BRASIL: Trabajo precario cae como legado hidroeléctrico

Un año después de la rebelión que paralizó durante meses la obra de la central hidroeléctrica de Jirau y forzó una negociación nacional para mejorar las condiciones laborales en el sector de la construcción, otra huelga reencendió la tensión en el proyecto del noroeste de Brasil.

Panorámica de las obras en la represa de Jirau Crédito: Mario Osava /IPS
Panorámica de las obras en la represa de Jirau Crédito: Mario Osava /IPS
La huelga, iniciada el 8 de marzo por 1.500 obreros de Enesa Engenharia, la empresa responsable de la instalación de las unidades generadoras, se extendió en esta siguiente semana a todos los trabajadores de la obra, cerca de 20.000, y se produjo ya con un nuevo marco laboral.

Desde el 1 de este mes está vigente un Compromiso Nacional para Perfeccionar las Condiciones de Trabajo en la Industria de Construcción, con medidas que favorecen la prevención de conflictos en las plantas, que fue firmado por el gobierno, nueve grandes constructoras y seis centrales sindicales.

El acuerdo tripartito establece una representación permanente de los trabajadores para negociar con los administradores en la misma obra y la constitución de comisiones de salud y seguridad, además de la contratación por el sistema oficial de empleo, eliminando el reclutador irregular, apodado "gato", y sus abusos.

Pero Enesa no adhirió al Compromiso y no atendió los reclamos en que venían insistiendo sus empleados en Jirau, especialmente por mejores alojamientos y espacios de convivencia, informó Cláudio Gomes, presidente de la Confederación Nacional de los Sindicatos de Trabajadores en las Industrias de Construcción y Madera (Conticom).
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"Son ocho personas en cada alojamiento, sin ninguna privacidad", mientras sus vecinos, los obreros de la constructora Camargo Corrêa, gozan de mejores condiciones, arguyó para justificar la huelga. Gomes viajó desde la sureña ciudad de São Paulo para apoyar al sindicato local en las negociaciones.

Los huelguistas también reivindican aumentos de salario y otros beneficios, en un adelanto de puntos que iban a negociarse en mayo.

Una asamblea de los trabajadores la mañana de este viernes 16 decidió continuar la huelga, aunque la justicia laboral la consideró ilegal el día antes, en un fallo que impone al sindicato local una multa equivalente a 111.000 dólares por cada nuevo día de paro.

Hay mucha tensión en la planta, según Gomes, pero la forma pacífica del movimiento contrastó con la violencia que estalló en la misma obra de Jirau el 15 de marzo de 2011, cuando trabajadores enfurecidos incendiaron 60 autobuses y otros vehículos y la mayor parte de los alojamientos en que vivían 16.000 obreros.

El caos se diseminó, agravado por la represión igualmente violenta e indiscriminada de la policía, y miles de trabajadores huyeron en forma desordenada a Porto Velho, la ciudad más cercana, a 130 kilómetros, y tuvieron que ser alojados mayoritariamente en un estadio deportivo.

La rebelión provocó también la interrupción de las obras de la central hidroeléctrica de Santo Antônio, que se construye en el río Madeira, a solo siete kilómetros de Porto Velho, capital del estado noroccidental y amazónico de Rondônia.

De un momento a otro, más de 40.000 trabajadores quedaron inactivos y muchos regresaron a su lejana tierra de origen, en otros estados brasileños. La construcción de Jirau solo se reanudó gradualmente tres meses después y su entrada en operación se aplazó nueve meses sobre la fecha inicial, este mismo mes, según sus administradores.

La crisis de 2011 motivó la intervención del gobierno federal para impulsar negociaciones con constructoras y centrales sindicales, para evitar nuevos conflictos y asegurar los proyectos prioritarios de infraestructura y de las obras para la Copa Mundial de Fútbol, que se disputará en 12 ciudades brasileñas en 2014.

Desde hace cinco años, los sindicalistas intentaban negociar un convenio colectivo nacional para la construcción, a fin de superar la precariedad del trabajo en el estratégico sector, pero sin obtener respuesta de las empresas, recordó Luiz Carlos Queiroz, secretario general de la Conticom.

La rebelión de Jirau de un año atrás también provocó una ola de huelgas en otras grandes obras, propició "el diálogo que antes no había" y dio pie al Compromiso alcanzado, señaló. "Fue el acuerdo posible, no atiende todo lo que queríamos", pero es un avance que puede mejorar con movilización y monitoreo, evaluó.

Empezó con solo nueve grandes empresas, dos de las cuales responden por la construcción de Jirau y Santo Antônio. La adhesión de las demás es voluntaria. En el país existen 170 empresas constructoras, según la Cámara Brasileña de la Industria de Construcción.

Los sindicatos consideran "tímido" el acuerdo, pero desata un proceso que permite solucionar viejos problemas para una categoría de trabajadores históricamente "marginados" y que ahora conquistaron "una fuerza espectacular", por el frenesí constructor en Brasil, que ha generado un déficit de mano de obra, sostuvo Gomes.

Actualmente, estimó Gomes, hay más de cuatro millones de trabajadores en la construcción, una fuerza laboral que "se triplicó en 10 años".

La informalidad afectaba a más de 60 por ciento de los ocupados por las firmas constructoras, y una década después esta "no pasa el 30 por ciento", aseguró. Si se suman "todos los que están en la actividad", incluidos los trabajadores autónomos, la reducción es igualmente fuerte pero la informalidad aún oscila "entre 40 y 45 por ciento", admitió.

Luchar por un trabajo decente en el sector, superando su tradicional precariedad y baja remuneración, se dificulta por "la intensa rotación", la baja calificación y la frecuente migración, que no favorecen la organización de los trabajadores, razonó Queiroz, hijo de un inmigrante del Nordeste pobre de Brasil.

Muchos aceptan "trabajo a destajo", sujetándose a jornadas extenuantes para ganar más, con el riesgo de enfermarse o accidentarse y reducir su horizonte laboral, lamentó.

Pero la realidad del obrero de la construcción está cambiando en Brasil. En São Paulo su base salarial es superior a la de los metalúrgicos, y fue conquistada "tras huelgas y luchas" que también le aseguraron el derecho a desayuno y merienda, celebró Queiroz.

La rebelión de Jirau, en su opinión, fue un "punto de partida" para un período más prometedor. La concentración de muchos trabajadores en diferentes instalaciones donde se construyen los grandes proyectos de infraestructura, favorece la organización y el fortalecimiento de los sindicatos, explicó.

El Sindicato de Trabajadores de la Industria de Construcción Civil de Rondônia, por ejemplo, adquirió renovado poder por el gran aumento de sus afiliados desde el inicio de las obras de las hidroeléctricas de Santo Antônio y Jirau, en 2008.

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