PORTUGAL: La crisis impacta en la infancia vulnerable

Comenzar las clases sin desayuno ya es parte de la vida cotidiana de miles de niñas y niños portugueses, que han integrado la palabra crisis en su todavía modesto léxico.

Hijos de inmigrantes de Cabo Verde en marcha contra la desocupación en Lisboa. Crédito: Daniel Mário/IPS
Hijos de inmigrantes de Cabo Verde en marcha contra la desocupación en Lisboa. Crédito: Daniel Mário/IPS

Entre lo que escuchan de sus padres y lo que ven en televisión, los más pequeños también hablan sobre la situación en el país, recordando tiempos mejores, sin miedo a las palabras cuando, pese a su tierna edad, critican a los dirigentes políticos.

En cientos de escuelas públicas, niños y niñas pobres deambulan sistemáticamente alrededor de la barra de los comedores, pero sin comprar nada, mientras que las autoridades escolares no pueden ofrecerles más que un modesto desayuno solo a los más necesitados porque también sus presupuestos han sufrido drásticos recortes.

La crisis económica que afronta Portugal y muchos de sus vecinos europeos «impacta en las vidas de los menores de este país, y muchos de ellos cruzaron la línea de situación de riesgo», dijo a IPS la presidenta de la organización no gubernamental Cidadãos do Mundo (http://www.cidadaosdomundo.org/en) (CM-Ciudadanos del Mundo), Ana Filgueiras.

La activista teme que los drásticos recortes de fondos a las organizaciones no gubernamentales (ONG), decididos por el gobierno conservador del primer ministro Pedro Passos Coelho, «van a agravar aun más la dramática situación, en especial de los más carenciados».
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«No es el Estado sino nuestras ONG las que desarrollan planes más eficaces de protección a la infancia», advirtió Filgueiras, nacida en Lisboa y condecorada como «luchadora antifascista» contra la dictadura corporativista (1926-1974), pero que pasó varios años en Brasil, donde se destacó por denunciar en los años 70 y 80 a los escuadrones de la muerte que asesinaban niños de la calle.

Los hijos de inmigrantes indocumentados «son los más vulnerables, ya que les es negado el acceso al servicio nacional de salud, lo cual puede crear una situación de extrema gravedad», sentenció.

Para aminorar los problemas de la infancia vulnerable «habría que pensar en el ejemplo de Brasil, donde se ayuda en forma directa a las familias para abarcar un universo de 35 millones de niñas y niños».

En este sentido, «Portugal está muy atrasado, a años luz de Brasil, donde en los últimos años se ha avanzado mucho más en el campo social, mientras que aquí existen instituciones del Estado, pero que no implican un proceso de inclusión».

Las críticas de Filgueiras se ven corroboradas por el informe presentado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) referido a los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que reúne entre sus 34 miembros a todos los países ricos.

En su informe anual con datos de 2009 y presentado este martes 29, Unicef indica que más de 27 por ciento de los menores de 16 años en Portugal viven en situaciones de dificultad económica. Este país ocupa así el quinto peor lugar entre los miembros de la OCDE, solo superado por Letonia, Hungría, Bulgaria y Rumanía.

En el trabajo de esta agencia de la Organización de las Naciones Unidas titulado «Medición de la Pobreza Infantil» se estima que, para reunir condiciones mínimas de vida, un niño debe consumir tres comidas diarias y tener un lugar tranquilo para hacer sus tareas, conexión a Internet, por lo menos dos pares de zapatos y la capacidad para celebrar ocasiones especiales como cumpleaños.

No es el caso de 46,5 por ciento de las niñas y niños portugueses que viven solos con el padre o con la madre, que se encuentran en una situación de dificultades materiales. En España, por comparación, este porcentaje no supera 15,3 por ciento. Peor aún están aquellos cuyos padres están desempleados: aquí el índice de privación llega a 73,6 por ciento en Portugal.

Unicef también apunta que 14,7 por ciento de portugueses menores de 16 años viven por debajo del umbral de la pobreza, es decir en hogares cuyo ingreso anual por adulto es de 50 por ciento debajo del promedio de la distribución de los ingresos, unos 520 dólares mensuales.

El documento cita a Portugal y a la República Checa como países a comparar, con ingresos anuales por persona de alrededor de 32.500 dólares.

La diferencia marcada por Unicef es abismal: la tasa de pobreza infantil es tres veces mayor en Portugal que en República Checa.

A este elemento se une el que «las medidas de apoyo social en Portugal no son tan eficaces o por lo menos no están llegando a los niños», como indicó este martes Magdalena Marçal Grilo, directora ejecutiva de Unicef en Lisboa, al subrayar el impacto de la austeridad en la infancia.

Los indicadores de 2009 son los últimos recogidos a nivel internacional, «por lo cual no se puede medir lo que está sucediendo ahora en términos de pobreza infantil como consecuencia de la crisis social y económica de los últimos tres años», admitió Unicef.

En ese sentido, las fuertes medidas de austeridad que llevaron, por ejemplo, a cortar los apoyos sociales a las familias con ingresos más bajos hacen que ahora estas deban consumir sus ahorros o vender los pocos bienes que tengan para mitigar el impacto de la crisis.

Una vez agotados estos recursos, «la pobreza infantil se volverá a disparar», alertan los autores del informe, que apunta a que esa ruptura será en 2013, con la estabilización relativa de la pobreza infantil en los últimos años.

Dicho de forma más categórica y directa, «lo peor está aún por venir», vaticina Unicef.

Las medidas draconianas de austeridad impuestas por Passos Coelho incluyen un sustancial aumento de los impuestos, alzas de los precios de bienes de primera necesidad, eliminación de feriados y días de vacaciones, aumento de la jornada laboral y reducción drástica de salarios, excepto el de los cuadros directivos, que han sido incrementados.

Desde que asumió hace un año el gobierno conservador, 80 por ciento de la población ha perdido un quinto de poder de compra y la desocupación creció de 11 a 16 por ciento de los activos.

Ante la imposibilidad de muchos de pagar sus créditos, unas 4.000 familias por mes ven cómo sus viviendas son confiscadas por los bancos, algo difícil de entender para un niño que hasta ahora contaba con la certidumbre de un techo seguro.

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