INDIA: Cultivos combinados contra el cambio climático

Con los cultivos combinados, Harish Saraka redescubrió la clave para la agricultura sostenible en esta localidad del oriental estado indio de Odisha, muy dependiente de las lluvias.

Saraka, de 38 años, se cuida de no llevarse todo el crédito por haber revertido la agricultura en esta área, que hace apenas una década acaparó los títulos de la prensa por ser escenario de muertes por inanición.

"Todo lo que hacemos es volver a las pácticas de nuestros abuelos", dice este integrante de la tribu kondh.

Saraka recuerda que sus antepasados cultivaban varios tipos de semillas en el mismo predio: mijo, legumbres, oleaginosas y, tal vez, un frijol rastrero.

Los 72 hogares kondhs que hay en su aldea, Munda, en el distrito de Raygada, viven al pie de las colinas de Niyamgiri, que se extienden a lo largo de 250 kilómetros y que la minera londinense Vedanta Resources Plc intenta explotar por sus depósitos de bauxita.
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"El entorno, el clima y los bosques han cambiado drásticamente", murmura Bhima Saraka, de 65 años, quien vive en una casa con techo de paja junto con 23 familiares.

Las lluvias, observa, son por lo general irregulares, lo que causa pérdidas de cultivos año tras año, mientras que las familias kondhs se han vuelto más numerosas, lo que ejerce presión sobre los bosques que otrora compartieron con tigres y donde cosechaban tubérculos y frutas.

En 2010, en medio de la indignación pública a raíz de una ola de suicidios de agricultores por las malas cosechas y los altos intereses que debían pagar por préstamos que habían tramitado para comprar insumos agrícolas, el entonces ministro de Agricultura, Damodar Rout, admitió que el sector estaba en crisis en Odisha.

También dijo que la agricultura estaba "impactada por el cambio climático, la erosión, la aridez, la acidez del suelo y la reducción de las aguas subterráneas".

Para Harish Saraka y otros agricultores de subsistencia que viven en 70 aldeas de Niyamgiri en Rayagada, adaptarse a las cambiantes condiciones significa volver a métodos tradicionales como los cultivos combinados, el uso de fertilizantes orgánicos y de variedades de semillas confiables.

Por lo tanto, aunque a la agricultura no le va bien en otras partes de Odisha, en los últimos dos años Harish Saraka ha cultivado 14 variedades en su predio de media hectárea, lo suficiente para mantener a su familia durante la magra temporada agosto-diciembre.

"Ahora cosecho 300 kilogramos de granos", dice Saraka, o sea 200 por ciento más que cuando se dedicaba a un solo cultivo, el arroz de alto rendimiento.

En la aldea Kerandiguda, Loknath Nauri, de 58 años, es el primero en probar la agricultura combinada en una porción de su terreno de una hectárea que obtuvo en el marco de un programa del gobierno para pobres rurales sin tierra.

"Al ver mi buena cosecha, otros 10 hogares de aquí decidieron probar suerte este año", dice Nauri, quien está listo para compartir sus semillas con los demás.

Según Debjeet Sarangi, quien está al frente de la organización no gubernamental Living Farms, que trabaja con agricultores marginales, "el sistema agrícola de los khonds, otrora autosuficiente y basado en los recursos locales, fue afectado por la introducción del arroz de alto rendimiento con fines comerciales".

Bhima Saraka relata a IPS que, hace unos años, los habitantes de Munda se dedicaron a plantar semillas de arroz de alto rendimiento que el gobierno les entregó gratuitamente junto con fertilizantes químicos.

"Las semillas eran viejas y muchas no germinaron, mientras que los fertilizantes requerían agua, y no teníamos ninguna fuente excepto las lluvias", dice.

"Nadie obtuvo demasiado de este ‘obsequio’, excepto una lección importante: que sus semillas locales –aclimatadas a su suelo árido y más capaces de soportar la impredecibilidad monzónica- eran su salvavidas", dice Sunamajhi Pidika, de Living Farms.

Sarangi señala que las comunidades tribales, "que tradicionalmente ni cultivaban ni comían arroz, ahora intentan restablecer su soberanía alimentaria".

El estudio "Ailing Agricultural Productivity in Economically Fragile Region of India" (La atribulada productividad agrícola en una región económicamente frágil de India), publicado por el Instituto Indio de Ciencias del Suelo, con sede en Bhopal, sostiene que el área de pequeño cultivo de mijo en Odisha se redujo 500 por ciento en los últimos 40 años.

La percepción popular es que las políticas del gobierno están impulsando los cultivos comerciales, en detrimento de la agricultura de subsistencia practicada por comunidades como la de Bhima Saraka.

"El gobierno no coacciona a los pueblos nativos, simplemente pone delante de ellos opciones inteligentes", dice Nitin Bhanudas Jawale, jefe administrativo del distrito de Rayagada.

Sin embargo, este mes se decidió adquirir mijo y venderlo a precios justos, para que los indígenas pudieran volver a su alimento tradicional, explica Jawale.

"El Programa Mundial de alimentos de la Organización de las Naciones Unidas está colaborando con nosotros", agrega.

Sarangi dice: "En debates con ancianos de la aldea nos enteramos de que hay variedades de mijo y de legumbres que pueden tolerar el calor y la tensión hídrica".

Prasant Wadraka tiene 24 años y vive en la aldea de Gandili. "He oído a mi abuelo hablar de las 11 variedades de mijo que cultivaba su padre", recuerda.

Según Wadraka, entre las variedades de mijo casi extintas figura una llamada "kodo", que tiene la propiedad de controlar la diabetes. El mijo está lleno de proteínas, vitaminas B y minerales, sostienen los nutricionistas.

"El movimiento por volver a las semillas tradicionales en India es cada vez más fuerte", dice Sarangi.

En 2008, Living Farms inició un programa para brindar semillas a familias pobres a condición de que, tras la cosecha, la misma cantidad más un "interés" de 10 por ciento se colocara en bancos de granos.

Esos bancos son simples canastas de bambú selladas que las mujeres de la comunidad kondh manejan y abren solo en tiempos de necesidad.

Justo antes del monzón, todas las variedades de semillas se siembran en el mismo predio. Se trata de una combinación de sorgo, variedades de mijo y frijoles rastreros, entre otras.

Algunos de estos cultivos maduran en 90 días, mientras que a otros les lleva 120 días.

Según el agrocientífico indio M.S. Swaminathan, los cultivos combinados –de cereales, legumbres, oleaginosas, verduras y forrajes- retardan la concentración de pestes causadas por insectos.

Resulta significativo que las comunidades originarias nunca usen insumos químicos, ni siquiera bombas de irrigación a diésel, y que vendan sus productos en el mercado local.

"Sus productos tienen una huella de carbono mínima. Ante la inminente crisis climática mundial, tenemos mucho que aprender de las comunidades indígenas", sostiene Sarangi.

* Este artículo es parte de una serie apoyada por la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN)

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