La expansión económica del Sur, ¿es sostenible?

El crecimiento de las economías en desarrollo se aceleró en el nuevo milenio. Mientras en los años 80 y 90 crecieron en promedio un poco más que las economías avanzadas, desde los primeros años de este siglo hasta la crisis global la diferencia subió cinco puntos.

Esta diferencia se amplió más aún en 2008-2011 tras el colapso de las economías avanzadas. La aceleración se observa en todas las regiones en desarrollo, que están creciendo más rápidamente que en el pasado. La notable excepción es China, que ha crecido en el nuevo milenio en general al mismo (aunque rápido) ritmo que en los 90.

Se suele sostener, por ello, que la economía del Sur se está “desacoplando" de la del Norte. Pero la principal interrogante es si se ha producido un viraje duradero en la tendencia del crecimiento del Sur con respecto al Norte. Una mirada atenta muestra que el crecimiento en el Sur se debe en buena medida a excepcionales e insostenibles condiciones económicas, así como al mejoramiento en sus propios fundamentos.

Antes de que la crisis financiera golpeara en 2008 el crédito, el consumo e hiciera estallar las burbujas inmobiliarias, sobre todo en Estados Unidos, se había conformado un ambiente global altamente favorable para las economías en desarrollo en el comercio y la inversión, los flujos de capital y los precios de las materias primas.

Al menos un tercio del crecimiento precrisis de China se debió a las exportaciones, mayormente a las economías avanzadas. La proporción es aún más alta para las pequeñas economías exportadoras asiáticas.

Hay una estrecha correlación entre la expansión inmobiliaria y los déficits de cuenta corriente, tanto en Estados Unidos como en otros países que han experimentado luego trastornos financieros.

Desde principios de este siglo, los tipos de interés históricamente bajos y la rápida expansión de la liquidez en Estados Unidos, Europa y Japón desencadenaron una búsqueda de rendimientos y el consiguiente auge en los flujos de capital hacia las economías en desarrollo.

Ello fue complementado por una oleada en las remesas de los trabajadores, que ascienden a más de 25 por ciento del producto interno bruto (PIB) en algunos países pequeños y a más de tres por ciento en India. Los precios de las materias primas también subieron fuertemente, en gran parte gracias al rápido crecimiento de China propulsado por las exportaciones a las economías avanzadas.

Con el derrumbe del mercado inmobiliario, el ambiente económico internacional se deterioró en todas las áreas que previamente habían respaldado la expansión en los países en desarrollo.

Los flujos de capital y los precios de las materias primas retrocedieron y las economías avanzadas se contrajeron. Sin embargo, las economías en desarrollo mostraron resiliencia y reaccionaron rápidamente, en especial donde una fuerte respuesta anticíclica fue posible gracias a las reservas y las posiciones fiscales favorables acumuladas durante el período precedente.

El impulso para el crecimiento en algunas destacadas economías del Sur viró hacia la demanda interna, incluso en países que previamente tenían una economía orientada a la exportación.

El crecimiento basado en la inversión ha dado un estímulo aún mayor a los precios ya altos de las materias primas que había en el período precrisis.

Los flujos de capital también se recuperaron gracias a las drásticas bajas en los tipos de interés y a la expansión monetaria de las economías avanzadas en respuesta a la crisis. La afluencia de capitales fue más que suficiente para enfrentar déficits crecientes en varios de los principales países en desarrollo, incluyendo India, Brasil, Turquía y Sudáfrica.

Por varias razones, es improbable que se sostenga a mediano término el excepcional crecimiento gozado por el Sur en los últimos 10 años. El retorno a las muy favorables condiciones prevalecientes antes de la crisis global se ve impedido por los rígidos ajustes que ahora enfrentan las economías avanzadas.

Por cierto, los intentos por volver al “aquí no ha pasado nada”, impulsando la "locomotora" estadounidense mediante crecientes déficits, desestabilizarían seriamente el comercio internacional y los sistemas monetarios.

Por otra parte, el crecimiento poscrisis basado en la demanda doméstica no se podrá mantener durante mucho tiempo. Hay ya signos de desaceleración.

La estrategia de China de contrarrestar la disminución de las exportaciones a las economías avanzadas con el incremento de las inversiones no puede funcionar indefinidamente.

Hace falta una política orientada hacia el crecimiento que se apoye en el consumo interno, lo que implica aumentar el consumo privado, que actualmente es de solo 35 por ciento del PIB. Es decir, optar por una importante redistribución de los ingresos.

Incluso una ralentización moderada del crecimiento en China, de siete por ciento, podría causar el fin del auge de las materias primas y amenazar las perspectivas de crecimiento en una serie de países latinoamericanos y africanos.

La mayoría de las economías en desarrollo necesitan replantear sus modelos de desarrollo a fin de sostener el ritmo de crecimiento del último decenio. Las economías exportadoras asiáticas deben reducir su dependencia de las exportaciones a las economías avanzadas mediante la expansión de sus mercados internos y regionales.

Los exportadores de materias primas necesitan reducir su dependencia de los flujos de capital y de sus ingresos por sus materias primas. Estas, que han sido las dos claves para su crecimiento, están más allá del control nacional.

Por eso es necesaria una salida genuina del fundamentalismo del mercado y del liberalismo, tanto en las políticas macroeconómicas como en las estructurales. (FIN/COPYRIGHT IPS)

* Yilmaz Akyuz, economista jefe del South Centre, con sede en Ginebra ( http://www.southcentre.org).

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