ESTADOS UNIDOS: El regreso del cangrejo azul

Las autoridades de los orientales estados estadounidenses de Maryland y Virginia rescataron al cangrejo azul de la bahía de Chesapeake, que estaba al borde del colapso, triplicando su población en cinco años.

Lo lograron empleando métodos que podrían emular países emergentes que exportan carne de cangrejo en Asia y América Central, según varios científicos.

"Se trata de uno de los programas de restauración de reservas pesqueras más exitosos de la historia", dijo Douglas Domenech, secretario de Recursos Naturales de Virginia.

Richard Robins, presidente de la comisión que regula la pesca de cangrejos en ese estado, sostuvo que "hay muchas cosas que se puede hacer para reducir las capturas en una pesquería, pero esta fue la primera vez que las usamos todas de una vez".

El resultado: la cosecha de cangrejos del tamaño de una mano en 2010 fue la segunda mayor realizada en Cheseapeake en 60 años. El nombre científico de esta variedad, Calinestes sapidus, significa nadadores hermosos y sabrosos. Las cifras de 2011 fueron muy parecidas.
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En Crisfield, localidad de Maryland que se autodefine como la capital mundial de los cangrejos, el pescador Dan Dize, de 33 años, ahora captura más de estos animales por nasa.

Le preocupaba que la carestía del combustible consumiera sus ganancias, admitió, agregando que, sin embargo, "no quería hacer nada más".

Después de un día en la bahía, descargó 3.500 cangrejos vivos contenidos en 26 canastas de madera que pronto serían enviados a mercados de Washington y Nueva York.

La bahía de Chesapeake es la más grande de Estados Unidos y alberga a una de las mayores reservas de cangrejos del mundo. En la segunda mitad del siglo XX había unos 400 millones de estos animales, y la cosecha anual promedio era de 250 millones.

Pero en 1997, la población se redujo a unos 130 millones de cangrejos, y pese a los esfuerzos por reducir las capturas, cada año se seguían pescando hasta 100 millones de ellos.

"No se puede cosechar 80 por ciento de nada, año tras año, y esperar que dure", explicó el británico Thomas Miller, ecólogo experto en pesquerías que dirige el Laboratorio Biológico Chesapeake de la Universidad de Maryland.

Aunque la población de estos animales nunca colapsó completamente, la menor disponibilidad del recurso en Chesapeake hizo que las empresas locales que lo vendían al por mayor aumentaran las importaciones de Indonesia, Tailandia, Filipinas y América Central. Así compraron carne de alta calidad, extraída manualmente de cangrejos ahumados, pasteurizados y transportados en condiciones de refrigeración.

"Las importaciones de cangrejo y de carne de estos artrópodos en Baltimore pasaron de 10,5 millones de dólares en 1995 (…) a unos 119 millones de dólares en 2011", dijo Douglas Lipton, economista de la Universidad de Maryland experto en temas de pesca.

"Ahora oímos que mientras estas pesquerías asiáticas generan buenos ingresos a sus comunidades, los cangrejos se extraen más rápido de lo que se reproducen, así que si no actúan pronto pueden experimentar las reducciones que vimos en Chesapeake", enfatizó.

En muchas comunidades del mundo, a veces los líderes logran persuadir a los pescadores locales de realizar menos capturas si una población pesquera en particular ha disminuido visiblemente.

Pero en la mayoría de los países en desarrollo, por lo general faltan los equipos de muestreo y el conocimiento que los científicos occidentales usan para determinar cómo una población dada lidia con la pesca excesiva. Esto vuelve menos precisas la clase de restricciones que condujeron al rescate del cangrejo de Chesapeake.

"Los países que importan mariscos, como Estados Unidos, tienen que exportar sus conocimientos en materia de pesca sustentable", dijo Daniel Pauly, de la Universidad de Columbia Británica.

Miller, el ecólogo de Maryland, sostuvo que "hacer que la gente pesque menos en cualquier parte es muy difícil".

"Habitualmente se sigue reacomodando las sillas en la cubierta del Titanic y, cuando este se empieza a hundir, se impone una moratoria a la pesca, lo que es muy perturbador para las comunidades", planteó.

En Chesapeake, la solución llegó luego de que Robins, dueño de una empresa de embalaje de mariscos, fue nombrado integrante de la Comisión de Recursos Marinos de Virginia en 2004. Se dio cuenta de que los esfuerzos poco sistemáticos por reducir las capturas no estaban funcionando y convocó a una comisión selecta para determinar por qué.

Miller fue el máximo científico del panel, cuyo informe concluyó lo que él llama "la solución del jardín de infantes", tan fácil que la podría haber planteado un niño de cinco años: "Si no hay suficientes bebés, dejen de matar a las madres".

"Necesitábamos salvar a por lo menos la mitad de la cantidad de hembras preñadas que se estaban capturando, alrededor de 30 millones de ejemplares", dijo Miller.

Se implementaron varias medidas, la más efectiva de las cuales fue la reducción de la cosecha otoñal de hembras que emigran hacia la entrada de la bahía en ambos estados.

En Virginia cesó el dragado invernal en zonas donde hibernaban, enterradas, hembras preñadas, y se extendió un santuario para la temporada de desove, explicó Robins, quien ayudó a coordinar las medidas.

Los pescadores locales no quedaron contentos, pero el estudio efectuado en la primavera boreal de 2009 mostró que las nuevas restricciones habían hecho aumentar 70 por ciento la población de hembras de cangrejos, mientras que la de machos prácticamente no había cambiado.

En 2010, el sondeo anual concluyó que las hembras habían aumentado 200 por ciento respecto de 2008. Una investigación publicada a fines de abril mostró que este año hay en Chesapeake el triple de cangrejos que en 2007.

"La demanda aumentó y ahora los precios experimentan un alza histórica", además de que se cosecha tres veces más que en los años 80, dijo Robins.

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