Mujeres bangladesíes en el infierno climático

La aldea bangladesí de Char Nongolia parece un caso perdido: frecuentes ciclones, marejadas, lluvias impredecibles, sequías prolongadas y suelos cada vez más salinos.

Pero la población de 40.000 habitantes de Char Nongolia, asentada sobre un delta que drena grandes cuencas hídricas de la región, hace frente a la devastación de su territorio en el sudeste de Bangladesh sin ayuda.

No hay agua potable ni tierras donde plantar nada, ni centros de salud, ni caminos, ni empleo, ni señal de autoridad o seguridad alguna. Hace mucho tiempo desapareció toda la protección natural que alguna vez ofrecieron los bosques.

"No nos queda nada. Perdimos hasta el último pedazo de tierra que teníamos por la erosión del río", relató Salma Khatun, de 72 años, en un tribunal para revelar los problemas que sufren las mujeres por el cambio climático, realizado en octubre.

"Nos mudamos de la isla Hatiya hace nueve años porque perdimos nuestro hogar ancestral por la erosión del río. Después de asentarnos aquí, el mismo desastre nos golpeó cinco veces más", señaló Arzu Begum, de 35 años.
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Begum, su esposo y su familia extensa de 10 integrantes perdieron sus pertenencias por la erosión y las inundaciones. Ahora viven todos en una frágil choza de bambú sobre la margen del río.

Khadiza Akhtar, de 24 años, y su esposo se mudaron a Char Nongolia hace cinco años con la esperanza organizar su vida allí. Pero las inundaciones del año pasado y la incesante erosión del río ahogaron sus sueños.

"Llevábamos una vida decente con ingresos seguros gracias a la venta de leche", relató. "Teníamos tres vacas lecheras y cuatro docenas de patos. Todo desapareció cuando el agua inundó nuestra aldea", añadió.

"Hace 15 años, mi esposo ganaba entre 25.000 y 30.000 takas (327 – 392 dólares) por temporada vendiendo arroz que cultivaba en una tierra arrendada", relató Rumani Akhtar. "Dejó de plantar porque aumentó la salinidad del suelo y ahora vivimos al día", añadió.

Muchas otras mujeres relataron cómo perdieron su sustento ante un jurado simbólico organizado por la no gubernamental Sociedad de Desarrollo Rural de Noakhali y el Foro Popular para los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio, con apoyo del Llamado Mundial de Acción contra la Pobreza (GCAP, por sus siglas en inglés).

La mayoría abogados de la ciudad de Noakhali, el tribunal escuchó con paciencia las duras historias de las víctimas del cambio climático que perdieron su hogar, ante una concurrida audiencia en la misma Char Nongolia.

Las mujeres esperan que su voz llegue a la Conferencia de las Partes (COP 17) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se llevará a cabo entre el 28 de este mes y el 9 de diciembre en la ciudad sudafricana de Durban.

"¿Cuántas veces más tendremos que sufrir? Perdimos nuestras pertenencias ocho veces en tres años. Ya no puedo más. Dios ayúdanos", gritó Jannatul Ferdous.

La joven de 26 años vive con su esposo y sus dos hijas pequeñas en un terreno cercano a la margen del río. Se mantenían gracias a la pesca, pero ahora están en la miseria.

"Nadie nos pregunta por nuestro sufrimiento", indicó Shumi Akhtar. "Este lugar es un infierno. Están probando cuánta tortura podemos resistir", añadió.

Conocida alguna vez por sus bosques de gran diversidad, Char Nongolia ahora es un territorio estéril y rodeado de islas similares de cieno acumulado. Son raras las plantaciones, pese a que las zonas cercanas al río son naturalmente fértiles.

Durante siglos la población de esta zona soportó ciclones, inundaciones y sequías, pero su capacidad de adaptarse a la mayor frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos adversos llegó al límite.

"Nunca tuvimos frío extremo ni altas temperaturas. De hecho, nunca hubo sequía ni niebla durante nuestra infancia", indicó Nurul Islam, comerciante de 74 años.

Char Nongolia y el ahora seco el río cercano, era famoso por su abundancia de peces de agua dulce. La gente solía llegar desde todo el país en plena temporada para conseguirlos.

"Vendíamos varias toneladas de pescado cada temporada y había mucho dinero. Pero la captura se redujo de forma drástica", indicó Syed Abdullah, de 68 años, quien ahora ejerce su oficio en el mar.

"En aquellos días, la población de Char Nongolia vivía relativamente bien. Pero mira lo que nos hizo la naturaleza. No tenemos trabajo", se lamentó.

La mayoría de los hombres sanos emigraron a la ciudad portuaria de Chittagong en busca de empleo, dejando a las mujeres que se arreglen como puedan. Hasta las instituciones de microcrédito que ayudan a sus congéneres en todo el país están ausentes aquí.

El comisionado de distrito, Sirajul Islam, dijo a IPS que pronto distribuirá tarjetas de alimentación para grupos vulnerables entre la población pobre de Char Nongolia. La iniciativa también incluye una campaña de reforestación para elevar la protección ante ciclones y reducir la erosión.

"Ya solicité a las autoridades competentes la liberación de los fondos", indicó Islam.

Desde hace décadas se descuidan las necesidades más básicas, reconoció, y prometió que las "familias de los pescadores recibirán alimentación de emergencia".

Pero las promesas de reforestar y construir terraplenes para mitigar los desastres naturales y las consecuencias del cambio climático permanecen incumplidas.

Es tal la sensación de impotencia en las áreas costeras de este país, que el ministro de Ambiente, Hasan Mahmud admitió que 30 millones de personas podrían ser desplazadas por la incesante pérdida de tierras.

Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, 17 por ciento de Bangladesh estará bajo el mar en 2050, y más de 100 millones de personas se verán obligadas a abandonar las zonas costeras.

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