DECAEN LAS RESERVAS MUNDIALES DE PETRÓLEO, PERO NO APARECE EL SUSTITUTO

El geólogo estadounidense Marion King Hubbert predijo, ya en 1956, que la producción petrolera alcanzará su máximo nivel aproximadamente cuando hayamos extraído la mitad de las reservas mundiales y de ahí en adelante comenzará a decaer hasta resultar insuficiente para la demanda global. Señaló que ello ocurrirá porque los geólogos tienden a explotar primero los yacimientos más grandes y porque cuanto más se extrae de los pozos resulta más difícil y más costoso recuperar el petróleo remanente.

La producción mundial puede haber llegado a su pico más alto en julio de 2008, con 74,66 millones de barriles diarios. Por lo tanto, posiblemente ya hemos pasado el temido Pico Petrolero Máximo, sin que casi nadie se diera cuenta. Ello ocurrió porque la producción de gas natural sigue aumentando y crecientes cantidades de gas han sido convertidas en varios productos que reemplazan al petróleo.

La crisis se manifestará cuando alcancemos el pico global en la producción combinada de petróleo y gas, el suministro de hidrocarburos sea inferior a la demanda y los precios se disparen a las nubes.

Ello podría causar una serie de fuertes depresiones e intermitentes y cortos períodos de recuperación. La producción de alimentos también sufrirá. El 80% de los alimentos es producido con la ayuda de fertilizantes nitrogenados, que insumen gas natural.

Los gobiernos y las empresas se han vuelto recientemente conscientes del problema y abundantes sumas de dinero están siendo invertidas en varias soluciones alternativas.

Una opción es hacer más accesible la extracción de gas natural con una tecnología conocida en geología como fracturación hidráulica o fracking. Consiste en bombear a alta presión decenas de millones de litros de agua tratada químicamente dentro de profundas formaciones de relativamente impermeables rocas sedimentarias conocidas con el nombre de esquistos. El fluido fractura los esquistos o hace expandir fracturas preexistentes y ello provoca la liberación de hidrocarburos de modo que puedan fluir hacia un pozo.

Otra opción es un método conocido como gasificación del carbón subterráneo o UCG, por medio del cual las vetas profundas de carbón son convertidas en syngas, una mezcla de metano, hidrógeno y monóxido de carbono, mediante la inyección de oxidantes en la profundidad del suelo.

Hay sólo limitadas cantidades de carbón cercanas a la superficie de la Tierra, mientras las reservas que se hallan más profundamente son enormes. Los depósitos profundos de carbón no pueden ser económicamente objeto de extracción minera con la utilización de medios convencionales, pero pueden ser convertidos en syngas gracias al método UCG.

El lado negativo es que tanto el fracking como el UCG pueden constituir una receta para la peor pesadilla ecológica, pues multiplicarían los recursos recuperables de combustibles de origen fósil y producirían muchas más cantidades de dióxido de carbono de lo que ha sido posible hasta ahora. Ello tendría consecuencias catastróficas para el clima, dado que el dióxido de carbono es un potente gas invernadero. Además, un tercio del dióxido de carbono que producimos actualmente se disuelve en el océano como ácido carbónico. Un creciente número de científicos dice que la acidificación de los océanos podría, a largo plazo, crear problemas más graves aún que el calentamiento global.

Otro peligro es que parte del metano producido por el fracking o el UCG podría inevitablemente escapar de los sistemas de recolección y almacenaje y filtrarse en la atmósfera. Si se toman en cuenta tanto los impactos directos como los indirectos, una molécula de metano calentaría nuestro planeta 33 veces más efectivamente que una molécula de dióxido de carbono durante los próximos 100 años.

Entonces ¿qué podemos hacer para reemplazar al gas natural y al petróleo?

Una tercera opción es la de usar el aceite de los esquistos y la arena bituminosa como materiales en bruto para productos sustitutivos del petróleo, pero ello también produciría amplias emisiones de dióxido de carbono.

Los automóviles eléctricos podrían, por lo menos en teoría, reemplazar a los que usan gasolina y gasoil. Pero hasta ahora se están difundiendo muy lentamente y además sería prácticamente imposible fabricar barcos de carga o aviones eléctricos.

Esto nos deja sólo dos soluciones realistas. Parte del problema puede ser resuelto con medidas de ahorro energético y el mejoramiento de la eficiencia energética, pero parece que también necesitamos incrementar nuestra producción de biocombustibles.

Los biocombustibles tienen sus propios problemas. A menudo necesitan fuertes dosis de fertilizantes nitrogenados, que a su vez producen óxido nitroso, un potente gas invernadero. La utilización en gran escala de tierras agrícolas para obtener biocombustibles podría tener consecuencias catastróficas tanto para la biodiversidad como para el clima.

Sin embargo, los biocombustibles también pueden ser producidos por medios ecológica y socialmente sustentables. Tenemos inmensas superficies de hectáreas de campos seriamente erosionados y tierras de pastoreo que han perdido la mayor parte de su carbono orgánico y su fertilidad, que podrían ser distribuidos a campesinos sin tierras y convertidas en huertas familiares productoras de alimentos y madera, así como de materiales en bruto para biocombustibles. Este podría ser un excelente medio para resolver los problemas relacionados con el pico del petróleo y del gas de una manera que también sirva para proporcionar un sustento decente a cientos de millones de familias rurales. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Risto Isomaki, militante ambientalista y novelista finlandés.

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