CHINA: Nuevo líder no es el paladín de Washington

Cuando Hu Jintao asumió las riendas de China en 2002, varias empresas de Estados Unidos vieron una buena señal. Analistas políticos lo describieron como un miembro de la cuarta generación de líderes del Partido Comunista que bien podría resultar «un liberal en el clóset». Pero no lo fue.

Con cierta cautela, los medios de comunicación tendieron a retratarlo como un enigma pragmático.

Luego de los atentados que el 11 de septiembre de 2001 dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington, Hu –presidente de su país, donde también es secretario general del Partido Comunista- demostró ser un socio confiable para Estados Unidos.

Esto también alentó en 2003 al entonces secretario de Estado (canciller) Colin Powell a destacar que las relaciones entre su país y China eran las mejores desde 1972.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que medios y expertos vieran a Hu desde una perspectiva más ácida. Para 2005, la revista The Economist lo etiquetó como "un autoritario conservador" por intensificar la disciplina partidaria y arremeter contra los intelectuales.
[related_articles]
Hu fue criticado por mantenerse firme contra Estados Unidos en disputas en torno al comercio, la moneda, la propiedad intelectual y los derechos humanos.

En materia antiterrorista, los intereses de Estados Unidos y China convergieron. Pero tanto en esta área como en la mayoría de las otras, Hu resultó no ser un liberal en el clóset en absoluto.

Ahora, con China aprestándose a otra transición de poder, el probable sucesor de Hu, Xi Jinping, se embarca en su propia gran gira por Estados Unidos.

Como ocurrió con Hu, fuentes occidentales admiten no saber demasiado sobre Xi –actualmente vicepresidente chino- más allá de su enfoque "proempresarial". Apenas que tiene una esposa famosa y que se opone a la corrupción.

Aparte de estos detalles, los periodistas se han visto obligados a tamizar sus apariciones recientes -las reuniones de Xi con el gobierno del presidente estadounidense Barack Obama, su regreso al pueblo de Iowa que visitó hace 25 años, su asistencia a un partido de básquetbol de Los Angeles Lakers- para obtener pistas sobre la verdadera naturaleza política del nuevo líder chino.

Xi Jinping hizo lo que pudo para frustrar a los medios. Sus declaraciones en Washington estuvieron diseñadas para satisfacer tanto a sus anfitriones occidentales como a sus correligionarios al regresar a su país.

Por ejemplo, habló de las relaciones entre Estados Unidos y China como "un río imparable que sigue avanzando", y destacó la voluntad de Beijing de comprometerse con Washington en una agenda amplia de temas que van desde el antiterrorismo hasta Corea del Norte.

A la vez, fue cuidadoso en advertir a sus anfitriones la importancia de "respetar los intereses y las preocupaciones de China".

Por mucho que a un dirigente chino le pueda gustar el básquetbol o admirar las empresas estadounidenses, lidera un aparato político, económico y militar dedicado a preservarse a sí mismo y a la integridad territorial de su país.

Lo mismo puede decirse de los líderes de la mayoría de los países. Sin dudas, en Beijing nadie espera que de las elecciones estadounidenses de este año surja un presidente que abrace un orden comercial que favorezca desproporcionadamente el crecimiento económico chino o que Estados Unidos le ceda a la potencia asiática su poderío militar en el Pacífico.

Es posible que los intereses nacionales de China resulten más visibles en torno a los asuntos de seguridad. En los primeros años de gestión de Hu, el debate en Occidente se centró en el "ascenso pacífico" de China.

En los últimos tiempos, la perspectiva se volvió más oscura. Los pesimistas señalan que la potencia asiática acaba de remozar un viejo portaaviones ucraniano y ponen de relieve sus ambiciones en el mar de China, su confrontación con Japón en torno a las disputadas islas Senkaku/Diaoyu y, por supuesto, su mayor gasto militar.

Para 2015, según la consultora IHS Jane's, el gasto militar chino alcanzará 238.000 millones de dólares, más que el proyectado en toda la región asiática.

Pero no hay señales reales de que Beijing haya abandonado su enfoque de "ascenso pacífico". El reformado portaaviones no es muy impactante (particularmente si se lo compara con los 10 que posee la armada estadounidense), y Corea del Sur y Japón también tienen su propia disputa por una isla.

Los reclamos de Beijing sobre islas del mar de China son de larga data y se remontan a la era precomunista. Y ya pasaron más de 30 años desde que China llevó a cabo una importante intervención militar de ultramar, lo que indicaría que pretende mantener su costumbre de evitar riesgos.

Mientras, Estados Unidos continúa gastando por lo menos cinco veces más que China en cuestiones militares, y hace que su política de seguridad se aparte de Medio Oriente y se acerque a Asia.

Una mayor cooperación militar de Estados Unidos con Australia, Filipinas e incluso Vietnam pone nerviosa a China.

En términos generales, las prioridades de los líderes chinos son nacionalistas: mantener unido un país vasto y rebelde, preservar la influencia en Taiwán y garantizar un suministro estable de energía a través de sus regiones vecinas para sostener un elevado crecimiento económico.

Primero Hu y ahora Xi dicen a sus interlocutores estadounidenses que es posible y deseable que las relaciones entre ambos países sean más cercanas, siempre y cuando Washington reconozca estos imperativos nacionales.

Pero la amenaza subyacente de China, por supuesto, no es militar sino económica. Actualmente es la segunda mayor economía mundial y bien puede superar a Estados Unidos durante el próximo gobierno. Washington se queja de prácticas comerciales desleales, manipulación de la divisa y una cultura de piratería intelectual.

Siguiendo el ejemplo de Japón y Corea del Sur, China se ha dado cuenta de que dar el salto de país en desarrollo a industrializado requiere romper algunas reglas.

Los críticos destacan que China, en tanto potencia económica, ya no es una desvalida. Pero buena parte del país sigue estando subdesarrollada. Y el poderío económico chino no se refleja en su poder de voto en las instituciones económicas internacionales.

Tanto en el Banco Mundial como en el Fondo Monetario Internacional, Estados Unidos comanda aproximadamente 16 por ciento de los votos, mientras que China tiene alrededor de cuatro por ciento. En otras palabras, Beijing no determina las reglas del juego.

Sin dudas, Xi Jinping tiene sus propias ideas sobre cómo mantener lo que los chinos podrían llamar los Tres Equilibrios: la armonía interna de China, sus relaciones con el exterior cercano y la dinámica de "tira y afloja" con Estados Unidos.

Sin embargo, no es esa mítica figura que Occidente espera que algún día produzca China. Xi es en parte su propio hombre y en parte un hombre del Partido. Pero bajo ningún concepto es el hombre de Washington en Beijing.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe