EUROPA: Socialistas unidos contra la austeridad

François Hollande, candidato del Partido Socialista a las próximas elecciones presidenciales de Francia. Crédito: Jean-Marc Ayrault/CC-BY-2.0
François Hollande, candidato del Partido Socialista a las próximas elecciones presidenciales de Francia. Crédito: Jean-Marc Ayrault/CC-BY-2.0

Casi todo el socialismo europeo respalda a su correligionario François Hollande en su afán por llegar al gobierno de Francia, con el deseo de que una victoria ante el presidente Nicolas Sarkozy genere un movimiento que ponga fin a las actuales políticas de austeridad conservadoras en la región.

Las últimas encuestas alientan la esperanza de que el candidato del Partido Socialista gane las elecciones presidenciales de Francia, cuya primera vuelta se realizará el 22 de abril y una posible segunda el 5 de mayo.

Hollande recogió 55 por ciento de adhesiones entre los entrevistados sobre su intención de voto para una eventual segunda ronda, según los datos divulgados el lunes 19.

Dirigentes de casi todos los partidos socialistas y socialdemócratas europeos se reunieron el sábado 17 en París en apoyo a Hollande. Todos consideran de primordial importancia las elecciones presidenciales francesas para definir el futuro social y económico del continente a mediano plazo.

El respaldo unánime al candidato socialista, quien declaró que su "verdadero adversario son las finanzas", coincide con que el tema de la justicia social en Europa se volvió un asunto más acuciante que nunca. El desempleo de los jóvenes alcanzó cifras récord en Grecia y España, ahogadas por las deudas, y en Portugal la mortalidad de adultos mayores alcanzó máximos históricos.
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Stefan Ulrich, corresponsal en Francia del periódico alemán Die Sueddeutsche Zeitung, escribió al comentar la cumbre del fin de semana: "Europa olvidó a sus propios niños. Por eso la izquierda cree que le llegó la hora".

Además, esos tres países del mar Mediterráneo, al que se suma Italia, sufren una severa recesión, agravada por los programas de austeridad impuestos por la Unión Europea (UE) y las instituciones financieras internacionales.

La incertidumbre fiscal y la que pesa sobre el crecimiento hacen que sea muy poco probable que estos países aumenten sus presupuestos y las capacidades económicas, al tiempo que reducen sus deudas.

El contexto macroeconómico también refleja la creciente desigualdad de ingresos en el continente.

Los salarios de los grandes empresarios siguen siendo descomunales en comparación con el de un empleado promedio de la UE. Mientras, los impuestos que pagan las grandes compañías llegaron a un punto históricamente bajo, en especial los bancos y los fondos de inversión.

En Alemania, por ejemplo, la prensa local reveló hace poco que Martin Winterkorn, director general y presidente de la firma automotora Volkswagen percibió 17,4 millones de euros (unos 23 millones de dólares) el año pasado.

En este contexto, el programa de Hollande de aumentar los impuestos para los sectores acomodados, poner normas más estrictas para las instituciones financieras privadas e incrementar el gasto público para promover el empleo juvenil y mejorar la educación se parece a un "New Deal" socialdemócrata para Europa.

Se conoce como "New Deal" (nuevo trato) a la política implementada en la década del 30 por el presidente de Estados Unidos de entonces, Franklin D. Roosevelt (1882-1945), para salir de la llamada Gran Depresión.

"Las elecciones presidenciales francesas son un punto de inflexión en la política europea", declaró el izquierdista exprimer ministro italiano Massimo D’Alema durante el encuentro del pasado fin de semana.

"Primero tomaremos Francia y luego Europa", pronosticó Johannes Swoboda, líder austriaco del grupo socialdemócrata del Parlamento Europeo

"Juntos cambiaremos Europa", insistió Sigmar Gabriel, presidente del Partido Socialdemócrata alemán.

El apoyo de la izquierda europea a Hollande es una reacción al expresado por los conservadores a Sarkozy. Su objetivo es cambiar los programas de austeridad, en especial el llamado pacto fiscal impuesto por los gobiernos del Mediterráneo para, supuestamente, "dominar" sus crisis de deuda soberana.

La canciller (jefa de gobierno) de Alemania, Angela Merkel, fue la que mejor expresó el respaldo del bloque conservador a Sarkozy en una entrevista realizada en París y difundida por la televisión: "Apoyo cualquier cosa que haga".

Merkel y Sarkozy, junto con el Fondo Monetario Internacional y la UE, fueron artífices de los severos programas de austeridad dispuestos para Grecia, España y Portugal en los últimos dos años.

También desempeñaron un papel decisivo en la redacción e implementación del llamado pacto fiscal europeo.

Hollande es el dirigente socialista que criticó con mayor insistencia esos programas.

En su campaña electoral prometió renegociar el pacto fiscal, que prevé un límite para la deuda pública de la UE, integrada por 27 países, sin aumentar los ingresos mediante una reforma impositiva.

En un discurso programático pronunciado en enero, Hollande llegó a decir que su "verdadero adversario político era el mundo de las finanzas, que desde hace 20 años controla nuestra economía, nuestra sociedad y nuestras vidas".

En esa misma oportunidad, denunció el estilo neoliberal convencional de reactivar la economía, que está en problemas desde que aparecieron las primeras señales de la crisis financiera en 2007.

Hollande añadió que el único resultado tangible de las varias cumbres globales y europeas, aparte de agravar las lamentables condiciones de vida de los pobres, fue que "los bancos privados, los primeros en ser rescatados por el Estado, ahora mordían la mano que les había dado de comer".

Además de nuevas reglas para los bancos y los fondos de inversión, Hollande prometió un impuesto a la riqueza de 75 por ciento para reactivar el empleo juvenil y la educación, y para revertir el aumento para jubilarse, una reforma patrocinada por Sarkozy.

Los partidos socialdemócratas de oposición en Alemania e Italia se beneficiarán, de hecho, de un triunfo electoral de Hollande. En ambos países, las elecciones generales están previstas para 2013, y tendrán que competir con los actuales jefes de gobierno.

Merkel mantiene un gran nivel de popularidad tras seis años de gobernar Alemania, pese a numerosos contratiempos con su programa político y económico o a las duras reacciones contra figuras políticas de su elección.

Además, el Partido Socialdemócrata de este país no se ha recuperado de la pérdida de popularidad que sufrió durante su gobierno (1998- 2005), cuando implementó recortes radicales en los programas de bienestar y de pensiones, así como una enorme desregulación en el mercado laboral.

Estas medidas que ensancharon las desigualdades de ingresos llevaron a numerosos científicos sociales a calificar la situación de "oligarquización de la sociedad alemana".

D’Alema, quien probablemente vaya a encabezar la coalición opositora de izquierda en Italia en las elecciones de 2013, también deberá enfrentarse al actual primer ministro Mario Monti, quien, pese a los programas de austeridad impuestos desde el otoño boreal pasado, goza de un importante apoyo popular.

Un triunfo de Hollande en Francia, sumado a una posible victoria del Partido Socialdemócrata en Alemania, en eventual alianza con el Partido Verde, y un éxito de la coalición de izquierda en Italia el año próximo, significará que los países más importantes en la unión monetaria europea dejarán de estar gobernados por conservadores.

Los tres países podrán unir fuerzas con otros gobiernos de izquierda de la región, como los de Bélgica, Dinamarca, Austria, Eslovenia y Eslovaquia, para crear cierto tipo de equilibrio o de frente unido contra los gobiernos conservadores del resto de Europa, en especial de Gran Bretaña, Finlandia, Irlanda, Holanda, Polonia, Portugal, España y Suecia.

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