COLUMNA: La paradoja de morir dando vida en África

La Unión Africana (UA) comenzó hace tres años una campaña para reducir la cantidad de mujeres que mueren en el continente por causas vinculadas al embarazo y el parto.

El eslogan de la Campaña para la Reducción Acelerada de la Mortalidad Materna, «África se preocupa: ninguna mujer debe morir dando vida», fue bienvenido por el estatus especial que tiene la maternidad en el continente. Pero la triste verdad es que el parto es una de las principales causas de muerte de mujeres y adolescentes en África. En los últimos 20 años, pocos países, en especial en la región subsahariana, han logrado reducir de n forma significativa la mortalidad materna. Datos divulgados el 16 de este mes por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) muestran que la cantidad de mujeres que mueren durante el embarazo o el parto disminuyó a la mitad en los últimos 20 años. El estudio, Tendencias de la Mortalidad Materna: 1990 a 2010, muestra que la cantidad de mujeres fallecidas cayó de más de 543.000 a 287.000, una disminución de 47 por ciento.

En África subsahariana se registró una disminución de la mortalidad materna de 41 por ciento, pero el avance fue lento y desigual.

Además, en la región ocurrieron 56 por ciento de las muertes maternas del mundo en 2010. Una de cada 39 mujeres fallece en el parto en África subsahariana, comparado con una de cada 3.800 en los países ricos y una de cada 290 en Asia. En los últimos años entrevisté a cientos de mujeres y adolescentes en Kenia, Sudáfrica y Sudán del sur sobre el embarazo y el parto. Sus experiencias muestran por qué África está rezagada. Sus historias eran muy similares. No sabían mucho sobre sexualidad, tenían poca información, no accedían a servicios de planificación familiar ni contaban con dinero ni transporte para desplazarse hasta un centro de salud para ser asistidas durante el parto. También mencionaron la falta de personal y el mal equipamiento de las clínicas, que no tenían capacidad para atender complicaciones obstétricas ni ambulancias para trasladar a las mujeres a otras instituciones donde pudieran recibir la atención necesaria ni dinero para contratar un transporte privado. Por último, se quejaron del alto costo de parir en un centro de salud, en especial si se requiere atención especializada, y del destrato y la negligencia de los mismos profesionales que deberían cuidarlas, así como de la falta de información sobre los mecanismos para reclamar una atención de calidad. Los relatos de las mujeres también mostraron la gran desigualdad social en función de su situación económica, étnica, geográfica, educativa, etaria y de su estatus migratorio, por nombrar algunos factores. Las desigualdades colocan a la atención materna y reproductiva lejos del alcance de muchas mujeres, y explican por qué los riesgos de morir durante el parto son mayores para las mujeres y adolescentes pobres, analfabetas o campesinas que para las más privilegiadas. Se necesita un mayor esfuerzo para salvar a las mujeres embarazadas. Los gobiernos africanos deben invertir en sistemas de atención médica más sólidos y asegurar centros de salud que ofrezcan atención obstétrica de emergencia, administren medicamentos y suministros adecuados de forma equitativa. Para disminuir la mortalidad materna también es importante evitar los embarazos precoces y no planificados. Los gobiernos deben priorizar una educación sexual integral para que los jóvenes tengan conocimientos adecuados en salud reproductiva que les permita tomar decisiones informadas sobre su sexualidad y reproducción. Las autoridades deben ampliar los servicios de información sobre planificación familiar e incluir una amplia variedad de métodos anticonceptivos y la posibilidad de realizarse abortos seguros. Es igualmente importante atender las desigualdades sociales y económicas subyacentes que inciden en el problema. Entre ellas está el estatus inferior de las mujeres, la falta de educación, el matrimonio precoz, la desnutrición, la pobreza y las prácticas tradicionales perniciosas, como la mutilación genital femenina. Muchos gobiernos atribuyen los altos índices de mortalidad materna a un problema de recursos, pero está claro que muchos de ellos podrían hacer bastante más con lo que tienen. Una medida simple sería concentrarse en la responsabilidad del sistema de salud para que los errores en la atención puedan ser identificados y remediados mediante un sistema de control. Un compromiso efectivo promueve la responsabilidad financiera y permite asegurar un uso efectivo de los recursos mediante un control y revisión constante del buen funcionamiento de los servicios de salud. Con motivo del Día de África el viernes 25, los gobiernos pudieron pensar en las 162.000 mujeres y adolescentes que probablemente sean enterradas este año. Podrían salvarse fácilmente si recibieran atención médica esencial. Si el continente africano estuviera realmente preocupado por sus mujeres, haría más por salvar sus vidas. *Agnes Odhiambo es investigadora de Human Rights Watch sobre el tema mujeres en África.

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