la afluencia de peces y crustáceos en busca de alimentos, añadió Hazin.

A eso se suma un canal submarino profundo que se acerca a las playas de Boa Viagem y Piedade, que concentraron "casi 80 por ciento" de los incidentes estudiados, destacó.

Además, la contaminación del río Jaboatão, que acarrea sangre y entrañas de animales, puede haber contribuido a atraer especialmente al tiburón toro, una especie más agresiva y la mayor protagonista de los ataques.

Estos dos últimos factores, ajenos al puerto, son naturalmente enfatizados por los defensores de Suape, que tiene la segunda mejor gestión ambiental de las terminales portuarias brasileñas, según la Agencia Nacional de Transportes Acuáticos, órgano regulador estatal.

El Complejo Industrial Portuario de Suape Gobernador Eraldo Gueiros ocupa 13.500 hectáreas alrededor de la bahía, pero 59 por ciento de esa superficie está destinada a la preservación ambiental, una proporción que causó "admiración entre europeos", dijo a Tierramérica el responsable de gestión de la Secretaría de Desarrollo Económico (SDEC) de Pernambuco, Roberto de Abreu e Lima.

Inicialmente se previa 45 por ciento, "pero ampliamos el área ambiental, además de crear corredores ecológicos para conservar mejor la biodiversidad", explicó el funcionario de la entidad gestora del puerto. Hay otros desafíos, como recomponer manglares y bosques en las orillas de los ríos, reconoció.

Suape es una palabra de la lengua de los indígenas caetés, diezmados en el litoral de Pernambuco y obligados a migrar al interior en el siglo XVI. Significa "caminos sinuosos", y sirvió para nombrar el estuario de "ríos y manglares de muchas curvas", explicó a Tierramérica un asesor de la dirección de la SDEC, Daniel Cabral.

El Centro de Tecnología Ambiental, creado en asociación con la estatal petrolera Petrobrás, monitoreará agua, aire y suelo de todo el Complejo, acotó Abreu e Lima.

Suape es "un puerto natural", de aguas profundas en la costa y en la bahía, que por eso exigió poca intervención, a excepción de una brecha de 300 metros en los arrecifes que protegen los embarcaderos, señaló a Tierramérica el gerente de segmentos económicos en la SDEC, Felipe Chaves.

Pero las interferencias humanas –como la construcción de un puerto sumada al polo industrial– afectan los ecosistemas marinos de manera difícil de evaluar, y los ataques de tiburones representan "la pequeña parte visible" de esos impactos, advirtió Hazin.

Si Suape se hubiera construido en años más recientes, habría enfrentado fuertes objeciones, como les toca a proyectos ahora en desarrollo. El privado Porto Sul, en Bahía, estado vecino al sur de Pernambuco, cambió de emplazamiento este año por protestas ambientalistas de que amenazaba bosques protegidos y manglares.

El Superporto do Açú, también privado y concebido como gigantesco complejo industrial 320 kilómetros al norte de Río de Janeiro, sufre constantes protestas de agricultores desalojados, ambientalistas y pobladores.

En 1975, Suape sufrió duras críticas de intelectuales pernambucanos que, en un manifiesto de gran repercusión, acusaron al proyecto de haber nacido de una decisión "autoritaria" y de amenazar el floreciente turismo de un "patrimonio artístico" creado por la naturaleza. Las cuestiones ambientales no tenían vigencia aun.

Hoy, la multitud de trabajadores llegados a la zona afecta el turismo, al convertir hoteles y viviendas familiares en alojamientos obreros, incluso en playas cercanas, como las de Porto de Galinhas, un centro turístico internacional situado 20 kilómetros al sur de Suape. El congestionamiento de los accesos desalienta a los turistas.

Pero la mayoría de los propietarios no se quejan, ganan más con sus hoteles llenos y sin bajar precios, dijo a Tierramérica la coordinadora de recursos naturales del vecino municipio Cabo de Santo Agostinho, Rubia Melo.

Pero las ciudades aledañas sufren la contaminación del aire por el polvo, los miles de autobuses y camiones que ocupan carreteras y calles y el exceso repentino de demanda de transporte, saneamiento, salud y vivienda, describió.

Pero, pronosticó Melo, "si se logra mitigar los impactos" a la brevedad, "el futuro será mejor para la población local".

* El autor es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 8 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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